parte diez

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La vieja militante Lazurkina refiere lo siguiente:


En 1937, camaradas, yo corrí la suerte de muchos.

Ocupaba un puesto directivo en el
Comité regional del Partido en Leningrado y, naturalmente, también fui detenida.

Cuando la puerta de la cárcel se cerró a mi espalda (no era la primera vez que esto sucedía, ya había estado muchas veces en la cárcel y también había sido deportada en época del zarismo)

sentí un inmenso terror, no por mí, sino por el Partido.

No podía comprender por qué
motivo se detenía a viejos bolcheviques. ¿Por qué? Y este “por qué” era torturador e incomprensible.

El gran daño causado por Stalin no sólo reside en el hecho de que muchos de nuestros mejores hombres hayan perecido, en que haya reinado la arbitrariedad, en que se haya fusilado sin juicio, en que hayan sido encarcelados muchos inocentes.

No es sólo esto. Todo el clima creado en aquellos momentos en el Partido era contrario al espíritu de Lenin, era una disonancia.

Me limitaré a citar un ejemplo que caracteriza este clima.

En mayo de 1937, el camarada Jdanov era secretario del Comité regional del Partido en Leningrado.

En cierto manuscrito reunió a los dirigentes del Comité regional y nos informó: se ha descubierto en

nuestras filas, en nuestraorganización de Leningrado, a dos enemigos: Chudov y Kadatski, que han sido detenidos en Moscú. No podíamos decir nada.

Parecía como si la lengua se nos hubiese paralizado.

Pero cuando la reunión hubo acabado y Jdanov abandonaba la sala, le dije: “Camarada Jdanov, no conozco a Chudov, que hace poco tiempo que está en nuestra organización de Leningrado. Pero respondo de Kadatski.

Es miembro del Partido desde 1913. Lo conozco desde hace años.

Es un honesto miembro del Partido. Ha luchado contra todas las oposiciones.

¡Es increíble! Hay que investigar todo esto.”

Jdanov me miró duramente y dijo: “Lazurkina, no continúe con estas palabras, o de lo contrario será peor para usted.” Pero nunca pensé en lo que podía sucederme, bueno o malo, al defender la verdad.

Sólo me preguntaba si sería o no útil al Partido.

Desde la época de Lenin, reinaba en el Partido una atmósfera de amistad, de fe recíproca, de apoyo, de mutua ayuda.

Recuerdo los años de clandestinidad. Cuando éramos detenidos, hacíamos recaer sobre nosotros, sin dudar, toda la responsabilidad de las acusaciones para proteger a la organización, para alejar las sospechas de los camaradas que estaban aún en libertad, para proteger las publicaciones clandestinas y la imprenta.

¿Cuál era la atmósfera en 1937?

Entonces reinaba el miedo, que no ha sido nunca nuestro fuerte, el de unos leninistas.

Nos calumniábamos unos a otros, no nos teníamos confianza, uno llegaba hasta el extremo de calumniarse a sí mismo.

Se nos asediaba para que nos calumniásemos.

los procesos de MoscuDonde viven las historias. Descúbrelo ahora