Capítulo 6

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Llevaba un rato esperando a que mi madre llegara y estaba tan nerviosa que ya no me quedaban uñas para morderme. No sabía que contarle ni como empezar a hacerlo...como le dices a tu madre que has sido y posiblemente seguirás siendo el objeto de burlas de este instituto. Mientras estaba inmersa en mis pensamientos una mano tocó mi hombro y al levantar la vista me encontré con los ojos preocupados de mi madre, entramos al despacho y esperamos a que llegara la directora. En cuanto entró por la puerta se me puso la carne de gallina y supe que era ahora o nunca.

La directora empezó explicándole a mi madre todo el incidente de hace unas horas y las expresiones de mi madre fueron de incredulidad, horror, sorpresa pero sobre todo tristeza. Me partía el alma verla sufrir por algo que no está en su mano, ella no era la culpable de todo esto; yo estaba estática cual estatua pero veía que ambas mujeres me miraban así que salí de mi letargo para intentar explicar la situación desde mi persona.

Mamá no quiero que te preocupes de más por toda esta situación, ha sido una broma y simplemente me ha tomado por sorpresa. Sólo necesito tiempo.

— Pero como quieres que no me preocupe cariño, eso no es una simple broma, eso se llama bullying. Ahora que lo pienso...lo del tobillo del otro día ¿no tendrá nada que ver con las mismas personas que han hecho esto verdad?

Por un momento me había quedado muda, mi madre empezaba a sospechar y yo no tenía excusa que contarle. Rápidamente intenté inventarme algo y creo que funcionó porque por un momento dejó de preguntarme y volvió a centrarse en la conversación con la directora. Al cabo de un rato la directora me recomendó que me tomara unos cuantos días de descanso si lo necesitaba y que me incorporara cuando me viera preparada y con eso dio por terminada la reunión; camino al coche yo iba unos cuantos pasos por detrás de mi madre, presentía que la conversación pendiente que teníamos no iba a terminar bien. Una vez que nos montamos en el coche para mi suerte mi madre no soltó palabra, pero en cuanto entramos por la puerta de casa mi nombre resonó por toda la estancia y sabía que había llegado la hora.

Nos sentamos en el sofá del salón y mi madre me pidió que le contara la historia desde el principio, así que le conté la historia pero sin darle absolutamente ningún nombre. Lo que menos necesitaba ahora era echarme más piedras encima.

Antes de nada mamá, siento haberte escondido todo esto, pero pensé que podía solucionarlo por mi cuenta sin necesidad de involucrar a nadie. – respiré hondo y seguí con la historia – todo comenzó unas semanas después de empezar las clases; estaba en la hora del almuerzo e iba a sentarme en una mesa cualquiera de la cafetería pero de repente noté como alguien me ponía la pierna y tropecé tirándome parte de la comida encima. Unas semanas después en clase de educación física alguien se “chocó” conmigo y caí al suelo haciéndome algunos raspones. Luego fueron los motes como: «cerdita, ballena, la gorda patosa...». También estuvo lo del accidente del tobillo, el dejarme encerrada en los baños del gimnasio y ciertos recuerdos más que prefiero no volver a rememorar nunca.

Al acabar de contarle todo eso a mi madre una parte de mi se sintió liberada mientras que la otra estaba demasiado preocupada por su reacción. Se había quedado blanca como el papel y no me ha dicho nada sobre el tema todavía, cosa rara en ella. Iba a explotar en cuanto menos lo esperara.

Y al cabo de lo que me parecieron siglos pero que realmente fueron minutos mi madre soltó todo el aire retenido y su primera frase fue: «No vas a volver a ese instituto pero antes me voy a encargar de que todas esas personas que te han hecho daño paguen por ello»

Siendo honesta estaba feliz de no tener que volver pero a su vez sentía que iba a echar de menos a Alex e incluso un poquito a Adrián. Pero creo que por ahora lo mejor sería no volver allí hasta que las aguas se calmasen, mi madre pasó de intentar digerir toda la información a entrar en cólera contra los que se habían metido conmigo. Yo intentaba calmarla pero al parecer mi intento no daba sus frutos, así que como hoy no tenía turno, le pedí que si porfavor podíamos pasar la tarde haciendo un maratón de películas como hacíamos cuando era pequeña y creo que eso logró ablandarla un poquito.

Nos preparé un té para cada una e hicimos la selección de películas que más nos gustaban, todavía notaba el enfado en su cara pero intentaba disimularlo cada vez que se daba cuenta que la miraba. Mi madre siempre ha sido como un libro abierto para mí, desde que nos quedamos solas aprendimos a conocer cada pequeño gesto de cada una, aunque a medida que fui creciendo aprendí a esconder ciertas cosas demasiado bien.

Empezamos con la primera película y así una tras otra la tarde transcurrió más rápido de lo que esperaba; como se nos hizo demasiado tarde decidimos hacer algo ligero y rápido para cenar antes de irnos a dormir. No sabía que me iba a deparar el día de mañana, pero lo que sí sabía es que lo intentaré afrontar de la mejor manera posible.

A la mañana siguiente me desperté por resorte a la misma hora que me levantaba siempre para ir a clase, pero rápidamente rememoré los acontecimientos de ayer y mi cara pasó a expresar mi fatal estado de ánimo. Me volví a tumbar en la cama para intentar dormir un poco más ahora que podía, pero fue misión imposible ya que di un montón de vueltas sin poder conciliar el sueño otra vez. Me levanté para desayunar algo rápido y creo que mi madre todavía seguía durmiendo así que intenté hacer el menor ruido posible; una vez terminé fregue todo lo que había manchado y me vestí con algo holgado a la vez que cómodo. Intenté distraerme con cualquier cosa de la habitación pero todo se me hacía aburrido al cabo de un tiempo...así que decidí tomar un pequeño paseo para respirar aire fresco. Fui hacia el cuarto de mi madre y al entrar vi la cama desecha además de oir el sonido de la ducha, así que me senté en la cama para esperar a que saliera.

En cuanto salió y me encontró ahí sentada me dio los buenos días junto con un gran abrazo que le devolví encantada. Le dije que quería salir a dar un paseo y al principio se ofreció a acompañarme pero le pedí que quería salir yo sola, que no se preocupara y finalmente acabó accediendo mientras no fuera demasiado lejos. Le agradecí con un beso, cogí mi móvil y mis llaves y salí sin un rumbo fijo; acabé llegando a una tienda de animales que tenía al lado una de antigüedades. Me paré en el primer escaparate cuando un pequeño amigo peludo llamó mi atención; era un gato que no rondaría el año todavía, de un color blanco con alguna mancha gris oscura, una nariz pequeñita y unos ojos de un color verdoso con su típica pupila atigrada. Fue como una conexión inmediata y además siempre quise tener una mascota que creo que me podría ayudar a controlar o sobrellevar ciertos de mis problemas, antes de seguir le saqué una foto y decidí enseñársela a mi madre cuando volviera. Ya que no conocía mucho este sitio pensé en investigar un poco más y entré también en la tienda de antigüedades de al lado, una dependienta mayor pero muy alegre me dio la bienvenida con una gran sonrisa, recorrí la tienda sin buscar nada específico y aunque varias cosas llamaron mi atención hubo una por la que quedé prendida inmediatamente: un guardapelo ovalado de plata que parecía de los años 80 con detalles grabados en los bordes y el centro. Puede que no fuera demasiado llamativo pero tenía algo que captó mi atención desde un principio, así que le pedí a la dependienta que si porfavor me lo podría guardar ya que al salir de casa no me había llevado nada de dinero y ella muy amablemente me lo reservó sin problema alguno. Cuando vuelva a casa le diré a mi madre que nos pasemos por aquí para estar algo más de tiempo juntas antes de tener que irse a trabajar y con un poco de suerte conseguiría una mascota en el camino.

DolorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora