Primero lo primero

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-Sí, soy yo... -afirmó él, todavía sonriendo, pero al instante se puso serio nuevamente-. ¿Qué fue lo que pasó? ¡Necesitás que te vea un médico urgente! ¡Te tengo que llevar a la guardia! –exclamó, poniéndose de pie, sobresaltado.

-No, está bien... No es necesario –empecé a decir, negando.

-¿Cómo que no? ¡Sí!

-En serio, estoy bien... -insistí, mientras intentaba ponerme de pie.

Sin embargo, apenas un segundo después de que mis manos dejaran el suelo, una punzada de dolor recorrió mi pierna y casi vuelvo a caer de cara. Por suerte, Axel estaba ahí para ayudarme, atajándome antes de que me desplomara.

-Perdón, pero me parece que no –dijo, mientras me sostenía de los brazos para mantenerme de pie. Me dio un poco de vergüenza, así que bajé la mirada mientras él hablaba-. Dale, acá cerca hay un hospital, te llevo, por favor.

En cuanto dijo eso, volví a mirarlo y me congelé al ver que me estaba mirando fijamente. Tuve que esforzarme por reaccionar, antes de que la situación se pusiera más incómoda.

-Bueno, sí –accedí.

Axel sonrió por una fracción de segundo antes de moverse al lado mío.

-Permiso, ¿Puedo? –preguntó, acercando su mano a mi cintura. En cuanto asentí con la cabeza, me abrazó cuidadosamente, pasando mi brazo por encima de sus hombros-. Ahí, despacio, así no pisas, aquel es mi auto –señaló con la cabeza.

Habría sido un momento soñado de no haber sido por el punzante dolor que sentía con cada paso que daba, que me impedía pensar en otra cosa. Al llegar al vehículo y poder sentarme sentí un poco de alivio, pero me había empezado a preocupar, pues ese dolor no podía significar nada bueno.

-¿Tenés alguien a quien avisarle? ¿Familia, amigos? –preguntó entonces Axel, mientras manejaba apurado, pero no demasiado.

Le respondí que sí y saqué mi celular, al cual se le había rajado la pantalla pero, por suerte, solo de forma superficial. Estaba por escribir a mi familia, pero lo pensé un momento y decidí que era mejor no preocuparlos todavía, por las dudas, así que solamente le escribí a Marta avisándole que no podía ir y que después le contaba bien qué había pasado. Procedí a guardar mi teléfono, pero hice un mal movimiento y nuevamente un fuerte dolor me recorrió.

-Ya falta poco, ya llegamos –dijo el castaño, nervioso, pues evidentemente había notado mi mueca de sufrimiento-. Ya casi... Eh... ¿Cómo es tu nombre?

- _______(Tu nombre).

-Bueno, _______, ya casi, acá a la vuelta es –me sonrió un momento, antes de doblar en la esquina.

En el hospital, también me ayudó cuidadosamente a llegar a la guardia y se quedó esperando hasta que me atendieran. Afortunadamente el asunto fue bastante rápido, me hicieron algunos estudios y determinaron que la mayor parte del dolor había sido del impacto del momento y no tenía nada grave, solo me recetaron calmantes y reposo por un tiempo. Una vez que el médico me dijo esto, salí del consultorio y me dirigí a la sala de espera otra vez. Ya le había avisado a mi familia, y ya estaban yendo a buscarme, así que solo tenía que esperar un rato. Me sorprendí al ver que Axel todavía estaba ahí, sentado en un rincón del lugar. Al verme, se puso de pie y se acercó.

-_______, ¿Cómo estás? ¿Mejor? ¿Qué te dijeron? –preguntó rápidamente, antes de que yo pudiera decir nada.

-Sí, sí, todo bien, no es nada grave así que con un poco de reposo ya está –respondí.

-Ah, bueno, menos mal, tuviste suerte dentro de todo –comentó. Luego de algunos segundos, agregó- ¿Necesitás que te lleve?

-No, ¡No hace falta! Ya me están viniendo a buscar –negué al instante.

-No te preocupes, mirá que no es nada... -se interrumpió a mitad de la oración al notar que su celular sonaba-. Un segundito –se disculpó, para sacar el teléfono y cortar la llamada- Ahora sí...

-En serio no es necesario –insistí yo, no quería seguir robándole más tiempo-, en cualquier momento me pasan a buscar.

-Bueno, entonces –respiró hondo- fue un gusto conocerte...

-Aunque no fuera en las mejores circunstancias –agregué, riendo.

Al oír esto, Axel también rió.

-Sí, tenés razón –asintió- pero aun así fue un gusto.

-Igualmente –sonreí, haciendo lo posible por que no me ganara la vergüenza cuando se acercó a despedirse.

-Que te mejores –agregó, antes de darse la vuelta y encarar hacia la salida.

Me quedé ahí sonriendo, esperando que llegaran a buscarme y pensando, paradójicamente, en lo yeta que había sido pero la suerte que había tenido. 


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Mi Futuro es con Vos (Axel Kicillof y vos)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora