Capítulo Doce: La Tercera Vez

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Jenny McKyntire

No me gusta este lugar

Conciencia, jamás intervienes. ¿Por qué ahora?

Necesitas distraer tu mente, niña.

Rode los ojos, hablando conmigo misma. Estábamos en el campo, y ya estaba anocheciendo. Toda nuestra ropa estaba en el hospedaje de la ciudad, y el camino de regreso a caballo sería dos horas. Una más, considerando que Lucille y Francis no saben montar.

- ¡Qué calor! - Francis y yo sudabamos, y también teníamos marcas de aceite y grasa en la ropa. - Si seguimos así, tendremos gripa el resto del viaje.

- Cuando lleguemos a Trinidad estaremos mejor - Necesito verano, ya no soporto este cambio de clima, incluso aunque antes estaba acostumbrada. - En Avonlea estará nevando mucho más fuerte ahora.

Francis se quejó notoriamente, pero seguimos trabajando lo que restaba de la hora. Muchas de las máquinas Encargadas de recoger maíz y verduras del campo estaban dañadas, y era tan difícil para los granjeros conseguir dinero en esa situación, que debían recogerlas a mano.

Gracias a Dios no volví a ver a Steven desde lo del bar. Esperaba que, incluso cuando ya termináramos aquí, siguiera ocupado por un tiempo. Pero por cómo escuché de mi tío, al parecer el chico de dieciocho sería nuestro anfitrión en la estadía de Versalles.

Menos de un mes, Jenny. Menos de un mes y ya estarás en Trinidad.

Gilbert, en su última carta, me comentó su deseo de seguir en ese barco de carbón hasta la isla del Caribe, para conocer y saciar su deseo de ver cosas nuevas.

He viajado tantas veces, que en realidad ya no sé apreciar las cosas. Puede que un lugar como Trinidad sea mucho más distinto a lo que acostumbro.

- Chicos, entren ya. Volvió a llover - Lucille, quien atendía a las personas enfermas del pueblo, fue corriendo hasta el establo en donde estábamos. - Una de las granjeros nos ha dado hospedaje por esta noche, como agradecimiento.

Francis no dudó en guardar sus herramientas, para irse antes de que la lluvia aumentara.

- No falta mucho para que termine, iré después de ustedes. - Lucille accedió, pero pidió que me diera prisa si no quería terminar enferma.

La verdad, me gustaba estar en los graneros. Me recordaba a la última cena que tuve con el señor Blythe y Gilbert, juntos. La cena en donde discutimos en su granero. La cena en donde realmente sentí lo que era corresponder un sentimiento.

Me sentí mal al saber que no tendría sus cartas esta noche. Estaba tan acostumbrada a leerlas todos estos meses, que se sentía extraño estar sin ellas.

Estuve una media hora más terminando con mi trabajo, y no estuve satisfecha hasta que el motor de ese tractor sonó bien. La lluvia impactaba con fuerza fuera del granero, y entre las cosas busqué mi abrigo.

Diablos, lo he dejado.

Suspiré ligeramente, terminando de guardar mis cosas. Colgué el bolso en mi hombro, y me abracé a mi misma, preparada para empezar a correr en el pasto húmedo.

Cuando lo hice, la brisa húmeda me molestó de inmediato. Intenté cubrir mi rostro con algo, pero no lo logré. Me conformé con esconder las manos en los bolsillos del pantalón, y dejar que las gotas de agua se pegaran al resto.

Jenny: Bellyache - gilbert blytheDonde viven las historias. Descúbrelo ahora