Las ataduras se notaban en sus manos,
también lo hacían en sus tobillos y cuello.
Un olor amargo impregnaba la habitación,
como orín en una sucia moqueta.Estaba seca cual piel en el Sáhara se quemaba y cicatrices articulares creaba,
ampollas, dolor, sufrimiento,
o al mismo tiempo si alguien la hallaba,
en un congelador la podían conservar para la oscura eternidad y así poder experimentar con ella,
como si en un pasado no hubiese tenido
ni voz ni voto.
Ni voz para gritar ante aquel hombre
que todo el mundo paraíso creía ser,
pero no sabían que por sus venas
el maltrato circulaba,
con tanta rapidez como el veneno de una anaconda andante.Cualquiera que viese aquel salón rudimentario,
pensaría con inquietud y perplejidad,
al ver aquel desastre tan macabro y despiado.
Porque no cualquiera podría sucumbir en la oscura tenebrosidad de visitar aquel lugar sin desemparo y sin cuidado.
Sin cuidado sumado al azar de hallarse en aquel hábitat singular.
Porque el cuerpo de aquella mujer singular unido al de todas,
creaba un plural incapaz de destrozar.
Destrozar de destrozos,
de estar roto.
Así se encontraba el cadáver de aquella mujer,
podrido por fuera y con el corazón roto por dentro.21/8/2018
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Pensamientos Perdidos
PoesíaQuisiera empezar casi después de un año, un nuevo mundo en el que todos podáis surcar la alta mar de mis caricias y mis lágrimas en verso y prosa, una vez más. Donde podáis observar y leer con precaución...el arte que llaman inspiración. Comenzado:...