El agotamiento envolvía su cuerpo, varias punzadas de dolor recorrían su piel, abrir sus ojos supuso un gran esfuerzo. Varios minutos fueron los que requirió para que su visión se aclarara. Un color marrón fue lo primero que pudo distinguir. Volviendo a cerrar sus ojos, pensó en esa voz que en sueños había estado escuchando, esa que parecía hablarle con tanta preocupación e inquietud. Abriendo nuevamente sus ojos, dio una mirada al lugar en que se encontraba. La confusión poco tardo presentarse. Todos los objetos que había le eran desconocidos, al mismo tiempo su mente pareció darse cuenta de algo, aquellos grilletes que había tenido, ya no estaban, en su lugar había largas tiras de color blanco cubriendo su piel.
Repentinamente, su confusión fue desplazada por un gran miedo al instante en que logro escuchar como unos pasos parecían estarse acercando a la habitación, tan pronto su cuerpo comenzó a tensarse, fuertes tosidos y un gran temblor se hicieron presentes. Aquellas pisadas parecieron acelerarse y la puerta del lugar poco tardo en ser abierta, dando paso a un joven de rubios cabellos y mirada esmeralda envuelta en preocupación—. Esto no se ve bien —lo escucho expresar mientras parecía dirigirse rápidamente hacia uno de los costados de la habitación y sacaba algunas cosas. Unos piquetes se hicieron sentir y, tras ellos, el joven de azabaches cabellos sintió como su cuerpo se entregaba una apacible tranquilidad—. Menos mal —se volvió a escuchar la voz del rubio que esbozaba ahora una expresión gentil.
Contrariado, el de cabellos azabache podía sentir como el contrario hacia toques a su cuerpo, encontrando confuso que estos no fueran como los que habitualmente le hacían, puesto que estaban siendo hechos con gran cuidado. De igual forma, las cosas blancas, que ya no eran de ese color, fueron cambiadas por unas nuevas, tras haber sido aplicada sobre su piel algo frio que le hacía arder varias regiones de su cuerpo, pero que, pasado un rato, dejaba una sensación de alivio a su cuerpo.
—Has pasado por mucho, ¿no es así? —el menor, en su tranquilidad y confusión, encontraba sorpresa al estar escuchando palabras que le eran comprensibles, aun si no podía recordar cuando fue la última vez que fue capaz entender una palabra de otra persona, en dichos momentos, no lograba reunir fuerzas suficientes para hablar—. No debes esforzarte —escucho decir al rubio. En ese mismo instante se hicieron escuchar unos escalofriantes sonidos que exaltaron al de azabaches cabellos. Para el de cabellos rubios fue un alivio haber encontrado al menor antes de que se desatara la fuerte ventisca que llevaba ya rato arremetiendo contras las ventanas de su hogar—. Hoy hará mucho frio —dijo levantándose y caminando hacia un lado del cuarto, de donde saco una cobija y misma que uso para acobijar al azabache, así mismo, antes de volver a sentarse, echo algunos leños más a la chimenea que mantenía cálido el lugar.
El azabache, por su parte, solo contemplaba al contrario recorrer toda la habitación, esperando el momento en que este fuera a volver a donde él y le hiciera lo que muchos otros ya le habían hecho. Sin embargo, aquel chico solo se limitó a sentarse en la silla donde había estado y tocarle la frente—. ¿Sientes calor? —el azabache no encontraba qué respuesta dar, aunque su cuerpo estaba quemándole, hasta que no fue cubierto por la cobija había estado teniendo frio. Contemplando los resoplidos que el menor estaba haciendo le hacían entender al mayor que este no podría darle una respuesta exacta—. Será mejor que comas algo —comento posando el dorso de su mano derecha sobre la mejilla contraria. Justo cuando el rubio se levantó, el azabache alcanzo a sujetarlo con debilidad de un costado de la blanca camisa que llevaba—. ¿Qué ocurre?
Manteniendo aquella posición, el de azabache cabello junto un poco de fuerza para conseguir efectuar una pregunta—. ¿C-cual es... t-tu nombre?
—Miles —dijo el rubio—. ¿Cuál es tu nombre?
Un silencio nació, soltando aquella blanca prenda, el azabache se entregó a la confusión, fue en dicho instante en que se dio cuenta de algo. No podía recordar su propio nombre. Sin importar cuanto lo intentara, el nombre que alguna vez poseyó ya no le era posible recordarlo, como si nunca hubiera tenido uno. Notando como una gran agitación comenzaba a asfixiar al menor, Miles le brindo una gentil sonrisa.
—Tranquilo —le dijo con suavidad, lo cual consiguió tranquilizar al azabache—. Pero será un problema no tener como llamarte —pensando, el rubio decidió darle un nombre momentáneo a su invitado que pudiera facilitar la comunicación entre ellos—. De momento, tu nombre será Yuuki.
Recibiendo aquel nombre, el ahora llamado Yuuki, sintió una gran felicidad envolverlo, después de mucho tiempo, de tanto sufrimiento y dolor, estaba siendo la primera vez en mucho tiempo que alguien lo llamada por un nombre, daba igual si no era su verdadero nombre, la alegría estaba en esas cinco letras que componían aquella forma en que esa persona tan amable lo llamaría.
Dejando ir al rubio, Yuuki se quedó solo en la habitación, cerrando sus ojos, debido a la fiebre, sentía como su cuerpo iba dejándose arrastrar ante el gran malestar que finalmente comenzaba a afectarlo. Llegado un punto, sus oídos comenzaron a sentirse inundaos por una ola de molestos sonidos, los cuales lentamente comenzaron a volverse más claros, terminando por transformarse en todas aquellas voces que por tantos años estuvieron agrediéndolo y abrumándolo, así mismo, en sueños podía encontrarse en todas aquellas situaciones que vivió a manos de un sinfín de desconocidos. Pronto soltó un gran alarido que ignoro por completo el gran dolor en su garganta. Sentía como si no pudiera respirar. Su agitado estado llego a tal grado que no fue capaz de escuchar el instante en que Miles retorno con pasos apresurados a la habitación y comenzó a llamarlo. Debió pasar alrededor de media hora, para que Yuuki pudiera ser capaz de tranquilizarse, quedando en un estado donde todos los malestares de su cuerpo parecían estarlo abrumándolo de sobremanera, a tal punto de que la fiebre que poseía podía volverse peligrosa.
—Yuuki —pronuncio Miles, el nombre que le había dado al azabache, con gentileza. Sobre la mesa de noche, que estaba junto a la cama, tenía algunos medicamentos y un tazón que contenía una avena que aun humeaba debido a su reciente preparación. Yuuki, entre abriendo sus ojos, resoplaba con mucha más agitación que antes, era notorio que su cuerpo no poseía ninguna fuerza para moverse. El mayor, acomodo al contrario de una forma en que le fuera fácil consumir la comida, tomo el tazón de avena y con una cuchara tomo un poco, soplando para aminorar lo caliente de esta, para después, aproximarla a la boca de Yuuki—. Te he preparado algo de comer, esto te ayudara a juntar fuerzas.
Yuuki, sin ser del todo consciente de su entorno, siguió las indicaciones de Miles y, en bocados pequeños, comió aquello que el rubio le había preparado. Debieron ser lentas y pequeñas cucharadas de avena, y breves tragos de agua, los necesarios para procurar no sobre esforzar el estómago del contrario. Una vez Yuuki comió lo que le fue posible, Miles le dio algunas medicinas y lo dejo seguir durmiendo.
Pensando si dejar la habitación, Miles considero que aquello podría no ser buena idea, el estado tan delicado en que Yuuki se encontraba podría ser peligroso, sin saber que tan graves eran las afecciones que abruman el cuerpo de Yuuki y la clase de vida que este debió estar llevando, dejarlo solo podría hacerle difícil darse cuenta de cualquier otra complicación que aún no hubiera contemplado. Ese chico de negros cabellos necesitaba recibir tantos cuidados como le fuera posible para asegurar que pudiera recuperarse.
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Hasta aquí llega el cap, espero les haya gustado.
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Nos escribimos y nos leemos en el próximo capítulo.
¡SAYONARA!
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Bara no Namida (YAOI)
RomanceLas llamas habían consumido su hogar, el pequeño pueblo que alguna vez existió fue reducido a poco menos que cenizas, sobrevivientes fueron convertidos en prisioneros. Obligados a abandonar su tierra existirían para vivir como simple mercancía, cuya...