I - Cadenas*Penas

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Sollozos, llantos, desde noches pasadas aquello era lo que se escuchaba sin interrupción. Cada lamento poseía un motivo tras de sí; una muerte, un miedo, inquietud, la razón variaba entre quienes habían sido confinados a permanecer en jaulas como si fueran alguna clase de animal. Ninguno podía recordar el día de su encierro ni siquiera poseían seguridad del tiempo que llevaban en dicha situación. Agua y comida ambas cosas eran anheladas, cuando sus captores las traían quienes en las jaulas se hallaban se convertían en simples bestias capaces de matar a quien fuera que se interfiriera en su camino por obtener aquellos sustentos para la vida.

Separado de aquel turbulento lugar se hallaban alejadas unas jaulas en donde habían sido confinados jóvenes considerados como exóticos por su bello aspecto, entre ellos se encontraba una jaula ocupada por un único joven a quien sus ropas se vieron teñidas por la sangre de las personas que en vida llamó padres. Su nívea piel ya mostraba las marcas que sus ataduras dejaban ante el más mínimo movimiento. Así como el resto, aguardaba la llegada de aquellos objetos tan añorados. Al recibir su ración fue consumiéndolos poco a poco, esto derivado del ardor causado por el roce de sus cadenas con su piel.

Agotado, el joven en pequeños sorbos fue bebiéndose el agua sintiendo refrescada su garganta. Terminados sus alimentos vio ingresar a un grupo de personas entre las cuales se destacaba la de un joven de porte imponente y ropajes elegantes que dejaban en clara su posición de superioridad por sobre quienes se encargaban del cuidado de los prisioneros. Acercándose a aquella solitaria jaula sin consideraciones sujeto al joven dentro de ella del rostro con gran brusquedad—. Vaya, no me esperaba encontrar tal belleza en tan pobre sitio —comentó aquel elegante joven soltando bruscamente al de cabellos azabache que cayó con gran violencia a causa del peso de sus grilletes.

Sin haber logrado entender las acciones ni las palabras pronunciadas por sus captores, el joven de negros cabellos solo podía sentir su cuerpo temblar al recordar la mirada que le había dirigido aquel joven de rubios cabellos.

Algunos días transcurrieron, poco a poco un barco fue siendo llenado por las jaulas que aprisionaban a los habitantes del un pueblo forzado a caer en su extinción. Mientras era subido al barco, aquel joven dirigió una última mirada al sitio donde alguna vez estuvo su hogar, sus lágrimas cubrieron su rostro, se sentía incapaz de creer que su tan pacificó hogar hubiera sido atacado por gente desconocida. Los días felices se desvanecieron en un simple parpadeo.

Largo fue el viaje, miedo y melancolía se entremezclaban en aquel almacén, quienes en las jaulas iban eran presas de la confusión ante el desconocimiento del destino que los aguardaba.

Para el joven destinado a viajar en solitario las lágrimas poco tardaron en abandonarlo, en su mirada la inexpresión se había alojado ante el hecho de haberse convertido en el entretenimiento de quienes laboraban en aquella embarcación. Su pálida piel fue teñida por marcas rojas y moradas, fue manchado por pecado y tomado cuantas veces desearan sus captores. Desconocidos eran los días que llevaban navegando, para aquel joven todo perdió sentido de tiempo, en sus ojos el abandono por vivir podía apreciarse.

Ruidos comenzaron a escucharse; palabras, un lenguaje desconocido envolvió a los prisioneros traídos desde una tierra tan lejana absorta en la tranquilidad a una tierra en que mil sonidos eran escuchados antes del venir de la noche. Las jaulas fueron descargadas una a una y colocadas de forma que pudieran ser apreciadas por quienes las vieran, aquellos prisioneros fueron convertido en mercancía sin saberlo, un precio mediría su valor, su propia existencia.

El joven de azabaches cabellos se vio siendo apartado del resto al ser su jaula subida a la parte trasera de una lujosa carretá junto a cajas las cuales en sus interiores se hallaban toda clase de lujosos objetos cuyo destino sería elevar el egocentrismo de una de las familias más importantes de aquel lugar. Alejándose, el joven solo contemplo como era separado del resto de los suyos que eran preparados para convertirse en simples accesorios decorativos para dejar a la vista el nivel social de quienes los adquirieran.

Alejado de aquel sitio, se hallaba una imponente mansión, para aquel joven convertirse en objeto fue entrada al mismo infierno. Sus ropas le fueron arrebatadas y reemplazadas por prendas poco menos que decentes las cuales apenas le permitían cubrirse apropiadamente.

Manteniendo sus cadenas fue llevado hasta una habitación donde se le retiraron sus grilletes para ser reemplazados por nuevos agregándose uno sobre su cuello, todas sus ataduras estaban ancladas a una pared limitándole su movilidad dentro de la habitación. Confundido el azabache permaneció quieto a la espera de que alguien ingresara al lugar.

Fue cuando la obscuridad cubrió el cuarto que finalmente alguien ingreso, quien había entrado era la misma persona que vio en aquel barco, queriéndose esconder el sonar de sus cadenas le hizo saber que no existía forma de huir. Aquel rubio al iluminar la habitación contemplo a aquel joven traído con el único objetivo de satisfacer un placer que su esposa poco conseguía lograr. Para el azabache las palabras que soltaba el rubio eran imposible de entender, sin embargo, toda su cabeza perdió noción de realidad cuando fue obligado a beber un extraño líquido cuyo sabor era un tanto desagradable.

Para cuando el amanecer llegó, el azabache abrió sus ojos, un agudo dolor se manifestó por su cabeza haciéndole difícil soportar la luz del sol, mirando con más claridad pudo notar el estado de su cuerpo, y al ver su parte baja contempló como esta era cubierta por un pegajoso líquido blanco el cual escurría por su piel cayendo sobre el colchón donde se hallaba recostado.

Mirando la habitación con cierto miedo busco a aquel rubio, pero al encontrarlo sonrió algo aliviado. Pasada la mañana vio a un grupo de personas ingresar al cuarto trayendo consigo diversos objetos así como lo que parecían alguna clase de ropas. Quedando vestido con ropas tan cortas fueron siéndole retiradas sus cadenas para ser sustituidas por una en su cuello la cual estaba amarrada a una cabeza corta de la cual podría tirarse. Cuando aquel rubio hizo acto de aparición con fuerza jaló aquella cadena con gran brusquedad haciendo sentir un poco de dolor al azabache a causa de las otras marcas que ya cubrían su pálida piel. Con violencia fue arrastrado hasta una carroza, sumido en el silencio escuchaba a quienes iban en los asientos sostener una conversación entre ellos dedicándole fugaces miradas a su accesorio quien ante daba la impresión de asemejarse a un pequeño animal presa del miedo.

Al llegar a un edificio, para el azabache fue sorpresivo ver tantas personas, que así como él, portaban grilletes sobre sus cuellos. Contemplando aquel escenario intentaba comprender que motivo podría existir para tener que estar viviendo tal situación. Un abrumador aroma envolvía el ambiente nacido del humo del cigarro, ruidos ingresaban por sus oídos haciéndole sentir dolor, una sensación de mero se hizo presente, todas aquellas sensaciones fueron presentándose una tras otra haciendo imposible para el azabache adaptarse a tan ruidoso ambiente, a los fuertes aromas, a las risas y ensordecedora música. Rememorando sus días de alegría, recordaba la tranquilidad y armonía que disfruto en su pueblo.

Para cuando pudo retornara la habitación, una vez más fue obligado a tomar nuevamente aquella bebida tan desagradable que le hacía perder la noción de si mismo. Al volver a tomar consciencia su mirada se tornó en tristeza más no pudo generar lágrima alguna, aun si su memoria era incapaz de recordar, su cuerpo rememoraba los actos impuros que eran cometidos contra él generándole una sensación de desagrado, mirando las marcas que cubrían su nívea piel le hacía sentir una mayor repulsión hacia sí mismo causándole un mayor grado de nauseas.

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Hasta aquí llega el cap, espero les haya gustado.

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Nos escribimos y nos leemos hasta el próximo capítulo.

¡SAYONARA!

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Bara no Namida (YAOI)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora