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Llegué a casa sin contratiempos, a estas horas de la tarde mis padres no están y por ello puedo tomarme ciertas libertades como por ejemplo llegar más tarde de lo usual, caminando hacia la cocina reviso la pizarra colgada en una de las paredes, está destinada a colocar pequeñas notas para informarme de alguna cosa inesperada que no se me haya comunicado el día anterior, solo había un trozó de papel blanco que llevaba escritas una nota, "por motivos de trabajo no llegaremos esta noche a dormir", mis padres son ejecutivos de una importante empresa dedicada al rastreo satelital, gente de ese medio y aun así me sorprende que prefieran escribir notas en papel en lugar de llamar directamente a mi teléfono celular; con sinceridad, debo admitir que la noticia me genera mucha tranquilidad para poder asistir a la cena a la que fui "cordialmente invitado", prefiero no comer nada por el momento, quiero tener el estómago vacío para poder apreciar con todos mis sentidos los exquisitos manjares que seguramente prepare ese ángel que acababa de conocer.

La luz del día se extingue con el pasar de los minutos y yo estoy frente al armario en mi habitación, empiezo a comprender esa sensación de inquietud que tienen las mujeres cuando no saben que ponerse, no es la ropa en específico el problema, sino más bien, el ser incapaz de decidir si dicha prenda es apta o está acorde a la situación y lo que quieres transmitir, luego de muchas preguntas sin respuesta y deshacer el orden de mi ropa al fin elegí que ponerme, un camisa de lino blanca un sweater de color azul marino, pantalón de Dril negro y zapatos casuales.

Solo tardé unos cuantos minutos en asearme y arreglar mi cabello, siempre ha sido muy dócil para peinarlo, mantiene la forma y no tiene ni una pisca de frizz, quizá debería probar un nuevo corte de cabello, conté el dinero que disponía para ir y regresar además de una compra que realizaría en el camino a la residencia Kujo, no está demasiado lejos, a unos 20 minutos en taxi, me aseguré de que todo estuviera en orden, ventanas y puertas bien cerradas, una vez que me cercioré de todo lo que debía hacer salí de casa rumbo a la floristería más cercana, ya había decidido previamente el arreglo que compraría, una exquisita composición de nardos y tulipanes blancos; con esta adquisición estaba listo para ir hacia mi destino, tomé un taxi y en efecto, el conductor solo necesitó escuchar el apellido "Kujo" para llevarme sin dudar a donde le había pedido, era una mansión en todo sentido, pagué por el servicio y por unos momentos quedé petrificado en la entrada al apenas tener en cuenta la posibilidad más obvia del mundo, si ella era la madre del tal Jotaro entonces eso quiere decir que.... su padre, iba a conocer a su padre y si bien eso no estaba del todo mal, era importante especificar que seguramente el mal genio de su hijo debió ser heredado de su padre, lo cual sería un inconveniente para mí, sin embargo yo solo estoy siendo respetuoso y cordial respecto a la invitación que me dieron.

Toqué el timbre con ciertas dudas de si este era el lugar correcto, un rostro familiar me dio la bienvenida y como si no fuera lo suficientemente incomoda la situación con su mirada de desaprobación sobre mí, también noté demasiado tarde que estaba en la casa de un compañero cuyo nombre ni siquiera sabía, quiero decir, si conozco su nombre, pero sólo eso... su nombre de pila, en cuyo caso ya me encontraba metido hasta el cuello en la situación así que, presto a hacer mérito de la estricta educación que recibí de mis padre, salude con la mayor cordialidad que pude exprimir de mi ser, una mirada bastó para hacer enfurecer al hombre que estaba junto a mi -tienes las agallas de llegar a mi casa, a estas horas de la noche y con un ramo de flores, te falta instinto de supervivencia, imbécil- trató de sujetar mi brazo pero con un rápido movimiento logré eludirlo para caminar apresuradamente hasta la residencia en si.

- Si viniste, querido, gracias por aceptar nuestra invitación a cenar- musitó una voz ya conocida, hipnotizado por esa melodiosa voz, continué con mi camino recorriendo los pasillos de la casa hasta encontrar a quien se había apoderado por completo de mi corazón, en efecto, era preciosa cuando sonreía y más aún cuando dejaba escuchar su risa casi como una canción, nos acercamos el uno al otro para unirnos en un abrazo, su rostro se apoyó en mi hombro derecho y sus brazos rodearon mi cuello en una clara señal de cariño, mis latidos se aceleraron de un momento a otro, mostrándome el instante preciso que guardaría en mi mente hasta el día en que falleciera.

Cartas de amor en anonimato.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora