Entró por la puerta lo que parecía ser un equipo de fútbol americano. Su equipación era de color verde oscuro, nunca los había visto antes, no debían de ser muy conocidos.
Me volví a sentar, podía quedarme aunque sólo estuviesen ellos y yo... Ni siquiera tenían entrenador, qué raro.
Bueno, quizás sí, ya que acaba de sentarse una señora en las gradas.
–¡Vamos Nathan, eres el mejor!–vitoreaba la mujer, alzando una pancarta con el nombre del chico.
—¡Mamá, ya te dije que no hicieras eso!–protestó, al parecer Nathan, con tono cansado. No pude evitar una carcajada, y sus ojos verdes fulminaron a los míos. Wow, calma muchacho.
—Vaaale, bueno en el coche ya sabes que tienes bocatas, ¡mucho ánimo chicos!–animó la señora, lanzándole un beso a su hijo y yéndose por donde había entrado, y provocando las carcajadas de todo el equipo cuando cerró la puerta.
—Tu madre es nuestra única fan, pero su entusiasmo vale como para llenar todo un estadio, Nate–se rió un chico rubio del equipo, mientras seguía calentando.
Desvié la mirada por unos minutos de ese maravilloso espectáculo para mirar un post-it de mi cuaderno que ponía "pensar ideas para trabajo". Ya que estaba "sola", decidí concentrarme y machacarme un poco la cabeza, ya que aunque no me animaba mucho el trabajo, no quería que me arruinara la asignatura.
Podía hablar sobre cómo empieza la atracción, qué detalles pueden enamorarte o cómo puedes encontrar a esa persona, normalmente sin buscarl-...
Escuché un gran golpe y vi a uno de los "jugadores" en el suelo.
—¡Zack, sólo tenías que estirar las piernas, hombre!–dijo otro chico del equipo.
Oh dios mío, esto no puede ser real.
Vamos Álex, no te rías más o al final el niño de mamá te fulminará otra vez con la mirada al más estilo rayita.
Sonreí aguantándome unas buenas carcajadas mientras miraba cómo levantaban al soldado caído... Quería seguir atenta a mi libreta, pero este espectáculo era mucho mejor, así que me limité a mirarlos y dejar a un lado lo que estaba haciendo.
Estuvieron calentando un rato, pero ni siquiera tenían mucha idea sobre cómo hacerlo. Recuerdo cuando observaba a Dylan en los entrenamientos, y eran totalmente diferentes a lo que sea que estuvieran haciendo estes chicos.
Después de sus extraños ejercicios, sacaron la pelota de rugby y se pusieron a jugar.
A ver, no soy una experta en rugby, pero yo diría que no se juega así...
¡Se ha vuelto a caer otro!
Oh dios, qué desastre.- * -
Después de estar un rato mirándolos me di cuenta de que se me habían pasado las horas volando y ya eran las 8. Mierda, mi madre me iba a matar, ni siquiera la había avisado de que esta tarde no estaría por casa; aunque bueno, con tanto trabajo quizás no se haya dado cuenta y pueda salvarme de una discusión innecesaria.
Recogí mis cosas, me puse la mochila y me dirigí hacia la puerta. Los chicos también parecía que ya habían acabado, porque habían dejado la pelota y se acababan de tirar al césped, derrotados.
–Nunca lo conseguiremos...–suspiró Nate desanimado, mirando hacia el cielo.
Los miré unos segundos y realmente me dio pena ese comentario, porque aunque no tenían demasiada idea del procedimiento, su técnica parecía buena y creo que podrían llegar a hacerlo bien.
El chico rubio me pilló extrañado mirándolos y yo aparté la mirada y sacudí la cabeza. Es hora de irme, y más después de este momento extraño.
Salí por la puerta general de la cancha, conecté mis auriculares al móvil y puse un poco de música. Necesitaba estar un rato sin pensar en nada.- * -
—Yo matándome a hacer ejercicio y tú sentada mirando caídas graciosas, ¡Ojalá haber estado allí!–Exclamó Lau a través del teléfono, después de que le contara mi día. Me reí.
–Te desesperarías mucho, a veces me daban ganas de enseñarles cómo se hace, ¡son muy torpes!–me lamenté.
—¿No había ni uno que destacase?–preguntó Lau, y una mirada asesina de ojos verdes se me vino a la mente.
—Sí, hay un tal Nate que no lo hace nada mal–confesé–pero igualmente... No sé, quizás vuelva a ir por ahí, tengo curiosidad por quiénes son, nunca los había visto antes.
—No hay ningún equipo oficial que lleve ese color, he ido a muchos partidos de Dyl y nunca los vi.–dijo Lau, confusa.
—A lo mejor son aficionados–propuse, sin darle mucha importancia.
—Imposible, el precio de alquiler de esa cancha no es accesible para todos–dijo Lau. Nos quedamos unos segundos pensando en silencio.
–Pues ni idea, la verdad–concluí–ya descubriré algo.
–¿Por qué tanta curiosidad?–preguntó Lau. Yo tenía la misma pregunta, realmente.
–No lo sé, así me distraigo un poco de todo el estrés de los estudios y de mi casa–contesté, encogiéndome de hombros aunque Lau no me pudiese ver.
—Hablando de eso, ¿Tu madre no te dijo nada por pasar tanto tiempo fuera de casa?–preguntó Lau, extrañada. Mi madre se suele enfadar cuando no la aviso de que me voy a retrasar o cosas así, se preocupa mucho por mí.
–No, últimamente está muy estresada, tiene muchos pacientes y sus guardias de noche son eternas. Me siento mal por ella, no me gusta verla tan cansada.–confesé algo triste. Hasta que viniese un sustituta de una antigua compañera estaría así.
–Pobre, te entiendo perfectamente–suspiró Lau, su madre era compañera de la mía y estas semanas estaban siendo duras para todas.
—Dios, no te vas a creer lo que me pasó–exclamó de repente Lau.
–¿Qué, qué?–pregunté curiosa, sonriendo.
–Pues verás...–empezó.
Y así acabé la noche, en una llamada entre risas e historias con Lau, olvidándome de todas mis preocupaciones como siempre consigue ella.
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El Cuaderno de Álex
RomanceUna exposición sobre el amor. Esas fueron las palabras y la propuesta que anticipaban un gran cambio en la vida de Álex, una chica sin demasiada suerte ni mucho éxito en el amor. ¿Qué podría cambiar en 3 meses que no haya cambiado en 17 años? Absolu...