III

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La señora Reynolds estaba con los mil nervios, el joven amo le había comunicado de una importante visita la mañana siguiente. Y ordenó que todo debía estar colocado en su lugar en la gran casa, y más que limpio que nunca, "impecable", señalo él. Algo que la ofendió, porque ella era muy meticulosa y el amo mayor nunca se quejó de su eficiencia. Jarren ya le había contado en confidencia, sobre la amistad que mantenía con una desconocida niña y su visita en la gran casa. Lo que no entendía era el por qué del alboroto por recibir a una simple niña. Y no entendía el visible nerviosismo de su pequeño niño, al elegir la vestimenta de ese día para recibirla. Se mordió el labio para no reír, al verlo bajar rápidamente antes de que el reloj diera las cuatro. Lo vio posarse y mostrar la postura recta, la de un caballero en vista de recibir a alguien importante. Pasaron cinco minutos, luego diez, a los veinte, lo vio impacientarse. Jarren se puso lado visiblemente preocupado.

— ¡¿Por qué tarda tanto?! – gritó molestó. El joven amo odiaba la impuntualidad.

— Quizá se perdió. —dijo para calmarlo— Creo que debió permitirme recogerla.

— ¡Mierda!

— ¡Fitzwilliam! modera tu lenguaje – soltó su padre caminando hacia él — ¿Qué hacen aquí en la puerta? —La servidumbre estaba en fila, todos rectos, en posición de recibimiento, como cuando invitaban a nobles, o caballeros importante a la gran casa. Esto situación lo extraño muchísimo.

—Estamos esperando a la invitada del señorito Fitzwilliam, patrón — explico así brevemente Jarren. No le había comentado nada, de la nueva amiga de su hijo. Quizá era mejor así, quizá el amo estaría renuente a que el joven Fitzwilliam uniera o entrelazara alguna amistad con la hija de un caballero pobre. Las clases sociales eran muy marcadas en Inglaterra.

— Ya veo —asintió muy sereno— pero creo, que deben ir a salón, ella está allí esperando hace más de diez minutos. No es dable hacer esperar a una dama. Aunque eso sería extraño llamarla así, ya que la vi ingresar a la casa por la ventana —señalo esto esbozando una sonrisa irónica.

Los rostros de su hijo y de su criado, eran el de una pintura en óleo, excepto de alegría y serenidad. Imborrable. Hasta su ama de llaves, lo miraba perpleja. Entonces vio con diversión como su hijo corría al salón, seguido de Jarren. Después le preguntaría a su hijo como la había conocido. Seguramente sería una historia interesante de escuchar.

***

El señorito Fitzwilliam y la pequeña Lizzy© COMPLETADonde viven las historias. Descúbrelo ahora