Frío y oscuridad. Esos eran los recuerdos más presentes que atormentaban su mente en aquel infierno de pesadillas en el que la habían confinado, sentenciada por toda una eternidad a purgar un crimen que desconocía. Enclaustrada entre cuatro paredes que se cernían sobre su cuerpo inerte, vigilando estáticas sus movimientos restringidos dentro de una prisión hundida en penumbras. Descomponiendo su mermado espíritu de una forma tan monstruosa e inhumana, que aún le era posible revivir el filo de las despiadadas garras que lastimaron su carne. Incrustándose con crueldad en las profundidades de su garganta, para así llevarse consigo cualquier palabra que sirviera para brindarle salvación. Trató de arrastrarse por la gélida superficie en busca de auxilio, ignorando el repugnante sonido que hacia la piel al desprenderse de sus extremidades amoratadas y endurecidas por el entorno congelante. La pesada rigidez de sus huesos colapsó en conjunto, crujiendo lastimosamente para dejarse colisionar en un rojizo riachuelo. Su resistencia física y psicológica había alcanzado un límite alarmante, concientizándola de la terrible realidad que la asechaba. Ahora que sus fuerzas se desvanecían con cada descompasado soplo de aire que era soltado por su boca, lo entendía. Estaba atrapada. Estaba sola.
-"Te equivocas, yo siempre estaré a tu lado".
Susurró quedito en el borde de sus oídos una voz casi fantasmal, rasgando el funesto silencio que se creaba cual velo de telaraña.
-"No tienes por qué temer más".
Fue un llamado lejano y a la vez conocido. Un dulce bálsamo a los aterradores miedos que ansiaban devorarla ocultos en las sombras. Forzó a su cerebro a ponerse en marcha, obligando a sus pensamientos a hundirse en una confusa nebulosa. Las memorias se agitaban entre sí en busca del menor indicio que aclarara sus dudas, no obstante, su cabeza era un lienzo en blanco. Habían hurtado sus recuerdos. Una incandescente onda de desesperación le penetró hasta la médula, frenando por una milésima de segundo los golpeteos inestables de un órgano que se rehusaba a latir debido a la culpa. Se encorvó afligida en aquel escenario que despedía el atroz perfume de la muerte, percibiendo la humedad de la sangre fluir por los orificios de sus heridas abiertas. Los miembros de su mano derecha se agitaron involuntarios, y guiados por un instinto que estaba fuera de su dominio, empezaron a trazar letras en un escabroso tono carmesí. Armando en mayúsculas, la única palabra que noche tras noche le comunicaba a quien le fue imposible defender. PERDÓNAME.
-"Recuerda, te protegeré hoy, te protegeré siempre".-
Le prometió en modo de despedida ese quien intervenía desde las entrañas de su subconsciente para sosegar su congoja. Reprimiendo el creciente tormento que fragmentaba su interior al no recordar la identidad del ser que la consolaba desde su infancia.
Deprisa abrió sus parpados aturdida ante la escalofriante familiaridad emocional que le daba la bienvenida, sintiendo los estragos aletargados del precario momento de ensoñación que por costumbre, le era negado. Sus pies desnudos deambularon mecanizados entre las cajas aún empaquetadas hasta el ventanal principal, guiándose con la luz artificial que era despedida por una de las lámparas. Una vista de los primeros copos de nieve la recibió, apreciando la nostálgica atmósfera con la que las glaciales gotas pincelaban el exterior. Posó su frente sobre el marco de madera, suspirando a cortos intervalos para apaciguar el punzante nudo que bloqueaba el surgimiento de un desgarrador llanto. Sus delgados dedos hicieron presión contra el frío cristal, transcribiendo trazos imaginarios, una absurda rutina que servía para mantenerle conectada con el hombre que durante más de diez años, había jurado protegerla. El deslizar de las lágrimas era indetenible, manifestando con sus apagados sollozos la enorme pena de haber pérdido a alguien importante, a alguien a quien su triste corazón se aferró a ciegas pese a las amargas secuelas de un pasado que le fue arrancado. Liberó el cálido aliento, evaluando hipnotizada, como el cambio de temperaturas se encargaba de mostrar el misterioso mensaje que se dibujaba en la plana extensión de vidrio. Y así como lo escribiera desde hace mucho tiempo atrás, su piel también llevaba tatuada la palabra que más dolor le producía, aquella que tenía el poder absoluto de hacer trizas su alma. Recuerda.
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Ayudante de Cupido - El Retorno de Las Almas© (Libro 2)
FantasíaLibro #2 de la bilogía "Ayudante de Cupido". "Sentenciados a la oscuridad, condenados al olvido. Un amor, prohibido por los dioses". Sinopsis: El hombre que asalta mis sueños tiene la apariencia de un amargo ángel. Él tiene una dura mirada, una sonr...