La absoluta oscuridad de la noche devoraba de la vista animales y plantas por igual. La tétrica negrura nocturna solo era profanada desde un llano iluminado por una crispante fogata alrededor de la cual tres esqueletos conversaban:
- ¡Eso no da miedo Bonifacio!
Wester, el esqueleto amarillento producto de su estadía en el desierto el mayor y autoproclamado líder del grupo. Se jactaba de conocer más del mundo que nadie. Esto incluía historias que cimbraran los omóplatos. Junto a- Bonifacio – el esqueleto novohispano y – Os – El esqueleto que por alguna razón sonaba constipado despertaban cada 300 años en un ritual ocioso cuyo uno objetivo es acurrucarse en el terror hasta quedarse dormidos de nuevo.
-Claro que si. No hay nada más apabullante para los sentidos que el recuerdo de el "cráneo negro de la laguna", cuyo poder solo fue vencido por la creatura lagarto que habitaba el mismo lugar y que se desplazaba en un caminar bailado zigzagueante de manos pies, cabezas y hombro.
Una estruendosa carcajada como respuesta de su audiencia concluyo el relato.
Wester al percatarse de que los huesos del narrador en turno casi cambiaban de color como cada vez que se alteraba, decidió salir por la tangente sobre el tema.
-Ok Boni, quizás nuestra ignorancia sobre la zona de la que cuentas no nos permita dar alcance a tan profundo relato. Hagamos manifiesto de cultivarnos en experiencia sobre tu selva de origen. He de agregar hermanos míos, que, si bien esta larga noche nos ha provisto de una ambientación deliciosa para el terror, nada es eterno y el final de esta reunión se acerca con el amanecer. Permítanme entonces contar una última historia que espero esté a la altura:
Se cuenta que nuestra hermandad de huesos no siempre fueron los únicos en habitar. Se dice que los huesos fueron diferentes, diferentes y complejos en el pasado. Que la elegante funda blanquecina que nos conforma en el pasado solo era la última instancia. Que los seres que nos contenían eran un cumulo de pliegues de masa rosada rodeada a su vez de decenas de pliegues viscosos cuasi infinitos que vibraban juntos al ritmo de un palpitar incesante...
-¡Sacrebleu!
-No Os, el acuerdo fue que nada de modismos nativos. Ya es complicado entenderte. ¿Puedo proseguir?
-Oui
-Bien, esa no es la peor parte. Estos individuos, nuestros antiguos, debían mantener esas masas amorfas en constante infiltración de fluidos. Como si de estrellas gigantes se tratara se devoraban los unos a otros, nutriéndose, absorbiéndose y asimilándose a sí mismos y a seres menos complejos que cohabitaban con ellos en un baile incesante de destrucción y persecución rodeados de su propia podredumbre que terminaba erosionándolos hasta su forma final: nosotros....
El crujido de una rama en medio de la fogata y el primer rayo de sol fue acompañado del inerte sonido de 3 esqueletos volviendo a su sueño al unísono.
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La fogata de los esqueletos
ParanormalLa absoluta oscuridad de la noche devoraba de la vista animales y plantas por igual. La tétrica negrura nocturna solo era profanada desde un llano iluminado por una crispante fogata alrededor de la cual tres esqueletos conversaban: