PRÓLOGO

65 6 3
                                    

Caminaba sobre la mojada acera. Mis pasos resonaban sobre ella, gotas de lluvia aterrizaban sobre el suelo, fusionándose con el polvo de esta. Creando así un extraño hedor a tierra mojada.

Este olor en sí es algo desagradable para la mayoría, pero para ciertas personas la encuentran placenteras, incluido yo.

Seguía mi camino sobre la calle, a juzgar por la brillante luna que era lo único que iluminaba la calle, se podría suponer que eran altas horas de la madrugada. Me fijé en la hora de mi reloj de pulsera.

02:57

Para ciertas personas esta hora era muy tarde, pero yo le encontré el gusto de caminar en las frías y solitarias calles de la ciudad a altas horas de la madrugada, sobre todo si hacía frío o llovía, ya que me tranquilizaba.

Me dirigía hacia mi apartamento, que se encontraba unas calles más adelante.

Un estruendo se hizo eco en todo el vecindario, en seguida supe que era un trueno, lo que suponía que iba a seguir lloviendo . Sabiendo que era así, ralentizé mis pasos para disfrutar de la compañía de la soledad y del chapoteo de las gotas de agua sobre el suelo. Enseguida me encontré en estado de paz.

Decidí apollarme sobre la pared de una tienda de comestibles, aprovechando que tenía el techo cubierto con un telar, busqué la cajita de cigarrillos y mi mechero.

Llevé un cigarro a mis labios, que seguro estaban pálidos debido al frío de primavera y lo poco que me cubría la sudadera. La encendí con el mechero, de ahí me dispuse a inhalarlo.

Cerré mis ojos por inercia disfrutando del ambiente placentero que estaba sintiendo. De pronto sentí una presencia justo a mi lado,pero no me volteé. Queriendo dirigir mi vista hacia aquella presencia recibí un golpe en mi estómago y otro en la cara.

Los golpes fueron tan fuertes, que mi nariz empezó a sangrar a borbotones.

¿Qué?

La extraña situación que estaba pasando en este momento y lo aturdido que me encontraba en este momento debido a la tranquilidad y paz que sentí hace unos minutos , no pude reaccionar.
Por lo que el vil que me estaba golpeando se aprovechó de la situación, para seguir moliéndome a golpes.

No hice nada, aún aturdido por lo que me estaba sucediendo. Aún estando en esa horrible situación, sentía una mirada a lo lejos; pero de nuevo, no me volteé.

A punto de caer en el mar de la inconsciencia, deje de recibir patones y golpes. Levanté mi vista del suelo y la dirigí hacia la otra persona que estaba en frente mía, que al parecer estaba golpeando a quién me agredió hace un momento.

De pronto, la persona anónima le agarró del cuello de la camisa del hombre y con un solo golpe en su rostro callo al mojado suelo desangrado, y al parecer dando su último respiro.

Aún me encontraba aturdido en el suelo, para cualquiera esta situación le parecería extraña.

Me incorporé torpemente, pero sentí como si me hubiera pasado un tren encima, en seguida hice un gesto de dolor al sentir mi brazo sangrando.

¿De verdad no me di cuenta que me apuñaló el agresor?

No me extrañaba, ya que estaba concentrado en la mirada que sentía hace unos cuantos minutos.

Mi vista se posó en la persona, que por lo visto salvó mi vida hace poco. Me extrañe al no verla en el lugar en donde se encontraba, al parecer ya se encontraba a unos veinte metros de mi. Por su silueta, en seguida supe que era una chica.

- ¡ Espera ! - intenté llamar su atención, pero no se volteaba. Por lo que no me quedaba opción que correr.

Fue un error, ya que al intentar dar unos pasos caí al suelo por el dolor que sentía en todo mi cuerpo magullado. Grité de dolor.

La persona anónima detuvo sus pasos y se volteó hacia mí. Me quedé sorprendido por su mirada tan penetrante, aquella que estaba bañada de verde oscuro como todo un bosque de abetos. Aquellos par de ojos verdes me miraban con atención, hubo algo  en ellos que supe descifrarlos con facilidad.

Seguridad, comprensión, ¿tristeza?

Sin embargo, algo en ellos me traía una sensación muy familiar.

Iba a decir algo, pero en seguida cerró su boca arrepintiéndose y se volteó para seguir su camino, con pasos que realzaban la seguridad y fuerza que de seguro poseía.

- ¡ Por favor,  espera!- grité de nuevo, con la esperanza de que viniera hacia mí. Pero al perderla de vista fue en vano.

- No me dejes aquí, por favor- susurré para mismo.

Sumido en la aturdencia de aquello que acaba de ocurrir , caí en el mar de la inconsciencia. Importándome
lo más mínimo el estado en el que me encontraba.


Mi Guardiana®️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora