— Natalia, hija, pasame el pan. – Murmuró aquel hombre canoso y apenado.Mikel Lacunza no había vuelto a ser el mismo desde que su mujer falleció tres años atrás.
Y Natalia lo sabía.
Natalia sabía que su padre el sonriente, el despreocupado y el bromista, yacía al lado de los huesos de su difunta madre.
Y sabía que nunca volvería.
— ¿Cómo te va en clase? – Preguntó el hombre, intentando romper aquel silencio sepulcral que les envolvía aquella mañana.
— Bien... tenemos una tutora nueva, nos da historia también. – Saboreó los cereales. — Es una tutora diferente, no es para nada aburrida.
— Vaya, creía que jamás te escucharía decir algo parecido. – Puso una pequeña sonrisa. La única sonrisa que le dedicaba desde hacía ya tres años. — ¿Y las notas siguen bien? Ya sabes que tienes que tener un buen futuro, Natalia.
La joven evitó un suspiro que presionaba sus labios fuertemente.
Su padre la tenía atada con la correa tensa y caminando a su lado.
Sus únicos actos de rebeldía los cometía en el instituto, con sus gamberradas y cuando se hizo los tatuajes y piercings a escondidas.
Cuando su padre la vio, tuvieron una pelea monumental.
Ahora empezaba a tolerarlo y ya no la amargaba tanto con el tema.
Basicamente él le construía la vida y ella obedecía. Como en Los Sims.
— Las notas van bien papá, como siempre. – Respondió tajante.
— Natalia, sabes que lo hago por ti, ¿verdad? – Le atravesó con la mirada el hombre.
— Sí... – Suspiró.
No hace falta matarme a estudiar, los padres de mis amigos se conforman con simples aprobados.
Con un ágil movimiento comprobó en la pantalla de su teléfono que ya era hora de ir a clase.
Terminó su desayuno con rápidez, y con un fugaz beso en la mejilla de su padre, se marchó corriendo.
Ni un puto día a la hora.
Se reprendía mentalmente mientras daba las zancadas más largas que podía.
Encima ahora me toca con Alba, ¡joder! Si no me deja entrar a la clase no la podré ver en todo el día...
Apresuró su paso todo lo que pudo, y para cuando llegó a la puerta de su aula, todos se giraron a verla.
Había llegado tarde igualmente.
— Lacunza, ¿sabes lo que es la puntualidad? – Se cruzó de brazos su profesora, mientras la otra seguía clavada en el umbral de la puerta.
— Siento el retraso. – Se disculpó.
Sus compañeros cuchichearon.
No era propio de Natalia Lacunza tanta educación.
— Te dejaría pasar, pero no sería justo para tus compañeros. Ha sonado el segundo timbre hace tres minutos, ve a la biblioteca y no entrarás hasta la siguiente clase. – Dictaminó.
— Pero...
— Nada de peros, debes aprender a llegar a la hora. – La profesora, sin querer alargar la conversación, volvió a su mesa a coger las hojas que procedería a repartir.
Pero la presencia de Natalia adentrándose en la estancia la detuvo.
— ¿Se puede saber qué haces?
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Undo - Albalia
FanfictionEl amor aparece en el momento menos esperado. A Natalia le golpeó de la cabeza a los pies en el momento que visualizó a la belleza más pura que habían visto sus ojos. Esa belleza tenía nombre y apellido. Alba Reche. Su nueva tutora y profesora de hi...