Un escalofrío recorrió la piel del castaño envuelto entre sábanas y almohadas, pues a pesar de estar en aquel pequeño nido improvisado que armó durante la noche para darse calor, el frío del exterior entró como si fuese dueño de la casa en la que él vivía y se adueñara de todo rastro de calor. Se negó a si mismo con la cabeza y se hundió aún más en la cama.
El fin de semana ya había pasado y su descanso había terminado, tenía que levantarse como todo buen ser humano y hacer actividades productivas. Sé levantó con pereza y quitó cada una de esas cobijas, logrando meter sus pies en las pantuflas azules frente a su cama, dirigiéndose al espejo. Talló sus ojos y se sonrió, aún adormilado. Y abrió su boca, para decir algo como; "Luces decadente, Ezra".
Pero no pudo.
Por un momento se le había olvidado que ya no podía hablar, y todo regreso tan rápido a su mente que se sintió mareado, se recargo en la pared con una mano en su cabeza. Y eso ocurría más de lo usual, despertar como si no hubiese ocurrido nada, a veces ni se daba cuenta de que no producía sonido alguno, ni lo oía. Sintió una oleada de melancolía, y tragó duro.
Se separó de la pared y se miró al espejo de nuevo. Y se sonrió.
[ • • • ] ;;
Una chaqueta abrigadora era la defensora del frío a escudo y espada de Ezra, pues no tenía nada más para un repentino frío que se había instalado ese día, unos guantes delgados cubrían sus dedos y apenas una bufanda protegía sus lindas mejillas color rosa pastel, además de su tierna nariz. Con una mochila de cuero colgada en la espalda, y lo necesario para ir a trabajar, salió de casa. Odió ese día tomar un baño, y juraría que no tomaría otro esa noche.
Después de unas calles y girar un par de esquinas, en una zona muy concurrida pero extrañamente casi desierta ese día, olía a café, específicamente café americano, potente, fuerte, y amargo. Se aproximó al olor, y entró a la tienda, haciendo sonar una campana que colgaba del techo, pero al parecer nadie salió a recibirle, se extrañó. Cruzó el mostrador, agachándose e intentando no golpear su cabeza con el vidrio.
Al pasar del otro lado, fue inmediatamente a dejar sus pertenencias en su respectivo casillero con su nombre, se puso una camisa color vino con negro, un pequeño delantal de la cintura hacia abajo, respectivo de un mesero, y su toque personal, un moño. Además de su tableta en una bolsa grande del delantal. Cuando salió, ajustándose el moño, un señor de gran edad estaba sentado en una de las sillas, al lado de la cafetera, leyendo lo que parecía un libro viejo.
- Llegas temprano, Ezra. - El mencionado asintió con ligera alegría, pues lo tomaba como un cumplido. Tomó una taza y sirvió el café, sin nada de azúcar, dándoselo al señor malhumorado que solo refunfuñaba y se acariciaba las manos buscando calor. - Por cierto, tus compañeras no van a venir, ninguna. "Casualmente" dos se enfermaron y una está fuera de la ciudad. Ya me las veré con ellas, mientras tanto tu te encargas, ¿Bien?
Ezra volvió a asentir, entonces sacó la tablet de su delantal y escribió en la aplicación de notas.
"Está bien, no me afecta. Después de todo prefiero estar aquí, está más calientito que en mi casa. ¿Hay algo que tenga que hacer? ¿Acomodar la mercancía o algo?"
Él, después de leerlo, solo refunfuñó de nuevo, y sonrió a su vez, ese chico era mucho más optimista que cualquier otro. Miró a Ezra y negó. - No, en realidad todo está en orden, solo atiende hasta las cinco de la tarde y cierra. Yo me voy a casa. - Dijo en un tono malhumorado, y a pesar de no poder escucharlo, si pudo sentirlo, río internamente y antes de que se fuera, le dió unos toques en la espalda y le dijo rápidamente con señas.
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•|Los ángeles son personas|•
Romance❝No hacían falta palabras para decirle cuánto lo amaba.❞ Una historia de normalidad con un toque de silencio, absoluto y hueco silencio.