HARPER
"Por algunas personas perdemos
la cabeza, por otras el corazón
y por otras solo el tiempo."—¡Uno! ¡Dos! ¡Tres! —exclamó Dominique, marcándome el ritmo con los dedos—. ¡Balance! ¡Balance! ¡Giro! ¡Piquete y assemblé en arrière!
Mis músculos exigían que parara, que era suficiente, pero mi orgullo me decía que podía hacerlo hasta llevarlo a la perfección, hasta no tener que pensarlo. No tendría que contar los pasos, ni si mis piernas estaban los suficientemente juntas, ni si estaba llevando bien los ritmos, porque lo sabría...
Pero me distraje y me tropecé con mis propios pies, cayéndome de culo al suelo. Los ojos se me llenaron de lágrimas, no de dolor, sino de humillación cuando Dominique vino corriendo hacia mí para comprobar si me había hecho daño.
Intentó apartarme los mechones sudorosos del rostro, pero yo aparté la cara, avergonzada.
—Estás cansada, Harper —murmuró con dulzura.
—Las bailarinas no se cansan —resoplé, enfurruñada.
Dominique me dedicó una larga mirada cargada de condescendencia y negó con ternura.
—Las bailarinas también somos humanas, petite danseuse —me recordó, ladeando la cabeza con una media sonrisa, pero en sus ojos había mucha tristeza—. Y no por quedarte aquí más horas serás la mejor, sino porque tienes la magia y el espíritu.
—¡Yo nunca seré la mejor por esta maldita cosa! —grité, embargada por una furia que jamás había sentido. Me llenaba por todas partes, pero estaba viva, latía más rápido que mi corazón y me hacía temblar más que al ejecutar varios saltos encadenados a la perfección—. Pesa y no me deja moverme con libertad y no hace más que recordarme que siempre estaré enferma, que nunca daré la talla —sollocé.
Llevada por ese espíritu intenté arrancármela del maillot y de mi cuerpo, pero Dominique me detuvo agarrándome de las manos y me abrazó con fuerza mientras lloraba y pataleaba con desesperación.
Porque era una niña, pero convivía con la frustración y la rabia de una chica mayor. Porque no superaba los diez años, pero mi cuerpo estaba lleno de veneno que iba directo a mi mente; porque si no era la mejor, no quería ser nada, no podía conformarme con nada menos porque sabía que lo tenía dentro de mí, aunque mi cuerpo se negara a dármelo.
Yo quería ser como Dominique, quería ser sublime y delicada, fuerte y poderosa, pero inolvidable. Quería que el mundo me viera brillar y enseñarle de lo que estaba hecha; quería ser elevada en aquellos adagios y sentir la caricia del aire y el público; quería que me amaran...
Y como si supiera que la presión me estaba consumiendo, los primeros acordes de la Passacaglia de George Frideric Handel comenzaron a sonar; a mamá le gustaba aquel compositor. Era suave, armónica, llevada con delicadeza, calmando los dolorosos latidos de mi corazón y calmando a la desesperación que a veces se apoderaba de mí.
Nunca sabía quién había al otro lado de la sala, solo que los acordes de su piano eran como medicinas para mi corazón maltratado y aliviaba el dolor, transportándome a un lugar seguro.
Era una sensación extraña, como si me convirtiera en la muñeca en el joyero que bailaba al son de la música de aquel que abriera la cajita.
A veces me gustaría saber quién era la persona al otro lado, pero había algo en el misterio que me gustaba aun más, como si fuera nuestro pequeño secreto; un lugar intermedio donde él ponía la melodía y yo ponía los pasos.

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PERVERSAS MENTIRAS [HIJOS DE LA IRA I] | Nueva Versión
TeenfikceEL AMOR ES UNA GRAVE ENFERMEDAD MENTAL La Bailarina Siempre he intentado ser perfecta. La hija perfecta. La hermana perfecta. La estudiante perfecta... Siempre he intentado ocultar mis errores tras una capa...