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Primer sueño

  Sus ojos estaban maravillados con el pelinegro. Con su forma de vestir, sus piercings y sus orbes color café oscuro que brillaban cada vez que veía el sol escondiéndose. Sin embargo, una sensación de miedo y terror recorría su cuerpo cada vez que su mirada se posaba sobre aquel individuo, y aquellas voces se escuchaban lejos nuevamente.

¿Voces?
¿Nuevamente?

  Una luz radiante le generaba malestar en sus ojos, y ahí es cuando volvió a la realidad. Era su mamá llamándolo.

"Ross, ya es la hora..." avisó cruzada de brazos mientras miraba la cara de susto de su hijo, quien estaba todo despeinado como si hubiese peleado con treinta gallos a la vez.

"¡Ma!" Gritó "Ya hablamos sobre esto... Deja que suene la alar—

"Ya la apagué" interrumpió "Y nunca vi que hayas abierto tus benditos ojos"

  Si, era cierto, la alarma no era su aliada en este tipo de momentos. Siempre se ponía 132 alarmas con distintos horarios para ver si por milagro del universo sus "benditos ojos" se abrían de una buena vez, pero no.

(...)

"Saquen una hoja rayada, una lapicera y guarden todo lo que haya en su banco" Se escuchó al profesor entrando al salón.

¡Otra vez este infierno!

"Tsss, Rosita" Llamó su compañero de banco pegándole un codazo en el estómago logrando una mueca de dolor en él.

"¡No me llames 'Rosita' Chris!" Exclamó casi gritando.

"Bien Rosita, calmado" Entre carcajadas burlonas, el profesor calmó a ambos amigos y continuó diciendo: "Antes que comience a dictar... Tienen un nuevo compañero, y..."

Ross agachó su cabeza de la vergüenza antes que entrara su nuevo compañero, pero tan solo en segundos todos comenzaron a murmurar. Miró hacía los lados y frunció el ceño.

¿Odiamos a estos gorilas estúpidos? Si los odiamos.

Su clase no era la que todos los profesores adoraban, al contrario, eran los que se comían cada llamado de atención en la escuela de los profesores, y no solo por ser los de último año, sino por ser el curso más revoltoso desde primer año de secundaria, y por ser tremendos anti-sociales.

Volviendo al relato, Ross seguía con cara de disgusto mirando a los demás, hasta que una voz dulce y cálida se escuchó en el salón.

"Buenos días, mi nombre es Noah" Sonrío y su mirada parecía haberse cruzado con el pelirrojo apodado "Rosita", quien, de forma extraña, también lo miraba.

El corazón de Ross parecía estar detenido, sus manos sudaban, y sus pies se adormecían, haciendo que sintiera miles de pequeños pinchazos; como miles de agujas.

Pelinegro de ojos café con piercings en las orejas, nariz, labios y cejas.

¿Les suena?
Lo siento...
Mejor dicho,
¿Recuerdan haber leído de este chico?

La cara del pelirrojo estaba roja como un tomate, o tal como su pelo. Las preguntas inundaban su cabeza, una más e iba a estallar.

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