Silencio.
A Adonis le desagradaba el silencio tanto como los nabos. Odiaba sobre todo la manera arrogante en la que le había negado, en la que le indicó que no quería hablarle ni de chiste. Bien, si ese tal Ezra no le iba a hablar, era mejor aclarar desde el principio esa barrera, no iba a permitir que una persona como esa entrara en su vida de ninguna manera.
Se levantó de ese sofá color marrón y descalzo caminó hacia la cocina, donde una tetera chillaba. Sirvió un café muy amargo en la taza humeante y dió un trago largo. Seguía pensando en él, en lo malagradecido que había sido, ¿Quién te salva una noche de un posible atacante a pesar de haber recibido un mal trato horas antes?, por lo menos debería de haberle agradecido. Suspiraba de frustración.
Adonis era una persona simple, sin apegos hacia nada ni nadie, sin embargo pensar en ello solo le irritaba aún mas, un recuerdo que no se quitaba de su memoria. En apariencia, Ezra se veía tierno y dulce, incluso en el momento de verle se le había venido a la cabeza los peluches esponjosos y de alguna manera postres muy acaramelados, encajaban perfectamente con su imagen. Por los astros, incluso había intentado empezar una conversación, algo casi imposible para él. Y aún así lo había despreciado.
La casualidad y el destino los había vuelto a reunir en secreto ese mismo día y dos veces. Pues en ese callejón en el que se había escondido a fumar un cigarro, le había visto recoger a un cachorro, siendo asustado él mismo por el pitido de su reloj, que indicaba un retraso en su llegada a su facultad. Lo vió tan brillante, tan casual, como si la vida misma le hubiese puesto ahí por arte de magia. Y después en las puertas de salida principales junto a, casualmente, su nuevo al mando en el equipo de basquetbol.
¿Como es que alguien con una imagen tan angelical como la de él, tan agraciada, podía comportarse tan arrogante?
Una sensación muy caliente lo había sacado de su trance, había derramado la taza en la mayor parte de su brazo, quemaba. Soltó un gruñido y trató de secarse con un pañuelo de por ahí. Seguía tan enojado que su mandíbula estaba tensa. Debía de sacarlo de su cabeza pronto.
Y era algo nuevo para él tener que lidiar con ello.
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— Entonces, ¿Vendrán a vernos? — Decía con entusiasmo el moreno, que ahora llevaba un gorro ridículo en forma de rana, sentado en el suelo. — No lo sé, ¿Tu quieres ir? — Preguntó el pelirrojo a Ezra, quien llevaba un pijama muy abrigador. El pequeño volteó y con señas dijo;
"No lo sé, Bob esponja. Arruinaría nuestro estilo"
Rió de la única manera que el sabía hacerlo y se levantó, agarrando al cachorro marrón que merodeaba al lado de la televisión con una mano y con la otra agarró un pequeño tazón con comida para cachorros, sentándose en la cama.
— ¡Vamos! ¿Que les cuesta apoyarme ahora que soy el primero al mando del equipo? — Insistió, sobando su cuello con cansancio. — Necesito saber cuál es el talón de Aquiles de nuestro equipo. ¡Ustedes más que nadie saben cómo debería ser un equipo de basquetbol! — Y tenía razón, los tres chicos desde que se conocieron habían coincidido en los gustos por los deportes, especialmente en el basquetbol. Sabían mucho más que las personas promedio las estrategias y perfiles deportivos de cada jugador, dependiendo del papel que tuviese en el partido.
Ambos chicos voltearon a verse. — ¿Te interesa? — Pregunto Gabriel a Ezra, quién negó levemente y volteó a ver a Matthew. — Ya escuchaste al niño.
— ¡Bien! La siguiente tarde de películas va por mi cuenta. — Soltó finalmente, derrotado por los otros, quienes sonrieron complacidos. — ¿Y? — Preguntó Gabriel, alargando su habla y alzando las cejas, esperando una respuesta más tentadora. — Y una tarde en la pista de hielo.
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•|Los ángeles son personas|•
Romance❝No hacían falta palabras para decirle cuánto lo amaba.❞ Una historia de normalidad con un toque de silencio, absoluto y hueco silencio.