I

218 33 3
                                    

No había nada mejor que estar a 100 pies de altura, saltando de un lugar a otro con aquel bien conocido temor por caer.

No malentiendas.

No es que le tuviera miedo a la muerte o a caer del trapecio, solo que aquello le generaba una desconocida sensación dentro de él, una mezcla entre adrenalina y entusiasmo.

Joel, así se llamaba ese trapecista.

Había crecido en un circo viendo de todo, magia, sobre todo.

Porque para Joel eso significaba el circo, magia.

Pero había algo que Joel quería más que cualquier otra cosa.

Desde niño había visto como sus padres y sus hermanos se desenvolvían en el trapecio y de manera paciente espero que llegara el momento en que él pudiera llegar a subirse al trapecio.

Hasta que un día pasó.

Jamás lo olvidará.

Allí a 100 pies de altura viendo todo el circo desde esa altura le hizo sentir muy especial.

Y brilló, brilló como solo Joel podía hacerlo.

Su acto se hizo el más famoso y el más esperado del circo, no había persona que no quisiera verlo.

Nunca veía a su público solo se concentraba en él mismo y en el trapecio. Siempre sentía la mirada del resto sobre él pero ese día fue algo diferente.

Sentía una mirada aun más insistente sobre él, un par de ojos de no dejaban de seguirlo de ninguna forma.

Por primera vez vio a su público buscando aquellos ojos que lo veían de diferente forma.

¿Pero cómo encontrarlo entre tanta gente?

¿Era imposible?

No realmente.

Todas las personas veían expectantes por el espectáculo que había entrado en una inesperada pausa.

¿Cómo descubrirlo realmente?

Entre tal multitud solo debía encontrar a quien podía decir ser dueño de la mirada preocupada, aquel que lo veía no como un espectáculo, sino como persona.

¿Quién era?

Un alegre chico de ojos mieles y cabello castaño, apenas pudo distinguirlo a tal altura, apenas podía distinguir la preocupación en su mirada.

No lo esperó realmente. Se quedo viendo al chico de grandes ojos mieles, se sintió hechizado.

Si no hubiera sido por su hermano probablemente seguiría en trance perdiéndose en el brillo de esos ojos.

Entonces ahora tenía una razón para brillar aun mas, quería llamar la atención del chico, por ahora sin nombre.

Realizó su trabajo lo mejor que pudo, debía hacerlo.

Pero como toda estrella un día debía de apagarse.

Tuvo que caer.

No se sujetó bien y se desplomó hacia el suelo.

Pero ¿No hay una red de seguridad por si eso pasa?

Claro que sí.

Existe esa red, pero nadie sabe realmente que fue lo que pasó.

1 en 1000 esa era la probabilidad.

La fuerza al momento de caer fue mucha y al golpear la red rebotó, no fue malo.

O no lo sería si su brazo no se hubiera enganchado en la red.

Algo sin consecuencias dijeron para calmar al público pero eso no calmaba el acelerado corazón del chico de ojos mieles.

"Se recuperará"

Era lo que Joel siempre escuchaba durante aquella revisión médica.

Una lesión en los ligamentos del hombro, nada grave en realidad.

-Con algo de tratamiento se recuperará- le dijo el médico a sus padres dándole la receta de los medicamentos.

-¿Podrá subir al trapecio otra vez?- pregunto preocupada su madre.

-El tiempo lo dirá-

Quizá fue la forma en la que respondió el médico o tal vez el hecho de que no pudo saber el nombre del chico de ojos mieles, pero Joel ya se sentía destruido por dentro.

Joel se iba a rendir.

Su vida como trapecista se había terminado.

¿Puedes imaginar lo que significa?

Tal vez.

Ahora Joel se sentía muy solo, era un poco masoquista quedarse en las prácticas de sus hermanos mientras él solo podía observar.

Y eso que solo había pasado un día de su accidente.

Fue la primera vez desde que era niño que tenía que estar solo observando el espectáculo, viendo desde el suelo sin poder hacer nada.

-Hay alguien preguntando por ti- le había dicho uno de sus hermanos cuando el show terminó.

-Dile que estoy bien y ya- le respondió desganado.

-Eso le dije- afirmó Gabriel -Pero quiere verte-

Joel levantó una de sus cejas mirando de manera intrigada a su hermano.

"Tal vez sea algún amigo" fue lo que pensó Joel.

-¿Quien?- preguntó finalmente.

-Un tal Christopher-

Pero ese nombre no le recordó nada, a nadie.

Se encogió de hombros y miró a su hermano -No lo conozco-

A 100 pies de altura ||Virgato||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora