Tal y como pasaron los minutos, también las horas, los días, las semanas.
Aferrada a mi cama, miraba por la ventana, la mirada perdida. Si pensé que había pasado lo peor pues no era así, lo peor había sido tener que meter a mi hijo metros y metros bajo tierra, lejos de mí, de su mamá.
Me dolía todo, la garganta me ardía por no parar de gritar, su funeral había sido hace unos días y aún así podía sentirlo dentro de mí. La vida me pesaba.
Jimmy estaba a mi lado abrazandome, acariciandome, esperando poder sanarme por lo menos un poquito. Yo ya no estaba ahí, algo se había ido dejándome vacía, dejando solo el cascarón sin nada.
–Por favor, Alice, tienes que alimentarte. Te vas a enfermar, hazlo por mí, mi amor. Hazlo por...—El silencio. Se había vuelto amigo de todos, nadie podía ni había vuelto a decir su nombre. Mi pequeño James Junior.—
No quería que se convirtiera en eso, en algo que no puede ser nombrado.
–James Owen Junior. —Dije finalmente desde hace semanas.—Dilo, ese es su nombre. —Mi voz estaba extremadamente débil, irreconocible.—
–Hazlo por Jimmy Junior, por nuestro hijo, ¿Sí? —Su voz era solo suplica.—
Asentí despacio, sin moverme, sin levantar la cabeza o la vista, sin despegar mi mirada perdida en la ventana.
Jimmy fue y volvió con un plato de sopa, un vaso de agua y una cuchara.
Me ayudo a sentarme, se puso a mi lado y me sostuvo fuerte con su brazo alrededor de mi cadera, con la otra puso la bandeja en sus piernas y me ofreció la primera cucharada del líquido. El olor me hacía sentir enferma, tomé casi la mitad de ella y rápidamente corrí al baño para vomitar, involuntariamente. Ahí estaba otra vez él, mi fiel compañero, tomó de mi pelo y me acarició la espalda, luego me ayudo a pararme e ir hasta el lavabo, antes de poder tomar un trago de agua vi mi rostro ante el espejo. Era espantoso, delgado mucho más de lo normal, casi esquelético, mis ojos estaban todos rojos e hinchados con marcas bajo ellos, marcas oscurísimas, no era yo, labios pálidos al igual que la piel como si la sangre no corriera por ellos. Le di una mirada también a Jimmy, estaba cansado, sus ojos estaban en el mismo estado de los míos, su rostro había pedido los gestos y sonrisas que tanto amo. Me dio una media sonrisa sin ganas para animarme, me sentía egoísta, también me necesitaba, tanto como yo a él. Tomé un trago de agua que me refresco bastante, me levanté y seque con la manga de mi sudadera.
Me di la vuelta y lo mire a los ojos, aquellos que me habían conquistado desde el primer día, nunca me había dejado sola y yo no podía hacerle esto a él. Le pase mi mano por la mejilla, suavemente como si de una obra valiosa se tratara, después me abracé a su cuello lo que lo tomó por sorpresa pero a los segundos correspondió, abrazandome fuerte y haciéndome saber que no iba a estar sola. Inhale el olor de su cuello, su aroma, el que me mantenía cuerda.
–Vamos a salir de esto, mi amor. —Susurre acariciando su nuca. No quería dejarlo ir.—
Quizás nunca espero eso, sabía que estaba llorando.
–Lo sé, eres fuerte Alice, somos fuertes.
Las palabras fueron suficientes, no sé cuánto tiempo estuvimos así pero fue el necesario, lo necesitábamos.
En silencio nos separamos, me dio una sonrisa, esta vez sincera y yo se la respondí de la misma forma.
Caminamos en silencio hasta la habitación y nos metimos debajo de las colchas, nos abrazamos como si no hubiese bastado.
Aquella fue la primera noche en semanas en la que dormí bien, en definitiva dormí. Jimmy también durmió tranquilo.
(...)