PARTE 1

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Siendo ritual de todas las mañanas, nada más llegar a la puerta de la clínica, Fukuzawa inspiró y espiró tres veces con la misma idea en mente: “Si no le hago caso, no lo mataré”. Tras esto, empujó la puerta y se aventuró por el largo pasillo hasta la sala con el letrero "clínica" colgado de la pared. Volvió a repetir el mismo ritual que hizo a la entrada y entró en dicha sala con el mejor rostro impasible que podía poner. Seguro que el doctor estaría en su mesa firmando unos papeles y su asquerosa habilidad pintando en un banco al lado de la ventana… Pero no fue así.

El instinto de que algo iba mal se activó en el exasesino tras observar que la sala estaba vacía. Cualquiera pensaría que se ha ido con la niña a comprar vestidos (cosa que hace casi siempre y sin avisar a Fukuzawa), pero si se toma en cuenta que las pinturas de la niña estaban en el suelo y la pluma con la que firma los documentos sin tapar, encima del escritorio, da a pensar que algo ha ocurrido para que los dos saliesen corriendo o, en su defecto, que alguien haya atacado sin previo aviso al doctor y este no haya podido defenderse a tiempo, haciendo que su habilidad desapareciese al instante y que fuese apresado.

Fukuzawa empezó a pensar que pasaba demasiadas horas con Ranpo.

Anduvo por los pasillos sin encender ninguna luz y sin hacer el menor ruido con su mano apoyada en la empuñadura de la espada. Aguzó el oído todo lo que pudo, como si de un lobo cazando se tratase, y oyó un ruido procedente del cuarto de baño. Al acercarse a la puerta, oyó un ligero tosido del doctor. Fukuzawa se tranquilizó y llamó a la puerta.

—Doctor Mori, soy yo. Acabo de llegar.

No hubo respuesta, lo que alertó al mayor. Tomó el pomo de la puerta y la abrió lentamente. Esperaba encontrarse al doctor duchándose, peinándose, en el retrete (lo clásico que se hace en un cuarto de baño), pero no tumbado en el suelo boca abajo. El albino no sabía cómo reaccionar a aquello… Pensó que ya lo había visto todos los hábitos excéntricos del doctor, pero aquello estaba a otro nivel.

—¿Puedo saber qué hace?

—Está fresquito… —murmuró sin quitar la cara del suelo.

—¿Disculpe?

—Tengo calor… Y el suelo está fresquito…

—Puede salir si quiere a dar un paseo. Fuera hace algo de frío, si es lo que busca.

—No tengo fuerzas ni ganas de salir a la calle…

Ahora que lo pensaba, en la clínica tampoco se podía decir que hiciese calor…

—Doctor Mori, ¿le ocurre algo?

Mori giró la cabeza para mirar al guardaespaldas con los ojos completamente perdidos y llorosos.

—Me duele la cabeza mucho… Y la garganta… Y el pecho… ¿Sería tan amable de cortarme en pedacitos con su espada y terminar con este sufrimiento?

Ahí estaba la razón a todo el revuelo del despacho y a por qué se hallaba abrazando el suelo.

—Parece que está enfermo… Un refriado, seguramente.

—Soy médico… Sé perfectamente lo que tengo…

—Entonces supongo que también sabrá que tumbarse en el suelo no le hará ningún bien, sino todo lo contrario.

Mori frunció el ceño.

—Me he caído… No es porque yo quisiera… Y como el suelo está tan fresquito…

—Pensé que estaba buscando una nueva cura para los resfriados.

—Pensó mal como siempre…

—¿Quiere que le ayude a levantarse?

—No… Puede dejarme aquí todo el día, si le place…

—Entendido.

Fukuzawa se giró para irse, pero un golpe procedente del suelo le frenó en seco.

—¡Oh, por el amor de Dios! ¡¿Podría ayudarme?!

Aquel iba a ser un día muy largo…

♦♦♦

¡Hagan sus apuestas, señores!
¿Cómo terminará todo esto?

BSD || El enfermero y el enfermo [FukuMori]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora