Capítulo 4

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Thomas se quedó anclado a su lugar por aquel instante. No sabía si estaba soñando, no sabía si aquello era una extraña coincidencia, pero ese par de ojos color miel observándole en silencio detrás de un par de vidrios ahumados, le había hecho perder todo el hilo de sus pensamientos en menos de un instante. No sabía cómo reaccionar, siquiera entendía la razón por la que el castaño estaba ahí.

Apretó los labios en un gesto casi natural, notando como era el otro quien daba el primer paso en su dirección, todo aquello después de haber tirado su nombre al azar.

Thomas quiso retroceder, regresar justo por donde había llegado, negándose aun a enfrentar al hombre que había estado atormentando sus pensamientos durante los últimos meses. No estaba preparado, no sabía qué decir por ese instante. ¿Cómo debía enfrentar la situación? No había tenido noticias de él, no se habían comunicado, todo había quedado en el medio de un vacío tal, que la situación se había convertido demasiado turbia y confusa, logrando que los protagonistas establecieran un mar de distancia para mantenerse a salvo.

El británico cerró los ojos y bajó la mirada al tiempo que notaba como las gotas de lluvia comenzaba a mojar su calzado, a humedecer sus hebras rubias. Cuando sus ojos volvieron a alzarse, la figura de Dylan a unos cuantos pasos de él finalmente le hizo reaccionar.

—Tommy —el timbre del tono de voz de Dylan sonaba confuso, lejano, quizá hasta podía notar una pizca de dolor en él. Pero ni aquello fue suficiente para derribar la barrera que Thomas ya había alzado de nuevo a su alrededor. Debía mantenerse firme, debía evadir cualquier mínimo detalle que le recordara las mil razones por las que ese hombre lograba robarle el aliento.

—Estás muy lejos de América, Dylan —Thomas quiso sonreír, pero en lugar de ello un extraño gesto se pintó sus facciones. La lluvia ya había comenzado a bañar el rostro de Dylan, quien segundos antes, había terminado por quitarse los lentes de sol, permitiéndole perderse en aquella mirada color miel.

—Sí, bueno, hay personas que valen la pena en este lado del charco —Dylan sonrió, sintiendo como la lluvia ya había comenzado a bañarle, a hacerle olvidar que se hallaba debajo de la línea de los cinco grados y que de no moverse, cogería una maldita hipotermia.

—Un mensaje hubiese bastado —Thomas hizo una pausa, terminando por llevarse la mano enguantada hasta la nariz, apartando las incomodas gotas de agua que se deslizaban por la punta de la misma. Tiritaba un poquito, el frío comenzaba a calarle y sabía que debía parecer un lunático hablando con otro en el medio de aquel lugar.

—Ambos sabemos que eso no es cierto, Tommy, nosotros...

—No tenías que molestarte, Dylan, no tenías que venir. No tenías qué hacer esto, en serio —Thomas le interrumpió, tratando de romper su interior para hallar los retazos del recuerdo que había luchado por olvidar. Debía anclarse a la verdad, a los hechos, debía aceptar lo que había sucedido debía... Debía irse de ahí.

—¿Quieres dejarme hablar, Sangster? —fue la sonrisa socarrona en los labios de Dylan la que finalmente capturó la atención del rubio británico—. Lo siento, Tommy, lamento todo lo que sucedió ese día, de verdad...

Thomas parpadeó confundido, notando como el menor hacía una pausa, como si tratase de encontrar el resto de las palabras que atoraban por aquel instante en su garganta. ¿Por qué se estaba disculpando exactamente? El británico estuvo a punto de contestar, de detener la dulce tortura que las palabras de Dylan representaban para él por aquel instante, pero el trueno a la distancia le hizo desistir de sus pensamientos en menos de un segundo. La lluvia solo empeoraba sobre sus cabezas, sus labios tiritaban, estaba seguro que de continuar un minuto más debajo de la lluvia acabarían en el hospital antes de finiquitar la charla. Probablemente había sido por ello que no dudó en sujetar la mano de Dylan, sonriéndole, sacándole del remolino de pensamientos que parecía consumirlo por aquel instante.

Birthday Boy | DylmasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora