Capítulo 4

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"Nemici"

Italia, Isola d'Elba – Porto Azzurro.

Enero, 12 de 1749

Habían pasado once meses desde que supo con certeza que Manigoldo había muerto luchando en la Guerra Santa.

Desde que su espíritu la visitara para decir adiós y no había ningún momento desde entonces en que Gioca no sintiera como si una parte de su propia alma hubiera desaparecido ese mismo día, dejándola en una media vida que solo su hija podía llenar.

Era debido a Mellea que la joven de ojos gris plomo logró levantarse las mañanas de los primeros tres meses luego del incidente, no importaba cuan pesado estuviera su cuerpo o cuan pocas ganas tenia de comer. Se obligó a hacer las cosas con la mayor normalidad posible, pues, aunque el hombre de corto cabello azul ya no estuviera en el mundo de los vivos, su hija aun permanecía con vida, la última cosa que le quedaba de la persona que amaba. Así que hizo de tripas corazón, y tomó fuerzas de donde no las tenia para mantener una fachada impasible, era solo cuando la beba estaba dormida que se permitía llorar, lo hizo hasta que eventualmente se quedo sin lagrimas que derramar, y solo el vacío parcial quedo dentro.

Sus hermanos notaron un cambio en ella, pero la muchacha se negó a decir palabra sobre lo sucedido y eventualmente ellos dejaron de presionar por respuestas más la preocupación quedo palpable en el aire; la chica encontró que pasar tiempo en el huerto y con su pequeña ayudaba un poco a su dolorida alma, y poco a poco con el tiempo aprendió que todo mejoraba. No era que se había olvidado de él o del dolor que habitaba en su interior, no, era más bien que aprendió a vivir con ello como un acompañante constante de su vida, pues seguía allí y cuando realmente tenía un momento de tranquilidad este volvía a llenarla de tristeza.

Incluso a Mellea le tomó algunas semanas recuperar su espíritu alegre, que nadie mas que su madre parecía entender, e incluso entonces era complicado, porque la beba nunca había conocido a su padre, más instintivamente parecía saber que él se había ido, aparte de que en algunas ocasiones incluso dio señales de que ella también podía percibir las almas de los fallecidos, pero la joven mujer no se atrevió a profundizar en esa área no solo porque ella misma no tenia mucha experiencia, sino también, porque le recordaba mucho al hombre de ojos azul-violeta.

El cumpleaños número dos de la niña fue una de las pruebas más difíciles que tuvo que pasar, puesto que con anterioridad sabia que el padre estaba en Grecia y de alguna forma pensaba que en un futuro cercano podría estar presente, sin embargo, esa ilusión de esperanza se había desvanecido como un espejismo; aun así, puso la mejor cara que pudo frente a la situación, apreciando aun mas la existencia de la beba y solo lamentando no haberle dicho a él sobre ella, puesto que tal vez así le hubiera dado un incentivo aún más fuerte para permanecer con vida.

Le tomó mucho tiempo aceptar que él no volvería, pero lo hizo, aunque fue a la fuerza.

Mamma, toma!" la cantarina voz de la pequeña interrumpió sus melancólicos pensamientos.

Sus ojos grises observaron la manita extendida hacia ella que sostenía un puñado de flores silvestres algo dobladas, y siguiendo el trayecto encontró una sonrisa amplia brillando en la carita redonda de suaves mejillas rosadas y brillantes mirada azul-violácea observándola con inocencia.

"Grazie, piccola mia" ella le sonrió besando su cabecita, y no pudo evitar reír un poco pues cuando la nena se alejó en su hombro iba un pequeño monito brincando y haciendo ruiditos entre ambos, como si de alguna forma se entendieran.

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