Hades pudo sentir como Perséfone temblaba mientras la bajaba del caballo. Se puso en pie frente a ella y chasqueó los dedos. Varias columnas de fuego verduzco emergieron del suelo, iluminando la estancia. Pudo observar sus ojos asustados, su boca entreabierta de sorpresa.
-No temas - le dijo con la voz fuerte, distorsionada por el eco del casco. "Así solo la estoy asustando más" se dijo y procedió a quitarselo - Soy Hades, y este es mi reino. No te haré daño.
-¿Ha...Hades? - fue lo primero que pudo preguntar. El largo cabello del señor del inframundo ondeo cuando se quitó el yelmo. Mientras sus hermanos lo tenían crespo y alborotado, la melena de Hades era lacia y elegante. Tampoco llevaba la barba que tanto enorgullecía a Zeus y Poseidón. El fuego dotaba a su piel de un tono verde pálido que le resultaba bastante peculiar y atractivo. - ¿Qué... por qué?
Hades suspiro pesadamente. - Acompáñame, por favor. - le ofreció una mano, pero vio que ella vacilaba en tomarla, así que la retiro y empezó a caminar con ella a su lado.
Perséfone caminaba abrazándose los hombros. No podía evitar dar un leve respingo cada vez que las llamas se encendían conforme pasaban.
-Está bien. - la voz de Hades era bastante calmada, sonaba seguro de sí mismo pero sin llegar a la arrogancia ni el despotismo - Nada bajo mis dominios te hará daño. Jamás.
Caminaron un poco más hasta llegar a una habitación donde había un pequeño lago al centro. Hades se acercó primero y le invitó a mirar dentro. Perséfone pudo ver la superficie, el sol y las montañas.
-Hace años que no venía aquí - le dijo el dios de los muertos - Cuando llegué por primera vez al Inframundo extrañaba el mundo de arriba, así que creé esta ventana. Pero pasó el tiempo y me cansé de ver a hombres y mujeres morir, a las plantas marchitarse y los animales descomponerse. Soy consciente de todo ello. Para mí la vida perdió todo atractivo y decidí aislarme para siempre, dedicándome solo a mi trabajo como juez supremo de los muertos.
Perséfone le escuchaba atenta. Hades hablaba con la dignidad de un dios, pero había cierta melancolía escondida en sus palabras. Que diferencia con los rumores de que Hades era un dios cruel y terrible. El señor de los muertos se sentó en la orilla y ella se colocó a su lado.
-Hace poco, movido por no sé que impulso, decidí echar un vistazo - Hades clavo su mirada en la de Perséfone - Y entonces te ví. Y comprendí que la belleza y el amor y las cosas buenas aún existían y que todas ellas se habían reunido y habían dado lo mejor de sí para crearte a ti. Sentí que en mi pecho galopaban sentimientos que nunca había tenido. No era el simple deseo carnal del que tanto se enorgullecen mis hermanos, ni un arrebato de locura, aunque tenía la intensidad de uno. Era amor. Y la certeza de que deseaba hacerte mi esposa y compartir la eternidad contigo.
Perséfone estaba sonrojada, mirando fijamente los ojos de su interlocutor. Entonces un pensamiento la asaltó.
-Eso significa que vas a... poseerme ¿ No es así? - se alejó de él instintivamente, cubriéndose el pecho con las manos.
-No sería capaz - le respondió Hades sin levantarse - tu belleza es una flor que debe ser cultivada, no arrancada - de pronto hizo una mueca de desagrado - he juzgado a demasiados hombres violentos con sus mujeres como para querer hacerte lo mismo. Te ofrezco lo siguiente: Quédate conmigo un tiempo. Serás tratada como mi reina y me esforzaré en mostrarte lo mejor de mí. Si después de unos meses decides marcharte, no te detendré. Además te prometo que durante tu permanencia nunca haré nada contra tu voluntad. Es la palabra de un dios. Y también de un enamorado.
Los dioses solían acompañar sus juramentos por rayos, temblores u otras demostraciones de fuerza. Hades no hizo nada de eso, pero Perséfone sintió la seguridad en su voz y su mirada y supo que él nunca faltaría a sus promesas. Poco a poco se relajó, mientras pensaba en su madre, en las discusiones y en las historias de amor que tanto había oído.
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Hades y Perséfone
RomanceUna reinvención del mito de Hades y Perséfone, cambiando la idea clásica de que Perséfone era una niña engañada y que buscaba algo más.