Poco a poco, me fui dando cuenta de que en mi maravillosa provincia de Ciudad Real no me quedaban muchos planes interesantes para lo que quedaba de verano.
Acompañar a mi grupo de WhatsApp, el Almendrero, en su quijotesca excursión a un monte que parecía llamarse como el de un videojuego era mi única opción aparente.
Al final me decidí a ello.
Estar tantos días amargado en mi casa, sin nada interesante que hacer ni más compañía posible que la de gente rústica, sin cultura y sin conversación, era un agobio absoluto por el que yo no quería pasar, aun a costa de despeñarme haciendo senderismo por una zona que no estuviese habilitada para ello.
En el Almendrero acogieron bien mi decisión; muchos de ellos, en especial Sudwig, tenían ganas de conocerme en persona y aquello parecía ser la oportunidad definitiva.
Huelga decir que mi relación con todo el grupo había mejorado muchísimo, incluyendo a Kuri, con el que nunca había tenido más que rencillas constantes.
Sin embargo, me irritaba muchísimo que insistieran tanto en la broma de Piccolo.
No sé dónde le veían la diversión a intentar hacerme creer, por activa y por pasiva, que un namekiano nos iba a acompañar en la excursión.
No sé si estaban motivados por aquella vez, allá en 2007, en el que un colega de un foro me hizo creer que para poder instalar correctamente una PlayStation X tenían que venir unos gnomos a conectártela.
Os juro que esta historia es totalmente cierta y que no estoy flanderizando para nada a mi yo del pasado; tengo testigos, y podéis preguntarles si así gustáis.
Todo empezó con cuando me dio por querer jugar al Final Fantasy VII pese a tener un ordenador con 256 megas de RAM... pero eso es otra historia en la que no conviene detenerse ahora.
Sé que os irrita que no avance la acción; trasladémonos, por tanto, al lugar de los hechos. Pongamos que ya he llegado a Córdoba, que le he dado a mis padres las excusas convenientes para que me dejen ir y que estoy ahora mismo en casa de Sudwig, con Kuri y King Dani; Kenshi estaba al llegar, y esperábamos al avión de Borja para aquella misma noche.
Partíamos al día siguiente; con Manolo nos íbamos a reunir en cuanto llegásemos a Málaga.
No recuerdo qué estábamos haciendo ni sobre qué estábamos hablando; pero me fue satisfactorio comprobar que ya habían terminado con la broma de Piccolo, o al menos eso parecía, porque no seguían insistiendo en ello.
Llegó entonces Kenshi.
Todos sabemos que este es, de todos los integrantes del Almendrero, el miembro más misterioso; por no saber, no sabemos ni cómo es físicamente, y hasta contemplamos la idea de que pueda ser una Inteligencia Artificial; pese a todo, allí estaba, en la habitación de la casa de Sudwig, y yo ahora debería decir que me llamó mucho la atención verlo en persona, y también debería describirlo... pero no es el caso.
El aspecto de Kenshi no me importó una puta mierda porque iba acompañado de Piccolo.
LITERALMENTE.
El de Dragon Ball, ¿eh?
El mismo personaje.
El namekiano, el alien verde.
En la vida real.
En casa de Sud.
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Excursión al monte Ebott: isekai
FanfictionUn día, en mi grupo de WhatsApp favorito comentaron que querían hacer una excursión al monte Ebott. Al principio me pensaba que estaban de cachondeo, pero no era capaz de imaginar el follón en el que degeneraría todo aquello...