No es mi culpa

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La pestilencia es insoportable. Hedor a carne descompuesta y a eses infestan el campo convirtiendo el respirar en una hazaña desagradable.

Ya he vomitado un par de veces; la cabeza me da vueltas, así como revuelto siento el estomago.
No puedo ni imaginar cuan abatido debe estar Corey (mi pastor alemán) a pesar de que lo tengo frente mio, veo que es incapaz de ponerse de pie, no mueve la cola, ni alza la cabeza; si no fuese por su respirar dolido y leve movimiento de orejas asumiría que igualmente estaría muerto.

Supongo que es el precio a pagar por mis errores.

Mi mujer me tenia hastiado. Día y noche quejándose por mi vicio con la bebida y por mi brusco actuar.

Me enorgullezco de ser alguien bastante culto,  los libros desde que tengo conciencia me han enriquecido, fascinado e inspirado y gracias a ellos llegue más lejos que mis colegas, que mis hermanos, que mi hermana,  padres, tíos y abuelos, pero por mi condición social jamás logre concretar los estudios. Sin embargo con esfuerzo y dedicación, y tras un par de décadas logré llegar a adquirir un pequeño terreno junto a mi mujer e hija, y por supuesto junto a Corey.

Eso fue lo ultimo grato de mi vida. No. Creo que ese fue el mayor error de la misma.

Adquirir esta tierra maldita fue lo que trajo la desgracia a nuestras vidas. La tierra es infértil por las grandes oleadas de sequías que año a año asolaban. El pueblo mas cercano esta a una hora a pie de distancia. No hay animales, no hay frutos, y como colmo esta tierra cobró mas que solo mi espíritu.

Cobró la vida de mi pequeña niña.

Jamás lo superé, ¿como hacerlo?
Ver en su dulce cuarto como la luz de mi vida se apagaba lentamente por una enfermedad que de no ser por mis malas decisiones habría sido tratada adecuadamente en una clínica u hospital.

Desde entonces ahogo mi conciencia entre botellas de licor que por años tuve guardadas. Tanto alcohol que emborracharía a una taberna completa, yo lo ingería sin discriminación.

A mi niña la enterré en estos llanos.

Desde entonces mi esposa no me habla más que para quejarse de mi vicio.

-¿Que quieres que haga?- le replico

Y en sus ojos veo dolor, y en sus palabras siento rencor, no importa que ella no diga nada al respecto, sé que ella me culpa, porque es mía la responsabilidad.

Yo les traje aquí por una esperanza injustificada de prosperidad a una tierra muerta, pero no lo sabia, no era mi culpa,  debí ser más precavido, pero ¿como saberlo? El hijo de perra que me  las  vendió, me las ofreció como un punto en el cual prosperar. Pero era un maldito mentiroso. Como lo odio, ¡es su culpa, el me engañó!

Una tarde, antes de que la noche se plantara sobre el cielo ella replicaba nuevamente y como de costumbre tras lo sucedido. Que gran error. Yo ya no lo soportaba.

Replicaba una y otra vez por el hedor de mis ropas a licor, por mi postura frente al duelo, sé que eso no era lo que realmente le importaba y que me culpaba por su muerte, pero la cobarde no tenia el valor para decir aquello que ambos sabíamos.

Sus manos abiertas me brindaban palmetazos una y otra vez, mientras que de sus ojos se escurría el dolor de su corazón y de sus labios se escapaba la rabia de su alma.

No quise que nada acabara así.

Pero mi desasosiego deslizo abruptamente mi ira contra ella, y botella en mano, contra el ultimo vestigio de amor que me quedaba sobre este mundo bastardo.

Los fragmentos de botella salieron disparados a todas partes del cuarto y antes de darme cuenta ella ya había fallecido.

Así como ella me dio incontables golpes solo uno bastó para quitarle la vida.

Cayó sin oponer resistencia alguna, su rostro, apenas y avejentado por el inclemente tiempo, estaba cubierto de su propia sangre y el poco vino que quedaba.

Me quedé si palabras por un par de segundos antes de romper en llanto y sostener entre mis brazos al amor de mi vida, ahora sin pulso. No fui capaz de deshacerme de ella. Su cadáver aún se puede encontrar en la misma habitación, ahora pútrido por los días transcurridos.

La casa apesta. Corey no me dirige la mirada.

Perro ingrato, ¿creerá que esto lo he hecho con intención?. No, no fue así.

-¡Eeeeh!¡Corey!- le grito ebrio. Mirame cuando te hablo perro desgraciado-

El maldito con suerte mueve las putas orejas

-¡No es mi culpa! ¡No es mi culpa!¡No, No lo es!- lo pateo, pero es incapaz de reaccionar más que de alaridos y quejas.

Lo pateo una y otra vez, hasta que por obra de la borrachera caigo de espaldas, y mirando al cielo, solo deseo morir.

No es mi culpa, nunca quise que todo acabara asi

El jardín del sepulcroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora