Capítulo 3

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"Vita e Morte"

Italia, Isola d'Elba – Porto Azzurro

Abril, 06 de 1746

Gioca suspiró restregando su rostro con sus manos, tratando de mitigar el incipiente dolor de cabeza y de paso, contener su desayuno a duras penas. Desde hacia días, semanas realmente, que su cuerpo parecía dividido entre la fatiga y el desastre, puesto que al parece no podía mantener la comida dentro la mayoría de las mañanas, pero en la tardes o noches el hambre regresaba con venganza rapaz, haciendo que devorara lo que fuera que le pusieran en el plato.

Y lo que más la tenía desconcertada, y si, alarmada, era que había comenzado a medio marearse cuando estaba en su barco, afortunadamente parecía que solo se daba cuando entraban o salían de puerto pues en alta mar no le sucedía. Sus amigos y tripulación le habían estado insistiendo que fuera a ver a un curandero, pues esos síntomas que pensaron en un principio eran solo un resfriado muy extraño se había prolongado por demasiado tiempo y la preocupación crecía por cada día que pasaba y ella no parecía mejorar, temían que fuera una enfermedad incurable.

Por lo que al fin accedió a recibir a una curandera que vivía cerca de su residencia permanente.

La Isla de Elba, estaba ubicada frente a la costa de Toscana, y era una isla de origen volcánico, situada al oeste de Italia, perteneciente a la provincia de Livorno principalmente, aunque también se extendía entre la provincia de Grosseto. Su costa era una combinación entre arrecifes, y pequeñas playas que contrastan en el interior agreste y montañoso, y el pico más alto era el Monte Capanne; se dividía en 8 municipios en total.

Porto Azzurro, donde ella había elegido comprar una pequeña casa algo alejada del centro del pequeño pueblo, limita con los municipios de Capoliveri, Portoferraio, Rio Marina y Rio nell'Elba.

Ese precioso lugar daba al mar, y aunque allí no podía atracar barcos grandes si había botes pesqueros manejados por las personas de la localidad. El puerto principal de la isla era Portoferraio, donde usualmente descansaban las tres naves de su compañía, Rose, Santuario y Spirito, estaba a una buena distancia de unas horas de donde ella residía y era en ese pueblo que sus cuatro amigos tenían sus propias casas, sintiéndose mejor en un lugar más concurrido.

Cuando habían llegado la semana antes, los cuatro jóvenes hombres que se habían vuelto mas que amigos, sino sus hermanos, prácticamente la habían acorralado y forzado a prometer visitar a un curandero en cuanto estuviera en su casa, de lo contrario la forzarían a ir a uno de su propia elección a la semana siguiente cuando fueran a visitarla, pues estarían en su hogar por aproximadamente un mes, descansando de los viajes constantes.

Pero ella lo había estado postergando por unos días, renuente a acceder, pero sabiendo que era necesario, pues no podía estar indispuesta por una enfermedad desconocida por más tiempo. Tenía un negocio que mantener y realmente deseaba volver a sentirse en plena forma después de estar tanto tiempo sintiéndose fuera de base.

Por lo que esa tarde cuando se acercó al centro del pueblo habló con la curandera y esta le informo que la visitaría a la mañana siguiente pues tenía que atender unos asuntos antes de poder verla, a lo que la chica de cabello negro asintió algo aliviada de retrasarlo un poco más, y luego de comprar algunas cosas, regreso a su pequeña vivienda.

Sus ojos gris plomo la divisaron a lo lejos, en una colina en las afueras del pueblo rodeada de una cerca y algunas plantaciones de vegetales que había empezado a cultivar ese año. Era pequeña, de tres habitaciones, sala, comedor y cocina, con una buena despensa y muebles de buena calidad que obtuvo como trueques en algunos puertos como pago por llevar algún mensaje o persona a bordo de su barco.

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