🔭||La mudanza

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Las finas gotas de lluvia que golpeaban con mucha fuerza la casa de los Taylor, provocaban un sonido que para algunos era relajante y para otros desagradable, despertaron a un joven rubio. El cielo despertó sumamente gris y la temperatura había bajado mucho; tanto así, que las personas que comenzaban su día muy temprano, tenían que ponerse gorros y bufandas, salir con paraguas y llevar algo caliente para beber para mantener una temperatura calida.

En los árboles cada vez había menos hojas, el otoño se estaba yendo y se avecinaba el invierno, el frío y crudo invierno. A Roger el invierno no le gustaba; le resultaba una estación triste y melancólica, por el simple hecho de que durante esos días llueve o neva mucho, y a Roger los días así lo entristecía. Por lo tanto, ese día despertó con los ánimos por el suelo. Simplemente quería quedarse acostado todo lo que queda del día y no salir, pero sabía que su padre no aceptaría esa conducta.

Se levantó con pereza de su cálida y protectora cama y posó sus ojos en el lugar en donde estaba dormida Clare, pero la misma ya se había levantado más temprano hoy; el rubio se preguntaba siempre de donde sacaba tanta energía esa niña. Luego de eso, se estiró y dio un bostezo, para después levantarse y colocarse sus pantuflas. Se acercó a la ventana y pudo observar que el día estaba nublado y llovía, un día muy feo. Horrible.

Detestaba todo lo que tenga que ver con la lluvia. Odiaba el simple echo de que el suelo se mojara y se hicieran grandes charcos de agua sucia. Odiaba que todo el maldito día este de color gris, sin poder observar los bonitos colores del cielo los cuales eran el turquesa y el amarillo, o cuando atardecia y se veían muchos colores brillantes y bonitos. Odiaba como el ambiente se tornaba frío y ruidoso, porque los truenos hacían tanto ruido que aveces lo levantaba en las madrugadas lluviosas. Odiaba ese olor a tierra mojada, lo molestaba tanto. Detestaba que cada vez que llovía, sentía unas grandes necesidades de llorar y protegerse de todo lo malo en su cuarto.

Roger se sentía identificado con los felinos, porque los felinos odian el agua y son muy enojones. Pero también son muy inteligentes y astutos.

Luego de ir al baño a lavarse los dientes y hacer sus necesidades, bajó corriendo las escaleras. Necesitaba comida, muchísima comida y sabía quién se lo daría. Al llegar a la cocina, pudo observar que sus padres y su hermana no estaban; ya habían desayunado más temprano y de seguro llevaron a Clare a su rebiccion médica. Esto levantó un poco los ánimos del rubio enojon, ya que desayunar sin que te estén observando cómo si te estuvieran analizando, era la maldita gloria. Así que buscó con la mirada a alguien y pronto la encontró.

-Buenos días, Dominique- saludó a la pelinegra que se encontraba lavando los platos, la misma dirigió rápidamente la mirada hacia el rubio y su mirada expresaba miedo, pero luego se relajó cuando se dio cuenta que era Roger. -Perdón por asustarte, no era mi intención.

-No se preocupe, señorito- le dedicó una pequeña sonrisa y siguió lavando los platos. Esa mañana habían muchos platos, cubiertos, vasos y tazas sucias que tenían que ser lavadas por la joven y sin ayuda, ya que Anita se encontraba enferma y faltó ese día al trabajo. -Tus padres y tu hermana salieron muy temprano hoy- informó Domi -y me dijeron que prefirieron dejarte dormir porque saben que odias los días lluviosos.

Roger sonrió haciendo que sus ojos se achinen y asintió. -Así es, detesto los días lluviosos, simplemente me agobian. -pasó ambas manos por su rostro, en señal de frustración- ¿A ti te gustan los días lluviosos, Dominique?.

-Me encantan- lo dijo de una manera tan feliz que Hasta Roger sintió esa felicidad -amo la lluvia y amo el olor a la tierra mojada, me transmite tranquilidad y paz.

Finsternis||MaylorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora