Sinopsis.

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—No olvides de donde vienes, ni quién eres.

Fueron las últimas palabras que escuché de ti, el último suspiro que solté al ver tu silueta desvanecerse con la distancia, y las últimas lágrimas que derramé con estimo que te tuve. Pudiste impedir que me fuera, no, que huyera. No lo hiciste, ¿por qué? La misma pregunta que me hago cada día. Fuiste lo más cercano a una madre, me acogiste y me dijiste que me apoyarías hasta el final, ahora estás más lejos que nunca. ¿Dónde estás que no te encuentro? Te hice una promesa que probablemente jamás verás, duele pensarlo. Sabías que el viaje no sería fácil, no era necesario vivirlo aún, pero no me detuviste. Ahora lo sé, ni yo misma me puedo perdonar.

El tiempo me lo dijo.

Recuerdo bien ese día; nublado, sombrío, triste... agonizante, como si supiera que algo iba a pasar, como si una tragedia se aproximara, como la despedida de las personas que amé y jamás se los hice saber antes de marcharme. 

Escabullirme me fue fácil, fácil para alguien de un cuerpo delgado y pequeño de una niña de trece años que sin experiencia alguna se escondió entre cajas y jaulas con animales de granja transportados en una camioneta. No sabía a dónde iba, ni siquiera que sería de mí. Quién sea que me haya visto esa última vez, pensaría que era un simple juego de niños, donde yo me escondería para no ser descubierta, y las probabilidades de regresar, se volverían nulas. Raptada nunca estuve, extraviada tampoco, tal vez confundida con lo que planeaba hacer, y el arrepentimiento no estaba lejos de ser mi prioridad cuando la soledad me abrazaba en las noches oscuras y lluviosas del amargo camino que yo misma me propuse.

El olor a peste de los animales se hizo notar, el hambre y la deshidratación que pasé también. Un día, dos días, tres días... una semana, no lo sé, había perdido la cuenta tras cada noche que parecía un mal augurio. Estaba perdiendo la esperanza, sentía la muerte tras de mí; el fétido olor de los animales me pudo provocar alguna infección pulmonar siendo causante de mi fallecimiento, tuve la suerte de que no sucediera. Sin embargo, si algo debí haber estado agradecida era el desagradable alimento que hurtaba de las gallinas para apetecer mi subsistencia. Lo peor fue el sentir como mis músculos se paralizaban, los escalofríos rozar cada hueso de mi ser, como el respirar se volvía dificultoso, los recuerdos se convertían en alucinaciones, y los balbuceos fueron la clave para saber que todavía seguía con vida. Los latidos de mi corazón habían empezado a bajar de ritmo, mi pulso se había debilitado, estaba a poco de morir por la desgraciada Hipotermia. De cuándo aquí el intentar hablar se volvía mi esperanza para gritar mi desesperación, cuando mi garganta se ahogaba y mis pulmones se secaban como el desértico Sarah. Ni el más silencioso gimoteo sería escuchado.

Alguna vez imaginé que el vivir sería sencillo, obtendrías lo que quisieras al cerrar los ojos y pedir un deseo cuando pasara una estrella fugaz, cuando el cielo se llenaba en un mar de constelaciones e imaginabas vivir un mundo increíble más allá de la infinita galaxia, que lo que más anhelabas en la vida se cumpliría si lo pedías con fuerza antes de apagar las velas, y que toda doncella le llegaría su amor verdadero. Pude vivir en fantasías, incluso imaginarlas, era tan solo una niña en la etapa del crecimiento que gozaba en creer en lo que quisiera, nadie me lo negaba, nunca me lo impidieron. La perfecta mentira indulgente, porque no nací sabiendo la verdad, la pobre inocencia te hacía carecer de muchas circunstancias vividas a cierta edad, sin embargo, la curiosidad se convierte en tu mejor apogeo indeseado.

Y es ahí cuando supe una cosa: nadie estaba para ayudarme. Estaba sola. Todo lo que alguna  vez tuve lo dejé atrás, y, ¿a qué costo? ¿Acaso no era lo suficientemente feliz? ¿O realmente fui feliz de verdad? Quien dice conocerte lo suficiente cuando lo que saben es una triste minoría. Nadie me enseñó en creer por mí misma, ni siquiera si es incorrecto el ultrajar en silencio a quienes en su respectivo derecho, no son los causantes de las acciones de mi individualidad, en consecuente. 

ENCADENADOS [PCC]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora