Capítulo 1

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La corta y oscura melena de Natalia, golpeaba sus hombros con gracia mientras caminaba por los pasillos de aquel, ya aburridísimo, instituto.

Tenía la vista al frente, como siempre. Odiaba cruzar miradas con los idiotas de aquel recinto.

Porque sí.

Para ella todos eran idiotas.

Alumnos, profesores, ranas diseccionadas...

Todos.

Bueno, menos una, que era la que se acercaba a ella con una gran sonrísa.

María.

— Tía, tía... ¡que al final tu próposito de este curso se ha cumplido! – Su sonrisa de pillería hizo sonreír a Natalia en retorno.

Amaba cuándo las cosas salían como ella quería.

— ¿Cuál de todos? – Murmuró con una sonrisa de chulería.

— Macarena "DaleATuCuerpo" – Así llamaban a su tutora a sus espaldas, debido a lo simbólico de su nombre –ha pillado la baja. Fijo que es por depresión tía.

Natalia soltó una gran carcajada.

Una amargada menos.

— A ver a quién coño nos ponen ahora...

De Guatemala a Guatepeor, el nuevo tutor suplente era un amante de las matemáticas que quería dárselas de joven.

Lo que había que ver.

Cuando sólo llevaba una semana, media clase ya se le había echado encima de la espalda.

No imponía autoridad ninguna.

La clase de los del C, eran los problemáticos.

Mientras que en el A y el B, eran todos chicos que iban de que tenían treinta años por estar cursando el último año de instituto, en el C había una selva desatada.

Pero Natalia estaba encantada.

En su salsa.

Todos eran imbéciles, pero aquellos lo eran menos que los de el A y el B.

Pero aquella mañana de miércoles, semanas después y volviendo de hacer deporte con su chandal gris y su sobraduría mientras charlaba con María, todo cambió.

Cruzándo el umbral de la puerta de su clase, no encontró al hombre de barba blanquinosa y medio calvo.

Encontró algo que le fascinó desde el primer momento que posó sus ojos oscuros en aquellos de color miel desafiantes.

Sus piernas se detuvieron como si un rayo la hubiera partido por la mitad en aquel mismo instante.

Y se había sentido como tal.

Nunca había visto una belleza tan magnética y cautivadora.

Nunca en sus diecisiete años de vida.

— ¡Todo el mundo sentado, ya! – Ordenó con aquella voz rasposa, que hizo que Natalia, irremediablemente ordenara.

Estaba hechizada.

Cuando todo el mundo se había sentado, el silencio reinó unos segundos.

— Me presento, soy Alba Reche, vuestra tutora para lo que queda de curso. – Su mirada no mostraba debilidad alguna.

Parecía una chica de armas tomar.

— Maestra, ¿dónde está el señor Gómez?

— Primero, nada de maestra, me gusta que me llamen por mi nombre. – Informó con la voz calmada. — El profesor Gómez ha tenido que irse por motivos personales.

Undo - AlbaliaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora