II

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Había adoptado el hábito de pasear todas las tardes por las avenidas de nuestro parque, con una escopeta bajo el brazo, acechando a los cuervos. Toda mi vida he odiado profundamente a esos animales voraces, prudentes y maliciosos. Aquella noche, habiendo bajado al jardín, como de costumbre, acababa de recorrer en vano todos los paseos: los cuervos me habían reconocido y sus graznidos estridentes llegaban hasta muy desde muy lejos. Guiado por el azar, me acerqué a la cerca baja que separaba nuestra finca de la estrecha faja de jardín que se extendía a la derecha del ala y de ella dependía.

Caminaba con la cabeza gacha cuando me pareció oír rumor de voces; lancé una mirada por encima de la cerca, y me detuve estupefacto Un extraño espectáculo se ofrecía a mis miradas.

Frente a mí, a muy pocos pasos, sentada en un retazo de césped bordeado de frambuesas verdes, se hallaba una joven, alta y esbelta, que lucía un vestido rosa a rayas y una toquilla blanca; cuatro muchachos la rodeaban, formando círculo, y ella les golpeaba en la frente con tal entusiasmo, y había tanto hechizo, tanta ternura imperativa y burlona, tanta gracia y elegancia en los ademanes de la joven ( a la que veía de perfil) que estuve a punto de lanzar un grito de sorpresa y de encanto...

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⏰ Última actualización: Sep 02, 2019 ⏰

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Mi Primer AmorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora