El amor es un tazón de mugre y terror. El terror que sentía revolver mis entrañas cuando el gigante Bonsair de la vieja casa se tumbó sobre nuestras versiones aniñadas, y la mugre del lodazal que nos envolvía en ese momento.
Mimisimo al cruel pavor que sentí el día en que Donghyuck dejó de frecuentarme de la nada.
Yo siempre recordaba su rostro, cuando tomaba agua, cuando sonreía, cuando estaba en el más hondo hueco, cuando la tormenta me robaba la piel y me robaba los huesos. Dong-hyuck. Siempre andandose por mí mente.
Ansio verlo, ansio sentír el caliente hedor de su cuerpo a mí lado, sentír el toque de alguien vivo en este mundo de fríos y muertos parlantes.
Sin embargo, y sin remedío, nunca supe de él más de lo que mamá llegó a decir.
"Parece que le va muy bien."
"Cady cuenta que ya está más alto que su padre."Me alegraba saber que él estaba bien. Pero saber que estaba bien no era suficiente para llenar la infinidad de mis oídos. Yo tenía hambre, una inciasable hambre de saber más, de ver por su bienestar y cuídarle cuando estuviese enfermo.
- Mark! - Gritó Mamá desde el auto apurandome a subír. Extrañaba la paz que tenía en mí interior antes de que se consiguíese un esposo nuevo y las peleas hogareñas comenzacen.
- Ahgm! Ya voy! - El viaje en auto fué incomódo, lo único que me mantenía cuerdo era la música haciendome vibrar contra el asciento trasero.
Yo acompañaba a mamá a hacer las compras de la cena por que "ella no sabía lo que le gustaba a Heachan y yo sí." Y pensé que lo sabía cuando la caja de biscocho tocó la mesa del comedor. Pero supe que no lo sabía y que nunca lo había hecho en realidad cuando le miré entrar detrás de la sonriente abuela.
El no era el mismo, ni la expresión de sus ojos, ni la sequedad de sus pulmones le pertenecían. El no era él, no olía a su propio aroma.
Me costaba comprender que la gente no huele igual todos los Días.
Ni los martes se parecen a los miercoles, ni las piscinas se parecen al mar.- ¿Quiéres? - Dije al sentarme sobre los rechinantes escalones de vieja madera. Acercando un plato de cena a su pecho. El estomago me dolía, el vacio me dolía.
- Mark. - Pronunció después.
- Odio el maldito biscocho de Limón. -- Donghyuck, ha pasado mucho tiempo, nunca me llamaste, nunca me escribiste, nunca me lo dijiste. - Dije mirando mis pies vestidos de calceta blanca. Las bocinas reproducian en el fondo una canción inrecordable.
- no importa, entremos, ¿sí?. - se levantó limpiando sus manos sudorosas contra la tela de su pantalón, nuestras emociones estaban flotando por todos lados, cómo un volcan activo tensionado, cómo un corredor sin una carrera con final, sólo quiero que aparezca un final milagrosamente.
- No quiero entrar ahora, sólo escúchame un momento!. - me levanté avergonzado, dejando el plato de la abuela en el suelo.
- Agh! No quiero escúchar tu voz ahora!, aléjate!. - Se me dirijió con paníco, movíendo sus manos para correrme, hiriendo mi plenitud de sentimientos.
- Bien, está bien, respira, tranquilo, calma. -
- No me putas digas que me calme! -
Mi puño golpeo su nariz con coraje, haciendole sangrar de inmediato, fué por impulso. - ¿Cuál es tu maldito problema?! - Exclamé con rabía. Él me regresó el golpe, abriendome el labio. Y comenzamos a golpearnos.- Mark! Niños! ¿Qué está pasando?! - Mi madre se balanceo sobre nosotros intentandonos separar.
Los puños de Haechan sabían a miedo, a ponche de canela y a más maldito miedo. Los míos sabían a tierra, a lodo y a un tipo extraño, un tipo que olía a canela. Yo extrañaba a Heachan cómo un perro extrañaba a su dueño cuando se iba a trabajar, lo necesitaba cómo el hombre necesitaba su religión y su iglesia.
- Vete a la mierda!- Gritaba desde la otra esquina, nos habían separado fisicamente pero todo lo demás seguía siendo un increíble desastre.
La piel de mi rostro se fundía con una improvisada bolsilla de hielo, tal masa de harina y agua.
Mi mirada penetraba el suelo de mí habitación, con culpabilidad y enojo.¿Dónde estába el muchacho con el que había pasado toda mí remota infancía?, ¿Dónde estaba y por qué no estaba ahí?.
La cena en la que mamá habría esmerado tanto, estaba ahora toda fría, abandonada sobre la mesa de figurinas fiesteras, mosqueandose por la pena e incomodidad de los demás.
Y yo ni siquiera recordaba lo que Haechan me habría dicho antes, sólo era capaz de recordar su rostro y el sentimiento que florecía en mí pecho en el momento en el que todo saltó a ocurrír.
Ksksksks. Dame una Estrellita. Gracias. Te amo.