El lago

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All I wanted - Paramore

 Me acerqué al lago y me arrodille frente a él.

Sonreí, con la nostalgia atrapada en la comisura de mis labios, y toqué el agua con la yema de uno de mis dedos, su simple tacto era relajante, sentir el frío tirando de las puntas de las terminaciones nerviosas de mi dedo era como si hundieras el dedo en lágrimas, lágrimas de nube. Suspiré y retiré el dedo del agua para observar mi reflejo, mis ojos cansados, hundidos entre la oscuridad de las ojeras, y mis labios tratando de esbozar una sonrisa, pero hasta los mejores intentos acababan siendo una mueca perezosa.

De repente, entre un pestañeo y el siguiente, el rostro que se dibujaba en el agua no era mi rostro, ahora había unos ojos verdes que cortaban la respiración mirándome desde dentro. Golpeé el agua con una de mis manos mientras un profundo grito salía de mi pecho, sentí como si las costillas se me resquebrajaran en cada furioso latido de mi asustado corazón.

Me levanté de golpe y miré el agua, su reflejo había desaparecido de nuevo. Cerré los ojos y volví a gritar con odio, rabia y desesperación. Grité a las espesas nubes negras que cubrían el cielo y las que cubrían mi vida. Cerré los puños y volví a gritar mientras las lágrimas trazaban los silenciosos y conocidos senderos de mi rostro. Grité al mundo, al lago que se le llevó, a mi cobardía, le grité a todo mientras sentía las gotas de lluvia mojar mis párpados y enredándose con mis pestañas, confundiéndose con mis lágrimas.

Era como si alguien quisiera burlarse de mí porque, en ese mismo instante, escuché su voz. No estaba en mi cabeza, no estaba en mis oídos, estaba en todas partes pero no parecía provenir de ningún sitió. Solamente eran palabras, pero palabras demasiado suyas:

 No me eches de menos.

 Abrí los ojos y decidí volver a mi casa, a mi refugió. Crucé el jardín trasero, corriendo entre la lluvia, corrí como nunca antes lo había echo. Estaba huyendo. Huyendo de su voz. Huyendo de su recuerdo. Huyendo del mundo. Me sentía una cobarde que huía de fantasmas inexistentes, pero algo dentro de mí me decía que no eran tan inexistentes. Estaba cruzando la puerta, me sentía casi a salvo cuando escuche su voz otra vez:

  No llores más por mí.

If I fellDonde viven las historias. Descúbrelo ahora