Capítulo Unico
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Amo el aroma a café. Me trae hermosos recuerdos como el de mi madre alistándose a las cinco de las mañana dejando el café listo para mi padre y mi hermano.
O mi primer beso, el cual lo di en una preciosa cafetería con un humeante latte en la mesa, los labios de mi noviecito tenían gusto a mocca... Y después me manchó con algo de crema batida que su postre tenía.
Actualmente me dedico a apreciar como una pequeña tacita une al mundo entero, ilumina un día gris, comparte los secretos de los enamorados, seca una lágrima... Es impresionante la capacidad que tiene una taza.
Soy barista en «Entre dulces y café», llevo ocho meses aquí y he sido testigo de muchas cosas y confidente de otras. Dicen que los peluqueros son chismosos y los principales psicólogos y especialistas en cualquier materia para una mujer, sin embargo, yo les quito el puesto. He escuchado de tantas infidelidades (que desgracia); muchos adolescentes vienen aquí a confesarse, me causa mucha ternura, pero no lo hace el ver a un mismo chico traer cada mes a una chica diferente; las señoras Alicia y Fernanda me tienen informada con datos alimenticios, que las calorías, que el gluten, que la grasa, que esto y que lo otro. Ya me siento como Louisa Clark. Llegan también muchas personas contando sus penas esperando a que este desastre y tornado andante les diga cómo resolver sus problemas.
Pero las charlas que más disfruto son con varios ancianitos que vienen después de las tres de la tarde. Y la de los martes, jueves y viernes a las cinco de la tarde, siempre que entra al local su colonia de hierbabuena se mezcla con el café y la vainilla, su porte elegante y jovial intimida y enternece a quien lo mire. Sí, una completa contradicción, pero ya lo explicaré. Sus ojos cálidos siempre me busca y me sonríen, su sonrisa candorosa hace que mi corazón se desboque y que en mi estómago las mariposas hagan acto de presencia, y sus hoyuelos... ¡Oh Dios! Son la cosa más sexy y dulce que hay.
Siempre pide lo mismo, un cappuccino dulce y un gran pedazo de torta de zanahoria con preferencia al que tiene más crema de queso y nueces en el exterior, con una ración extra de crema batida.
Me saluda, ordena, aunque ya me lo sé al pelo, me observa prepararlo todo con agilidad y debo admitir que varias veces me ha pegado el nervio por sentir su mirada en cada uno de mis movimientos. Le sirvo, se queda sentado en el mesón en vez de irse a una mesa, solo para hablar conmigo. Me cuenta de su día, de cómo le va en la facultad (estudia administración de empresas), qué piensa hacer al día siguiente, hablamos de películas, series, libros, algo de política, le doy consejos de salud y de estudio. Deja limpio el plato que contenía el dulce, pero un pocito queda triste y frío en el fondo de la taza, se despide, me sonríe y se va.
Esa es la rutina que llevo con él... Suena algo acosador, ¡pero por favor!, con ese bombón cualquiera se convierte en acosadora.
Y hablando del Rey de Roma...
Como dije sus hermosos ojos me sonríen, incluso antes que sus labios, sus hoyuelos se marcan con tanta sensualidad que siento mis piernas temblar. Revuelve su cabello rojizo despeinándolo un poco dándole un aspecto tan... Pfff... ¡Hace calor!
«Respira. Inhala. Exhala.»
Le sonrío de vuelta y hago como si no me afectara el hecho de que camine hacia mí con un aire más seductor de lo usual. Llega y se sienta en el banquillo. Me volteo a limpiar uno de mis implementos.
– Hola, Adela – Santa Madre, al verlo mi cerebro se desconectó de mi cuerpo. Tiene apoyado un brazo en el mesón en el cual reposa su mejilla, me sonríe de medio lado, sus ojos café me miran con intensidad escaneando cada parte de mí.
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»Por Una Tacita de Café« • »Capítulo Único«
Truyện NgắnEl aroma a café es una de las cosas más maravillosas del mundo, su sabor es tan fino y exquisito. Los recuerdos a los que nos transportan son únicos, hermosos. Muchos relacionan el café con las mañanas, otros con la tarde, con un libro, con historia...