LA MADRE

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Qué complicado es hablar de una madre cuando tiene ochenta años y temes cada día que suene el teléfono para decirte que le ha sucedido algo. Qué difícil es asumir que algún día no muy lejano se tiene que marchar y que eso marcará el final definitivo de lo poco que queda ya de nuestra niñez, rompiendo de esta forma un cordón umbilical que pese a haber sido cortado por el médico permanece intacto por muchos kilómetros que nos separen de ellas, ya que somos una generación muy marcadas por nuestras madres porque que dieron su vida por nosotras y por nuestros hijos, porque fueron criadas y educadas para ello y permanecen con esa actitud de ayuda y de entrega hasta sus últimos momentos.
Seguro que alguno de vosotros se encuentra en esta misma situación que os relato, tenemos ya padres octogenarios a los que ahora nos toca devolver al menos parte de lo que ellos nos dieron, también fuimos educadas para ello, para cuidar de nuestros padres cuando envejecieran, para no dejarlos solo, para no abandonarlos en un asilo, y eso una vez más es una carga que nos corresponde socialmente a las mujeres, trabajemos o no, tengamos hijos o no, yo nací única hija en una familia de hermanos, mis padres siempre decían que por fin tenían alguien para que los cuidara cuando fuera mayor, qué rabia e impotencia me provocaba ese comentario y como me rebelaba ante esa predestinación. Hoy el agradecimiento por todo lo que han hecho por mí me hace ver las cosas de otro modo. Ellos se han sacrificado por mí y por mis hijos siempre, la entrega ha sido total, por lo tanto cuando ellos me necesiten me tocará a mí. Será sin duda una carga más para llevar en nuestras ya doloridas espaldas, en muchos casos saldremos de cuidara nuestros hijos para tener que cuidar a nuestros padres. ¿Y nosotras, cuando?, la vida se nos escapa entre las manos, seguramente esta es la razón por la que en muchos casos esos ancianos acaban en asilos, no porque sus hijos no los quieran, si no porque el sistema ha sido estructurado de esta forma, los niños a la guardería, los ancianos, al asilo, y mientras nosotros a la calle, a trabajar, doce horas diarias, mientras no dejamos de sentirnos culpables por sentir que estamos abandonando a nuestros hijos y/o a nuestros padres, la bisagra a veces no sabe para donde doblegarse.
A los que todavía tenemos el placer de poder disfrutar de nuestras madres vamos a aprovecharlas hasta el último día y vamos a recordar que si somos lo que somos, y hemos conseguido todo lo que tenemos, aunque a veces la carga sea dura, ha sido gracias a ellas, a su esfuerzo, a su lucha, a su trabajo, a querer para sus hijas una vida mejor que la que ellas mismas han tenido, aunque en ocasiones se equivocaran, pero ellas no lo sabían, ellas intentaron brindarnos en la vida un camino mejor del que ellas mismas habían seguido, nada más, y sólo por eso merecen todo nuestro cariño y nuestro respeto, porque sin ellas la libertad de la mujer jamás hubiese sido una realidad, y seguiríamos siendo esclavas encerradas en la casa dependiendo económica y emocionalmente de nuestros maridos, aunque es cierto que esa libertad lamentablemente estuviese envuelta una vez más en cierta tiranía por parte de una sociedad que aún hoy en día rezuma machismo por los poros de su piel, aunque intenten vendernos que eso ya no es así, porque el hombre nos " ayuda" en la casa.
Mi madre nació en la posguerra española, en la década de los años treinta, cuando aún resonaban en los oídos de los españoles los sonidos atronadores de las últimas bombas de la guerra civil. Una guerra que dividió a España en dos y se llevó con ella a muchos españoles inocentes que se jugaron su vida porque no tuvieron otra alternativa, en este contexto la palabra vida tiene un sentido totalmente distinto al que le damos hoy, la vida era eso, vivir, con mucho o con poco, al menos estabas vivo, que ya era mucho, aunque no tuvieses nada para llevarte a la boca, lo importante era seguir viviendo ya que muchos hermanos morían en sus primeros meses de vida por la falta de salubridad reinante en la época, mi madre nació en una familia de catorce hermanos, de los cuales sobrevivieron sólo nueve, hoy, 80 años más tarde sólo quedan tres, el tiempo pasa demasiado deprisa.
Mi madre aún cuenta historias de la guerra, como si fuera una película en blanco y negro, yo misma sería capaz de repetirlas como si la hubiese vivido, de tantas veces cómo me lo contó para hacerme entender que la guerra es lo peor que puede vivir el ser humano educándome así en un clima de paz, donde nunca hubo rencor en su corazón, pero tampoco hubo nunca ideologías, ni de derechas, ni de izquierdas, mi madre me educó apolítica, pacifista y sobre todo humanista, aunque ella nunca supiera que significara ninguna de esas cosas, ella solo quería vivir tranquila y en paz, tener un techo bajo el que cobijarse, comida para llevarse a la boca y lo más importante, una familia que siempre te diese calor humano, lamentablemente se va a despedir de la vida sin poder disfrutar plenamente de ella, la vida no siempre es justa, y con ella, como con todos, no siempre lo ha sido, aún así siempre ha sido una mujer muy fuerte, capaz de curarse incluso de una enfermedad incurable, ese es el mejor legado que siempre podrá dejarme, su coraje inquebrantable ante la vida, que no es fácil, pero es bella, muy bella a través de sus ojos.
Siempre me contó que en el colegio sólo estudió las cuatro reglas, apenas sabe escribir, ni leer, la sacaron del colegio para atarla a una mecedora y que meciera durante todo el día a uno de sus 14 hermanos, ya que mi abuela paría sin cesar cada vez que mi abuelo tras una borrachera que en la época tristemente era absolutamente normal venía un poco " contento" y de nuevo dejaba otra vez a mi abuela en estado de buena esperanza, de catorce partos sólo sobrevivieron nueve hijos, como ya hemos comentado, y en aquella época eso tampoco era una novedad, " el vivo al bollo y el muerto al hoyo" sin más contemplaciones, cada hijo también se convertía inmediatamente en mano de obra en el campo, mi madre con diez años ya estaba arando el campo a las seis de la mañana si no quería recibir una paliza, " eran otros tiempos" dice aún la pobre cuando habla con amor y absoluto respeto de su " pupá" y su " mumá" a los que hasta el último día de su vida llamó de usted, y a los que aún hoy adora, a pesar de los años, el día que se marche de mi lado sólo me quedará ese consuelo, que espero que vuelva de nuevo a ese lugar, bajo el limonero, del que tal vez ella nunca quiso marcharse, eran otros tiempos...
Mi madre a pesar de no tener estudios tampoco los necesitó para educarnos en valores y para conseguir que yo estudiase una carrera universitaria, uno de los grandes objetivos de su vida, ya que al ser hija única ella quiso que yo consiguiese en la vida todo lo que ella no había podido tener, y básicamente todo se reducía a dos palabras, libertad económica, ella no quería que yo dependiese de ningún hombre económicamente, es más siempre me decía que no me casara, que viviese la vida, y que nunca tuviese que pedirle dinero a un hombre para absolutamente nada. Hoy con 40 años puedo decir que esa frase marcó mi vida, y nunca he tenido que hacerlo, y espero no tener que hacerlo nunca, compartir sí, pero pedir dinero, no, nunca.
Es muy complicado hacer un retrato completo de nuestras madres, esas mujeres sufridoras de la época del hambre, trabajadoras, humildes, y siempre con una sonrisa en los labios para sus hijos, y con muchas lágrimas secadas en un delantal, pero si hay algo que puede definir a mi madre es el respeto y el amor profundo a sus padres y el sentimiento de familia unida por encima de cualquier cosa. No he visto jamás un sentido de hermandad igual siendo tantos hermanos, ya quedan pocos, pero se han acompañado hasta la muerte con una seguridad en el sentimiento que marca la sangre que ya quisiese yo verlo hoy sentado en mi mesa, aunque solo fuera una vez más.
Mis abuelos murieron lamentablemente cuando yo era muy niña, con cinco años ya no disfrutaba de ninguno de ellos cuatro, sin embargo siempre han estado muy presentes en mi vida, sobre todo mis abuelos maternos, ya que mi madre se ha encargado de que así fuera, siempre hemos tenido un retrato de ellos dos presidiendo el salón, y todos los meses de noviembre mi madre se encargaba de ponerles flores y esa velita que les debía alumbrar el camino allí donde estuvieran.
Jamás escuché en su boca un reproche o una queja hacia sus padres y eso que no le dieron una vida nada fácil, sin embargo siempre entendió que si no le dieron una vida mejor era porque no podían, que le dieron todo lo que estuvo en sus manos que básicamente era escasa comida, una cama compartida por nueve hermanos y ropa heredada, poco más. Sin embargo su agradecimiento hacia ellos era infinito, y su amor hacia sus hermanos inquebrantables, pasase lo que pasase, durante todos sus años de vida, siempre ha mantenido intacto el cariño hacia sus hermanos, que lamentablemente la mayoría ya han fallecido, y todo bajo una única premisa, que sus padres durante toda su vida siempre les dijeron que cuando ellos faltasen todos los hermanos se llevasen bien, y aquello se convirtió en su evangelio particular, entendiendo que de esta forma sus padres allá donde estén pueden descansar en paz, y estoy segura que si hay vida después de la muerte allí estarán todos, alrededor de un limonero, cantando canciones, como siempre los imaginé esperando a los pocos que aún quedan por aquí abajo, ojalá sea verdad, mamá, ojalá puedas volver con ellos, a la hoguera, a la cama, a ese barrio bendito, a tu huerta y a tu casa encalada.
Para nosotros hoy en día parece increíble que una relación padres-hijos basada en el trato de "usted" pueda ser tan profunda, y sin embargo así es, la relación de la familia durante los años de la posguerra era mucho más real y verdadera que actualmente, en general podemos decir que la relación entre los seres humanos era de mayor calidez en aquella época que en la actualidad donde el individualismo nos está haciendo tanto daño, donde ni siquiera conocemos al vecino de al lado, ni nos molestamos en saber cómo se llama, a nivel humano cuánto hemos perdido en estos últimos años de camino, hemos sustituido al vecino por un móvil en la mano, y nos sentimos felices compartiendo nuestra vida con amigos imaginarios en las redes sociales.
He visto llorar a mi madre muchas veces, probablemente demasiadas, la he visto pasar por diferentes depresiones, después de una menopausia precoz que no tuvo piedad con ella, sin querer además medicarse por absurdos perjuicios, y además la he visto pasar por una terrible enfermedad degenerativa que afectaba a sus músculos, pero sabéis lo más importante y la mayor lección que pudo darme, que de todo esto la he visto también siempre salir peleando como una leona, he visto como quemaba sus dedos haciendo de comer para sus hijos porque no tenía otra alternativa, es más ella jamás hubiese aceptado otra alternativa, la enfermedad le cerraba los ojos y ella tenía que seguir con su día a día, nunca tuvo ayuda externa, mi padre trabajaba fuera y cuando venía tenía que descansar porque pronto debía volver a salir a trabajar para traer dinero a casa, y eso era sagrado en mi casa, mi padre nunca estaba en casa pero cuando estaba, cierren puertas y ventanas cual casa de Bernarda Alba porque el señor y dueño de la casa tiene que descansar para poder seguir trabajando, y durante ese tiempo todo se detenía hasta que de nuevo volvía a irse, entonces volvíamos a abrir puertas y ventanas y la luz inundaba mi casa de risas y carreras de niños, esa fue mi vida durante mi infancia, una dulce niñez con sabor y olor a puchero, con hierbabuena, por supuesto.
Por todo esto, ella me repetía de forma incesante durante toda mi vida, mi niña estudia, trabaja, no dependas nunca de un hombre, que tú tengas tu propio dinero y seas una mujer independiente, no te cases, vive la vida y disfrútala, que sólo es una. Años más tarde entendí que lo que realmente quería decirme era: haz todo aquello que yo no pude hacer. Ella quiso haber vivido otra época, y yo solo puedo decir, ojalá mamá sea verdad que existe la reencarnación y cuando tu energía se transforme vuelvas de nuevo a este mundo llamado tierra y tengas la oportunidad de vivir todo aquello que tu época no te permitió, si vuelves, no dudes en buscarme porque estoy segura que te reconoceré por el brillo de tus ya cansados ojos, sé que podré verte, intuirte, sentirte, entre millones de personas a mi alrededor, no dudes en apretar mi mano, y sobrarán las palabras, yo lo entenderé y seré feliz por ello, ojalá, tengas esa nueva oportunidad que tantas veces te escuché pedir.
En las tardes de lluvia me gustaba preguntarle por su vida, por su niñez, por su noviazgo con mi padre, de niña me encantaba que me contara las mismas historias una y otra vez, la historia de cómo trabajaba en el campo, de cómo eran las navidades en una familia medio gitana, aunque ella nunca lo quisiera reconocer como si de algo malo se tratase, de cómo superaban mejor el hambre cantando y bailando y sobre todo, de cómo a pesar de todo esto ella ERA FELIZ, mucho más feliz de lo que nunca más lo fue en su vida, tal vez fuese verdad o tal vez no, pero me hubiese gustado conocerla en aquella época, con su cintura de abeja y su morena melena ondeando al viento, porque mi madre fue una mujer espectacular y quien tuvo, retuvo, orgullosa siempre de ella.
Hoy, treinta años más tarde entiendo que no es que en aquella época fuera feliz, era simplemente que el ser humano tiene la costumbre siempre de pensar que cualquier tiempo pasado fue mejor y, sobre todo, que mi madre durante toda su vida se sentía presa en una cárcel de oro, ya que ella fue educada para casarse, tener hijos y ser una mujer de su casa, poco más, y a pesar de eso en sus sueños siempre quiso tener otra vida, pero no fue capaz de luchar por ella, no fue capaz jamás de encontrar un trabajo, de coger sola un autobús, de ir al banco a sacar dinero, de exigir sus derechos como ser humano, a pesar de ser una mujer tremendamente inteligente, atractiva e ingeniosa se conformó con lo que le tocó vivir, pero sin embargo consideraba que no había sido feliz durante toda su vida y eso para nuestra generación como hijas es algo bastante duro, escuchar a nuestra madre decir de forma insistente en diferentes momentos de su vida que no era una mujer feliz. Fueron muchas las ocasiones en las que me confesó como su única amiga que quería separarse de mi padre, ¡ qué duras son esas palabras para una hija!, y sin embargo yo la entendía e incluso la animaba a hacerlo porque sobre todo quería verla feliz, pero le faltó el valor, no comprendía que fuera de los brazos de mi padre tal vez podía encontrar esa felicidad que tanto anhelaba, el miedo la paralizaba, y sobre todo lo que pudiesen pensar sus hijos, su eterna esclavitud. Hoy entiendo que en el fondo nunca quiso separarse, que sí ha querido mucho a mi padre, pero nunca entendió que hombres y mujeres somos diferentes y tenemos códigos distintos, ojalá yo hubiese sabido explicárselo entonces, ojalá yo hubiese sabido todo lo que sé hoy, porque la hubiese consolado mucho mejor, es un placer inmenso escucharla decir, incluso hoy día que le encanta escucharme hablar, a mí me encanta hablarte mamá...
Viví rodeada en demasiadas ocasiones por broncas interminables de mis padres y días sin hablarse viviendo bajo un mismo techo pero con un muro de Berlín que separaba sus vidas. Hoy ya durmiendo en camas separadas parece que han firmado una tregua de paz para terminar su vida de la forma más tranquila posible y entiendo que a su manera se querrán, o al menos eso necesito creer, aunque reconozco que resuena en mis oídos esas palabras de mi madre: " tengo derecho a ser feliz", jamás se atrevió a ejercer ese derecho, jamás, seguramente lo quería más de lo que ella misma pensaba.
Un día me reconoció que se casó con mi padre porque ya tenía 28 años y como se decía entonces " se le pasaba el arroz", mi padre trabajaba y era un buen partido, nada más. Esa era la más bonita definición del amor que había escuchado en boca de mi madre, seguida de..."hija eso no existe, eso es al principio nada más, eso después se acaba todo, tú no se cases, hija, que los hombres después del matrimonio cambian mucho", cuantas veces me pelee con ella por estos temas, años más tarde entendí cuanta sabiduría encerraban sus palabras, lástima que ella no entendiese que eso sí era amor, y además del bueno, no como el de las películas, pero sí del que te coge la mano y te da un beso en la frente ante de una operación pidiendo a la vida volver a verte, mientras las lágrimas ruedan por las mejillas.
No se han querido, mis padres no se han querido, mis padres se han amado, se han adorado, y yo he tardado muchos años en entenderlo, tuvo que venir una dura enfermedad para que yo viese el amor en los ojos de mi madre y hoy lo grito a los cuatro vientos, y ojalá yo pueda envejecer también, como ellos, junto al que ha sido el amor de mi vida...pero eso es otro capítulo.
En cambio a pesar de esta situación debo decir que a mí me educó para ser ante todas las cosas una mujer independiente, jamás la escuché insistirle tanto a mis hermanos para que estudiaran y trabajaran y no dependieran de nadie, en cambio conmigo era una conversación permanente, y aún así no podía evitar intentar educarme de forma machista, ya que mientras me instaba a estudiar y a ser una mujer independiente me obligaba a quitar la mesa o a servirle agua a mis hermanos, mientras ellos no hacían nada, yo me rebelaba frente a esta injusticia y ella generalmente miraba para otro lado, yo creo que insegura de no saber exactamente qué debía haber, sobre todo a medida que avanzaban los años y empezaba a resonar en sus oídos la palabra IGUALDAD, algo que entendía y apoyaba pero que no era capaz de imponer, era una ruptura demasiado brusca frente a todo lo que ella había conocido.
Mi madre siempre le tuvo pánico a envejecer, a la muerte, siempre fue coqueta y glamurosa, jamás la vi sin maquillarse, ni peinarse, es lo primero que hace todos los días cuando se levanta, así fue educada, la mujer esté como esté debe tener buena cara para su marido y para todos los demás, esa fue una de sus guerras perdidas conmigo, aún hoy sigo saliendo a la calle todos los días con la cara lavada y una cola cogida en mi pelo, ella sigue asombrándose de mi actitud en este sentido y no la comparte, pero la respeta, tampoco fue nunca una madre pesada o tal vez dio la guerra por perdida porque entendió que eso formaba parte de mi concepto de libertad, era incluso mi forma de rebelarme a una sociedad que a mí me imponía ir perfecta, mientras el hombre podía salir incluso sin peinar.
A pesar de ese pánico a la muerte durante los últimos años reconozco que me tiene gratamente sorprendida, ya que cual elefante que se acerca a su final, se dirige a su cementerio particular convencida de que es lo que le toca ahora y tal y como me dijo no hace muchos meses, ya la mayoría de su familia de origen se encuentra allí; su padre, su madre y la mayoría de sus hermanos se encuentran en ese lugar que ella confía encontrar cuando tenga que pasar el umbral, y esa paz que ella siente ante ese momento reconozco que a mí también me reconforta y tranquiliza porque la vi llorar muchas veces cuando comenzaba a envejecer y cuando el síndrome del nido vacío junto con la revolución hormonal de la menopausia se apoderaba de ella. Hoy sé que siente paz porque cree que volverá a reencontrarse con su familia y que volverá a esa felicidad que ella tanto anhelaba, ese es el consuelo que me queda, ojalá todo eso sea cierto y vuelva a su limonero, a su campo, con sus padres y sus hermanos, a bailar hasta la madrugada con el cante jondo de mi abuelo Manué, ojalá esta vida sea cíclica y puede volver a su paraíso perdido, porque ha sido ante todo una gran madre, la mejor, como todas las de su generación que han dado su vida por cuidar a su familia.
Mi madre me enseñó también a darme a valer, a respetarme como mujer y a hacerme respetar, a no permitir jamás que un hombre no me valorase o me faltase el respeto de la forma en la que fuese, a no decirle jamás a un hombre que me interesaba, a hacerme la interesante con ellos y a que fuesen ellos los que me buscasen, y eso la verdad me funcionó, mi relación con los hombres siempre ha sido estupenda, tanto como amigos como parejas, siempre me sentí en igualdad con ellos pero sin olvidar ese punto de coquetería que ella me enseñó, a sentirme igual pero diferente, ojalá yo consiguiese en los tiempos que corren que mi hija entendiese esto mismo que os acabo de contar, que tiene que valorarse y darse a valer, que una no se entrega a cualquier hombre, ni en cuerpo, ni en alma porque os aseguro que es una de las mejores lecciones que mi madre me enseñó, si no quieres que te rompan el corazón asegúrate mucho de saber a quién se lo entregas, sobre todo si vas a tener hijos con esa persona, ya que eso es algo que te unirá a esa persona para toda la vida y si te equivocas, te esclavizará para toda la vida.
Ella siempre se lamentó de haber elegido a mi padre, y en muchos momentos me reconoció así literalmente que no se casó por amor, con lo que realmente ella era en parte responsable de su propia infelicidad, pero en su época tampoco había muchas más opciones, cuando mi padre apareció en su vida como ya hemos visto ella ya tenía 28 años, comenzaba a considerarse una solterona, mi padre era bien parecido, tenía trabajo estable y empezó a pretenderla y a meterla poco a poco en su cárcel de oro, no te pintes los labios, ponte un chaleco de cuello cisne, no te pongas ese vestido, y ella fue accediendo y perdiendo vida en cada una esas claudicaciones, pero tampoco tenía otras opciones, fue educada para obedecer, con los años la historia fue cambiando y se fue rebelando, pero para conseguir liberarse de cada una de sus cadenas tenía que llevarse días sin hablarse con mi padre y nosotros lógicamente sufríamos en silencio esa situación sin entender muy bien qué sucedía, con los años consiguieron una relación bastante armoniosa de igualdad, y hoy es él el que hace las tareas de casa.
Cuantas veces la he escuchado decir a mi madre, ojalá yo hubiese nacido en tu época, habría estudiado, habría trabajado, no me habría casado, hubiese disfrutado de la vida. Hoy cuando me ve a mí, con 40 años, una carrera universitaria, dos hijos y un trabajo, y sin embargo me ve todo el día corriendo de un lado a otro, estresada como decía la noticia del telediario, sin poder disfrutar de la vida por falta de tiempo, entiende que tal vez la felicidad tampoco era lo que ella creía, pero calla, porque sabe que soy exactamente lo que ella hubiese querido ser y sin embargo...aquí estoy yo, encerrada también en mi propia cárcel, ella sólo se atreve a decir, " llevas mucha carga, hija, llevas mucha carga...

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⏰ Last updated: Aug 23, 2019 ⏰

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