Eran las 11:30 am y las calles de Berlín estaban tan solitarias que parecía una ciudad fantasma. Todos los adultos se encontraban en sus respectivos trabajos y los niños se encontraban en sus colegios, estudiando una cosa que se discutía mucho en esos días: la Guerra.
Por este motivo, muchas personas huían de Berlín, por el simple hecho de no querer sufrir un bombardeo o sufrir un atentado de los otros países que también participaban de la guerra. Pero también estaba aquel grupo de personas que simplemente no le importaba la guerra, no hablaba acerca de ella y no estaba enterado de que estaba ocurriendo en el mundo. Y estaban aquellas que tenían metido en la cabeza que iban a ganar, que nadie venceria a las fuerzas Alemanas y que el Führer no aceptaría perder contra países débiles.
Aunque en las escuelas no le enseñaban a los niños que es lo que exactamente se hacía en la guerra, porque era un tema demasiado serio y las maestras no querían que sus pequeños se asustaran, ellas les enseñaban, o mejor dicho, hacían que en sus corazones naciera un odio contra las personas que eran Judías. Y un día, una pequeña preguntó algo que ninguna maestra esperaba oír:
-¿Porque tenemos que odiarlos?-. Una niña rubia que se sentaba siempre en el último lugar del salón, no entendía porque era necesario odiar a personas que ni siquiera conocían.
Las dos maestras que enseñaban en ese lugar se miraron entre sí y luego volvieron la mirada hacia la rubia, que las miraba con los ojos bien abiertos, los cuales expresaban inocencia y confusión. Como era muy pequeña y tenían que encontrar las palabras correctas para poder contestar su duda, Mary, la maestra de historia y geografía, decidió decir la verdad, pero una verdad no tan cierta.
-Tenemos que odiarlos porque ellos son muy malos con nosotros y ellos nos quieren robar todas nuestras cosas, y a ti no te gustaría que te roben tus juguetes, ¿verdad?-. La mujer rubia, acarició los rubios cabellos de la pequeña y la miró con unos ojos que solo expresaban rencor, y la niña reconoció esa mirada. Ella solo negó. - Pero tranquila, ellos no te harán daño, tu padre y el Führer no dejarían que una bonita niña como tú, cayera en manos de unas personas asquerosos.
Mary le sonrió a la pequeña y esta sólo se le quedo mirando, como intentando encontrar algún sentido a las palabras que ha dicho su maestra, y cuando no las encontró, solo regresó a su lugar y se sentó. Ella estaba segura que lo que decía la señorita Mary era mentira, porque no tenía ningún sentido y porque su abuelita siempre le hablaba de los Judios, ya que ella tuvo un amigo Judio; el cual se llamaba Harold y tenia un perro llamado Toni.
Su abuela se llama Rose. Y cada vez que la niña no podía dormir por las noches lluviosas, porque le tenía mucho miedo a los rayos y a las centellas, su abuelita se iba a su habitación, se sentaba en su cama, la cual tenía dibujos de gatitos, prendía un pequeño Sol de noche y comenzaba a relatar cosas de su vida pasada. La niña recordaba que una vez su abuelita le había contado que ella conoció a un hombre alto y más joven que ella en un viaje hacia Inglaterra; el hombre se llamaba Harold May, y siempre estaba sonriendo. También contó que el vivía en Polonia, y que le gustaba mucho las campanas. El construía campanas. Y le gustaba mucho compartir sus galletitas y sus bebidas.
La abuela lo recordaba como una de las personas más amables que conoció en su vida. Y recalcaba que hasta el día de hoy, no se topó con alguien que siempre este de buen humor y que te comparta la comida. Ella pensaba que esas clases de personas ya no existían. Creía.
Luego de escuchar la campana de salida, la rubia se dispuso a guardar sus cosas en su mochila y luego salió del salón. Cuando iba bajando las escaleras se topó con el portero del colegio, el cual era un señor de 60 años, que tenía una pierna mala y por eso solía caminar mal. El señor siempre estaba con la cabeza muy agachada, la niña creía que era tímido, y siempre en su rostro reflejaba tristeza. Al encontrarse con el señor que siempre limpiaba los pisos, los baños, el comedor, las ventanas y los pupitres de la escuela, ella decidió saludarlo.
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Finsternis||Maylor
FanficRoger Taylor era el claro ejemplo del desinterés humano. No le interesaba saber que sucedía más allá de su casa, allí afuera, donde su país estaba siendo sucumbido por una guerra cruda. Tampoco le provocaba interés saber porqué se había iniciado esa...