DAY 1: CHILDHOOD

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- Hey, ¿Vamos a jugar a vóley?

Después de una estresante y monótona jornada escolar, Kenma sólo quería encerrarse en su habitación y jugar con sus queridas consolas. Pero al ver la cara emocionada de su vecino y recordar que ya llevaban toda la semana haciendo lo que él quería, se lo repiensa. No cree que sea justo por el otro. Y el mero pensamiento de perder a su único amigo por culpa de sus planes egoístas solo consigue agobiarlo. Cogiendo con fuerza las tiras de la mochila, Kenma fija la mirada al suelo y murmura:

- Está bien...

- ¡Genial! Vamos a casa a coger la pelota. ¿O prefieres esperarme en el parque? –pregunta Kuroo, sabiendo que el otro odia hacer más movimientos del necesario.

- Si no te importa, prefiero esperar en el parque.

- Ok, ¡Ahora vuelvo!

Viendo como su amigo corre y desaparece a la siguiente esquina, Kenma decide sentarse en el primer banco que ve. Para hacer la espera más corta, saca su consola de la mochila y continua la partida guardad de pokémon edición negro.

Ya había superado varias pantallas y estaba concentrado intentando derrotar a Ghetsis cuando oye unos pasos acercándosele. De reojo ve a un grupo de niños, siendo el primero el más gordo y que muestra una sonrisa de superioridad en su rostro. En su mente aparece la posibilidad de levantarse e irse, pero sabiendo que así llamaría más la atención, decide encogerse sobre sí mismo, en un intento para pasar desapercibido. Desgraciadamente, su estrategia no parece tener éxito cuando el grupo se detiene frente suyo y algunos de los niños empiezan a reír flojito.

- Hey niño, ¿qué tienes ahí?

Recordando un consejo lejano que los brabucones se cansan si no tienen una réplica, Kenma sigue con la mirada fija en la pantalla de la máquina.

- ¿Qué pasa? ¿No hablas? ¿Se te ha comido la lengua el gato?

- Seguro que se ha cagado de miedo, Saru.

Seguramente en el momento de su nacimiento, los padres del brabucón tuvieron una premonición porque, mirándoselo fríamente, el niño tenía la cara parecida a la de un mono. Un mono gordo y feo. Para Kenma no había mejor animal que los gatos, independientes y autosuficientes. Y nobles.

- ¿Se puede saber que te hace tanta gracia?

Ups. Recordando el gato de abundante pelaje gris que aparecía por el patio de la escuela, Kenma se ha olvidado de controlar sus emociones. Genial, ahora el mono parecía a punto de golpearse el pecho con los puños.

- ¡Ahora veras! ¡Nadie se ríe de mí y se sale de rositas! ¡Idiota!

Kenma solía ser rápido de reflejos pero esta vez, no puede hacer nada para evitar que el otro niño le robe la consola. La que le regalaron sus padres en su último cumpleaños. Y que además tenía la cubierta de color rojo.

- Devuélvemela...

- ¡Anda, si habla! –grita uno de los niños.

- No. Ahora es mía.

- No lo es. Es mía, tú me la has cogido sin permiso...

- ¿Qué dices? Lo siento, ¡eres tan niña que no te oigo!

- Devuélvemela... Por favor... -duda que ser educado funcione en estas situaciones pero su abuela siempre le dijo que con educación la gente se entiende. Pero Kenma duda que se pueda aplicar a un mono.

- ¡Que es mía! ¿Eres sordo? ¡Y ahora vete!

- No... Hasta que no me la devuelvas...

Haciendo uso de todas sus fuerzas, Kenma se levanta de su asiento y se acerca al niño gordo con la mano estirada, esperando volver a notar el tacto frio y metálico de su consola.

- ¡Eres un pesado! ¡Te digo es mía, estúpido!

Y con un empujón, Kenma cae al suelo. Empezando a sentirse frustrado y sin saber qué hacer, nota como las lágrimas se le acumulan en los ojos.

- Mira, Saru, ¡está llorando! ¡Qué idiota!

- Venga, ¡corre a llorar con tu mama, llorón! –grita Saru, en medio de una risa escandalosa.

De repente, una pelota golpea el rostro de Saru. El eco de los demás niños se detiene al tiempo que miran a su compañero con una mezcla de incomprensión y miedo. Kenma sólo tiene tiempo de reconocer el objeto como una pelota de voley, para poco después, ver de reojo una persona sobrepasándolo corriendo, que grita:

- Ei, desperfecto de la cadena alimentaria, ¿¡qué te parece si te metes con uno de tu tamaño!?

Kuroo da una patada en el pleno estomago del contrario, que adolorido deja ir la consola, siendo recogida al aire por el moreno. Arrodillado al suelo y abrazándose el abdomen, Saru alza la mirada con rabia.

- ¿Q-que te has creído?

- Si tú puedes intimidar a los otros, entonces yo también puedo.

- Estúpido. Venga, ¿A qué esperáis? ¡Pegadle!

Los otros niños parecen dispuestos a obedecer las órdenes pero, la sonrisa y mirada oscura del contrario consigue disuadirlos y hacerles huir de la escena corriendo.

- ¡Hey! ¿¡Se puede saber qué hacéis!? ¡Volved aquí, cobardes!

- ¿Oya, oya? Parece que alguien está siendo abandonado... ¿Y qué me dices? ¿Quieres seguir? –pregunta Kuroo al tiempo que hace chasquear los dedos.

- E-estúpido... ¡Me acordaré de esta! –exclama Saru levantándose y alejándose.

- Sí, sí, ¡Vuelve y verás cómo araña un gato!

- Kuroo...

- ¡Oh, Kenma! Toma, la consola. ¿Es tu favorita, verdad? Perdona por tardar tanto, es que mi madre no me ha dejado salir de casa hasta que no le he dicho que vendrás a cenar... ¿Por qué vendrás a cenar, verdad? Por favor, ven o es capaz de cortarme el pelo...

- K-Kuroo...

- ¿¡K-Kenma!? ¡N-no llores! –exclama Kuroo moviendo las manos nervioso.

- E-es que... N-no sabía...

- Ya, ya, tranquilo... -comenta Kuroo abrazando al otro- No te preocupes, no importa lo que pase, yo siempre estaré a tu lado. Siempre te protegeré. Te lo prometo. –notando como el menor se agarra con fuerza a su camiseta, Kuroo responde aumentando la intensidad del abrazo.

- G-gracias Kuroo... Y-yo también te protegeré...

- Entendido, gracias Kenma. –responde el mayor con una risilla.

KuroKen week 2019Where stories live. Discover now