Cuando Rose pronunció aquellas palabras, una sonrisa apareció en el rostro de JungKook. Pronuncio un suave “que pase” y segundos después JongIn entró. Imperturbable, elegante, nadie pensaría que ese hombre tan perfecto tenía tantos problemas.
—Señor Jeon, buenos días.
—Buenos días, señor Kim. Por favor, tome asiento —asintió y se sentó en la cómoda silla frente al escritorio de JungKook—. SeHun me informó acerca de sus inseguridades con respecto a su esposo.
—JiMin me es infiel, estoy completamente seguro de ello. He visto las señales.
—Entonces, dice usted que su esposo le es infiel, ¿bajo qué fundamento?
—Yo tengo mis razones —le dejó un sobre con dinero en el escritorio—. Sólo haga su trabajo.
Jeon tomó el sobre verificando que la cantidad dentro de él era más de lo que pedía. Una sonrisa surcó sus labios, será fácil sacarle una gran cantidad de dinero a ese “prestigioso empresario”. Para empezar parecía cegado por los celos, quizás aquel tal Park JiMin era demasiado hermoso como para confiar en que alguien no se le acercaría. Curiosamente, no, JungKook no le conocía, a pesar de la fama que este tenía. El modelaje nunca llamó su atención.
—Bien, acepto el trabajo, Sr. Kim. Debo decirle que necesito toda la información de su esposo, fotos de su familia, fotos suyas, qué lugares frecuenta, cómo es su rutina.
—Entiendo —se puso de pie—. Le diré a mi secretaria...
—Oh no, Sr. Kim. Soy un investigador privado, la información no sale de usted y yo.
—Okey. Por el momento sólo le mostraré una foto de mi esposo para que empiece con esto lo más pronto posible —sacó su cartera y de esta extrajo una fotografía de buen tamaño y se la entregó a JungKook—. Él es mi esposo...
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—... Esa foto es de hace 3 años. Actualmente tiene el cabello rosa oscuro. Reunir la información sobre su familia y amigos cercanos será algo tardado así que por ahora espero le funcione esa foto.
—Es perfecta... —susurró viendo aquella foto. Para él, fue como si estuviese viendo a un ángel. Aquella tierna sonrisa, esos ojos soñadores, incluso en la foto podía notar lo suave que era la piel de aquel chico. No pudo evitarlo y acarició el rostro del chico sobre la fotografía.
—Bueno, Jeon, gracias por recibirme. Debo irme.
—Bien —se puso de pie y estrecharon sus manos—. Puede pedirle mi correo a mi secretaria, para que envíe la información que le pedí.
