c o l o r e s

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Seungwoo aún recuerda el día en que Dongpyo se mudó a dos casas de la suya, siendo así su vecino

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Seungwoo aún recuerda el día en que Dongpyo se mudó a dos casas de la suya, siendo así su vecino. Recuerda lo tímido que fue el pequeño de tan solo cinco años de edad. Él ya había cumplido sus trece años y ya se creía el hyung de todo niño menor que él. En el fondo era adorable la manera de pensar de Seungwoo, pero para los de su edad, era irritable. Se pasaba todo el día recordando que era mayor y que dejaría de comportarse como niño pequeño porque ahora era responsable.

Bien que recordaba aquellos años, que fueron ya hace poco más de siete u ocho.

Ahora ya era todo un hombre. O eso quería aparentar. Se había vuelto tan responsable y sofisticado de golpe, que sorprendía a todos sus conocidos cuando lo veían. Aunque en el fondo seguía siendo el mismo niño mimado al cual le encantaba molestar diciendo que era el hyung favorito de todos. Dentro de unos meses cumpliría veinticuatro años y no se sentía del todo preparado. Ya había iniciado la universidad pero, o quería abandonar la casa de su infancia donde sus padres lo criaron con tanta paciencia. Quería seguir siendo un chico inmaduro. Sin tener que pagar ninguna factura de luz o impuestos de la casa donde debería vivir independientemente. Y sobre todo, no estaba preparado para alejarse del pequeño Dongpyo, el cual ya tenía dieciséis.

Comenzó a trabajar en una cafetería unas semanas atrás para poder ahorrar un poco de dinero para su futuro, pero como no recibían tanta clientela, no ganaba demasiado. Por eso, el padre de Dongpyo le pagaba 7000 W semanal por ir a recogerlo al colegio cada día y quedarse con él un rato. No entendía porqué el señor Son hacía eso ya que a él le encantaba pasar el tiempo con Dong, le pagaran o no. Pero después de ver la carita triste que el menor traía cada día desde la ventana de su habitación, aceptó a regañadientes la condición de su padre.

Algo iba mal en el colegio, lo notaba. Cada vez que intentaba sacar el tema con él, Dongpyo cambiaba de tema con rapidez.

Al principio nunca aceptaba el dinero que el señor Son le daba, pero acabó aceptándolo como escusa de que no quería que su madre pagara sus estudios ella sola. La universidad era bastante cara. Pero bajo ninguna circunstancia, Dong debería enterarse de eso. No quería que se enfadara con él y malentendiera todo. Porque a Seungwoo le encanta pasar tiempo con él.

Dongpyo, con dieciséis años, aun no sabe completar una ecuación de segundo grado sin tener que martillarse la cabez durante horas. Su cerebro funcionaba bien en lo que a teoría se refería, pero la práctica era una pesadilla para él. Los números nunca habían sido lo suyo. A diferencia del dibujo; a lapiz, rotulador, digital, cera... Cualquier forma de expresarse con el arte, era su punto a favor. Pero su técnica favorita, se centraban en las tizas pastel. Precio alto y delicadas.

Tuvo que insistir por mucho tiempo a su madrastra y a su padre para que le compraran un pack de tizas de Faber-Castell. No tardaron tanto en dárselo de manera adelantada por sus buenas notas. Dongpyo se puso tan contento, que casi las tira el primer día. Todos saben lo frágil que son las pequeñas tizas, que, a diferencia de las normales, éstas podían romperse con un simple roce con un material duro. Las tizas pastel eran como el rocío de las hojas por la mañana, como las describía él.

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