Marcas

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Los rayos del sol se colaban con ímpetu por aquellos vidrios brillantes y a pesar de la calidez que chocaba la pálida piel del pelirrosa, la luz excesiva sólo hacía que mantuviese el ceño fruncido. Amaba el verano, pero por alguna razón, el estar en una ciudad costera lo hacía ligeramente insoportable, ¿por qué no podía ser como el invierno recién pasado y mantenerse ligeramente nublado?

La puerta de la entrada se abrió con lentitud y una dulce melodía se propagó por la modesta casa, terminando por despertar al felino de su siesta, quien estiró su espalda para relajar sus músculos luego de permanecer en el cómodo sofá por tanto tiempo.

– Kookie, bienvenido a casa. – Un ronroneo se le escapó mientras en sus labios se dibujaba una tierna sonrisa. – No me gusta esa canción, tararea otra. – Con el ceño algo fruncido se puso de pie caminando por la sala hasta dar con el conejo, abrazándolo por la cintura.

– Lo siento, Jiminie. – Dijo el de cabellos oscuros, soltando las bolsas de sus manos con cuidado para así poder corresponder el amoroso gesto. – Aunque sabes que sigo esperando esa lista de tus canciones favoritas para darte en el gusto, ¿no? – Algo divertido se encogió de hombros, para comenzar a tararear una nueva melodía, una tonada que sabía podía tranquilizar a su gatito gruñón.

– Te sabes todas mis canciones favoritas, Kookie, no seas tramposo. – Escondiendo su rostro en el pecho de su novio, infló las mejillas en un puchero a medidas que empuñaba sus manos en la ropa contraria, ¡ambos sabían a la perfección sus gustos!

El híbrido de cabellos oscuros, sonreía con amplitud, casi no podía creer lo mimoso que se había tornado su novio, es decir, desde el primer momento en que sus ojos se habían posado en la pequeña figura contraria había sabido que sería un poco meloso, incluso ligeramente infantil, sin embargo, el vivirlo cada día y sostenerlo entre sus brazos ante sus adorables berrinches era algo completamente diferente. Sus manos viajaron a las caderas del felino para acariciarlo con dulzura antes de besar una de las triangulares orejas ajenas.

– No soy tramposo, Jiminie, es que me gusta cuando eres un bebé enojón. – El menor soltó una carcajada por sus propias palabras, estrechando el abrazo. – Pero eres sólo mi bebé, ¿no? –

¿De verdad le estaba preguntando eso? Un gemido de frustración se escapó de los gruesos labios del pelirrosado, pues su pareja sí que sabía qué decir para provocarlo. Ambos corazones latiendo desbocadamente, resonando en el pecho ajeno ante una declaración sencilla que para la juventud no sería más que una promesa vacía, mas para ellos significaba cada uno de sus respiros.

– Tú eres el menor. – Su larga cola felina se movió serpenteante. – Pero sí... soy sólo tuyo, y tú eres sólo mío. –

Ronroneando, Jimin frotó su mejilla contra el cuello contrario, disfrutando del dulce aroma natural de su novio mezclado con el aroma de la playa, una fragancia única e hipnotizante.

Ambos se separaron por breves segundos sólo para contemplar el brillo en los orbes contrarios, aquel amor intacto, esa emoción que ningún humano podría describir. No estaban seguros de cuál había sonreído primero y quién había copiado la acción, no obstante, si de algo estaban seguros era que en cuanto Park se puso de puntillas fue el encargado de que sus labios colisionaran en un suave beso repleto de cariño y anhelo.

Las largas orejas de Jungkook se elevaron mientras sus ojos se cerraban, dispuesto a disfrutar del sabor a melocotón que constantemente poseía su amante, y es que, a pesar de no estar en la pastelería a tiempo completo, tenía más que claro que no podía vivir sin consumir uno que otro caramelo. No es como si se quejase de cualquier forma.

I'm gonna love you [ KookMin ]Where stories live. Discover now