Capítulo 1

580 63 122
                                    

Era estrecho, era cálido. Podía sentir como el canal lo recibía una y otra vez, amoldándose a su anatomía baja por completo. El británico suspiró de placer mientras admiraba la trabajada figura que se movía encima de él: Dylan. Quería grabarse esos preciosos ojos color miel para siempre, esa placentera expresión que surcaba sus labios rojos, quería saber que ese castaño pediría por él, solo por él. Volvió a gemir cuando las caderas del chico se movieron sobre su cuerpo, haciéndole echar la cabeza hacia atrás, sintiendo como su orgasmo finalmente arribaba lentamente.

La voz femenina que lo trajo de nuevo a la realidad, le hizo abrir los ojos de un momento a otro. Los rubios cabellos se desparramaban ahora sobre su cara, las delgadas caderas que sostenía no se asemejaban en nada a la fantasía que se escondía detrás de sus parpados. La chica se había dejado caer sobre él, dejando que sus pechos rozaran la piel desnuda del pecho de Thomas, haciéndole ladear el rostro en consecuencia.

A ese punto ya había perdido la cuenta de todas las veces que había fantaseado en el medio de la intimidad con ella. Volvió a cerrar los ojos poco antes de que la rubia se quitara de encima de él, deslizándose fuera de la cama.

Podía sentir el condón apretándole su sexo ahora flácido. Se apresuró a erguirse sobre el colchón, terminando por colocarse a la orilla de este para poder quitarse el preservativo. Lo hizo bolita y lo colocó dentro de su empaque, ese que una hora atrás, había abandonado junto a la mesita de noche. Tras aquello simplemente tiró el plástico dentro del bote cercano, percatándose del calendario que descansaba junto a la lámpara de buró encendida.

Tenía marcado con rojo el día 26. Faltaban poco más de unos días para que la fecha llegara, y todos se habían organizado para hacerle una fiesta sorpresa al castaño un día antes. La rubia le había hecho jurar que se quedaría con ella toda la semana fuera del país, en unas vacaciones a las que él, no le veía el menor sentido; además claro, de mantenerlo ocupado y lejos del aeropuerto.

Apretó los labios y se dejó caer de nueva cuenta en la cama al tiempo que el sonido de la regadera se dejaba escuchar en el baño.

¿Hasta cuándo iba a continuar mintiéndose de aquella manera? Volvió a cerrar los ojos mientras se llevaba la diestra al rostro, sonriendo amargamente al darse cuenta de lo malditamente jodida que era su situación.

Le gustaba Dylan. No se había dado cuenta de lo mucho que estaba interesado en él, no hasta que su mente había comenzado a crear grietas en la realidad, haciéndole fantasear con lo mucho que deseaba al chico.

Cuando algo le había comentado a Kaya, esta le había hecho mirar horas y horas de los vídeos con sus entrevistas. La pelinegra le había hecho notar los detalles, los gestos, las miradas. Le había hecho reparar en los ademanes que tenía para con Dylan. La británica le había hecho notar que aquello no era unilateral, que Dylan le había correspondido desde ese entonces, y que ambos tenían que estar demasiado ciegos para no darse cuenta de aquel simple hecho. Pero eso había sucedido tanto tiempo atrás, que Thomas creía que era prácticamente imposible que la semilla hubiese continuado creciendo. En dado caso de que el castaño en algún remoto caso hubiese sentido algo por él, probablemente, ya lo había superado.

Por supuesto, Kaya había mencionado que esa clase de cosas no se olvidaban, que no lo sabría hasta que lo intentara.

Probablemente debió haber hecho caso a su amiga por aquel día.

Soltó un largo suspiro al tiempo que ponía de pie y se colocaba la ropa, escuchando como el móvil que estaba en el suelo alfombrado de la habitación, sonaba con insistencia. Apenas terminó de colocarse los ceñidos vaqueros negros, se apresuró a coger el aparato, observando como el nombre de cierto coreano iluminaba la pantalla digital.

Birthday Boy | DylmasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora