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El rosa.

Ese color claro del que la mayoría de las chicas están enamoradas.

Lo odio.

Miré a mis manos, justo en las uñas el barniz de un rosa pálido chillón y decoraciones en blanco; miré las pulseras y colgantes, y uno de ellos llevaba una cruz plateada, fruncí el ceño ante eso.

Lo odio aún más.

Incómoda, tiré de mí vestido celeste de corte princesa hacia abajo, sentía calor, picazón e incomodidad, mucha incomodidad. Los tacones altos de color negro enviaban punzaciones por toda la planta de mis pies, mi cabello largo y rizado en las puntas (gracias a un maldito aparato, que quien sabe cómo se llama) estaban cogidos en un moño elegante con algunos mechones ondulados cayendo sobre mí frente.

Primera regla que toda buena dama debe seguir.— ví a mí madrastra posarse frente a mí con un latido de cuero fino apretado entre sus delgadas y finas manos.— La postura. Las damas no se encorvan, genera una mala impresión a los demás, a los buenos hombres. Segunda regla: jamás hablarás sin que te den el permiso de hacerlo a menos que te pidan que lo hagas. Tercera regla: siempre recibirás a todos con una sonrisa, a donde vayas ellos lo único que verán en ti será tu belleza. Cuarta regla: nunca le llevarás la contra a los hombres, son ellos quiénes mandan por sobre las mujeres, el trabajo de una dama es cuidar, velar y vivir por el esposo. Quinta regla: está prohibido que mires a alguien a los ojos, menos si es alguien importante. Una dama sabe expresarse perfectamente, no murmura ni tartamudear, siempre usa vestidos y nunca abre la boca si no se le es pedido. Una dama no se cruza de piernas, no pone los codos sobre la mesa y nunca desobedece la palabra de un buen hombre.

¿Qué pasa si un hombre decide tomar poseción de mí? ¿Qué pasa si quiere aprovecharse de mí por usar este tipo de vestidos? — pregunté disimulando lo asqueada que me encontraba. La respuesta que me dio solo causó que las arcadas se hicieran presentes.

¿Mhmm? Nada, tú no harías nada, y en todo caso la culpa sería tuya.— ella lo dijo como si dijera el clima.  Ella tomó sus cosas, acomodó su larga falda negra y me tomó del brazo, arrastrándome al interior de aquella fiesta.— Ahora, Kylie tendrás que comportarte.

Ella al entrar formó una sonrisa en sus coloreados labios y camino con elegancia hasta donde estaban sus amigos y socios hablando tranquilamente con mí padre, quién al verla la saludo con un beso en la mejilla y la rodeó con una brazo por la cintura.

Acomodé con mis manos los pliegues del bendito vestido y practiqué mí mejor sonrisa fingida y finalmente me presenté ante todos; el ambiente era demasiado pesado, hostigante y la música que era clásica y aburrida estaba de fondo, las personas de alto estatus, llenos de joyas y perfumes carísimos presumían de sus ganancias y beneficios. Sentía asfixia por las personas que se me acercaban, en el aire se podían distinguir las fragancias pesadas de los varones y las llamativas y empalagosas colonias de las mujeres, los hijos de los millonarios empresarios estaban a mí alrededor haciendo preguntas vacías y sin sentido, las jóvenes criticaban cada cosa que hacía, cada palabra, cada expresión, cada movimiento, sin hacer el favor a nadie me alejé un poco de ellos. De un momento a otro, sentía la cabeza como si estuviera sumergida en el agua, la sentía pérdida, la sensación de ahogamiento no era exageración, así que a paso rápido pasando a los demás, sin responder a llamados o preguntas hipócritas, me fui a las afueras de la gran mansión, por la parte de atrás, pasando pasillos alejándome del bullicio de la fiesta, pronto salí al jardín en donde el aire fresco me dio la bienvenida, el viento leve y frío acarició mí piel y me sentí menos confundida, menos ahogada. Solté un suspiro y comencé a caminar.

Y entonces, a lo lejos escuché a alguien cantar, cerca de una pileta activa.

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⏰ Última actualización: Sep 24, 2019 ⏰

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