Tú.

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Sus ojos no eran ni de cerca una estructura magnánime. No estaba dotada de ninguna belleza aria que pudiese decirse se debiera mi ensueño. Era sólo la sensación de que su sangre corría por mis venas, y la suya por las mías. De que fuéramos más allá de dos cuerpos, uno sólo, en tantas maneras que me serían imposibles de explicar.

Tal vez sería eso, lo que me llevó a pensar que su cuerpo solo me pertenecía, que su preciado palpitar debería ser solo para mí. Que tal vez no me vería nunca, ¿por qué no me ves a mí?, yo que tanto te amo. Que tanto sueño contigo bajos las sábanas, que tanto se me acelera el corazón y la sangre se me acumula, imaginando tus venas hermosas en los lugares más íntimos.

Tal vez por eso ya no puedo verte más y por eso ni me permiten ver la luz del sol. ¿Qué hice mal? Tan sólo te amé demasiado; quería hacerte eternamente mía, y al final, lo logré.

Sin nombreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora