Paquete de bodas II

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...............Dos meses después...........

Dos meses como su esposa, un años juntos, los más felices días de mi vida, pero había que salir del escondite...

Estaba instalada en mi hogar con mi marido y si lo que usted pensó es que la tenía pequeña no... de eso sí me cercioré.  ¿Qué tiene problemas de virilidad? A pesar de los veinte años de diferencia, tampoco es cierto, él se encuentra bastante saludable. Tenemos una vida sexual activa y saldable, conversamos y nos llevamos de maravilla, pero lo difícil viene ahora, las vacaciones de sus hijos acabaron y el enorme paquete que me cae encima es casi un castigo difícil.

<<Dos adolescentes... Yo soy casi uno.>>

Bueno, por lo que llevo entendido el mayor cumplirá pronto dieciocho y su sucesor diecisiete, eso quiere decir que en dos años hasta podríamos rellenar sus lugares con mis bebés y dejar a esos grandulones  vivir salvajes y alegres.

Mi preocupación esencial, era que entre ellos y yo había unos... ¿Qué? diez años. Eran menos de los que su padre me llevaba a mí y me preocupaba cuan escandaloso aquello resulte para ellos.

Después de pensar o mejor dicho, darle vueltas al tema de la edad de Luthor, la mía y la de sus hijos, definitivamente logré descansar hasta la mañana siguiente.

Desperté entre los brazos de mi esposo, fui al baño lavé mis dientes mi rostro e hice una cola, me fui directo a mi cocina y preparé su desayuno favorito.

Cuando estaba sirviéndose el desayuno sentí sus grandes brazos envolverme.

Luthor dejó unos besos en mi cuello y me dio uno en la nariz, su gesto me hizo sonreír, él es mi felicidad a su lado me siento completa.

Adam me miró con desaprobación y lo encendí con una traviesa sonrisa y mis ojos entrecerrados. Él no estaba de acuerdo con que fumara justo después de abrir mis ojos, pero, ¿Quién no tenía hábitos paupérrimos?

—Hoy voy por mis hijos.

— ¿A qué hora llegan? —pregunté y me estiré para alcanzar un cigarrillo.

—En tres horas. —Nos sentamos en le barra de la cocina y desayunamos.

— ¿A qué lugar los enviaste? —Pregunté y me miró sorprendido.

Tal vez sea por el hecho de que preguntara por sus hijos o porque estuviese haciéndolo hasta ahora

<<¡Quién sabe!>>

El punto es que ni siquiera sé su nombre y me parece estúpido preguntar.

—A España. —Respondió y alcé una ceja para que dijese más. — Unos amigos se ofrecieron a cuidarlos. —Mi esposo lavó los platos. —Preciosa, ¿quieres ir conmigo a recogerlos?

<<¿Quiero ir a recogerlos?>>

¡No!

<<No, no quiero, quiero un mes extra para saber si odian las zanahorias,  si les deprime las espinillas o si practican algún deporte; porque había estado concentrada en exceso en meterme entre sus piernas  y porque él se ocupara de darme bastante placer apoyado por ciertas zonas de mi cuerpo y mis activas hormonas.

Cuando no estábamos en eso, estábamos siendo egoístas y conociéndonos, entonces, no quería a sus hijos en casa, ni siquiera, quería que él fuera por ellos ¿Cómo sonaría esto en voz alta?>>

Sí, como una locura. 

Por eso utilicé la frase que aplicaba en el instituto con mi madre, ahora con mi esposo:

El paquete de mi esposo DISPONIBLE EN DREAMEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora