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MinHo fue disminuyendo la rapidez de sus pasos paulatinamente, hasta encontrarse detenido a pocos centímetros de la puerta que daba a la habitación que compartía con JiSung. Tragó saliva y afianzó su agarre en la toalla alrededor de su cuello.

Él era fuerte, lo sabía. Era cinta negra en karate y podía levantar una considerable cantidad de kilos sin dificultad. Sobrepasaba con creces la masa muscular del peliazul.

Aun así, no podía evitar temer por su vida.

De acuerdo, besar a JiSung no fue precisamente una de sus mejores ideas. Pero, en su defensa, sus labios estaban ahí. ¿Y él qué se suponía que hiciera? ¿Negarse? Lo había intentado, y había fallado miserablemente por supuesto.

No se suponía que cada vez que la boca del contrario se hallara a su alcance, MinHo perdiera una función cerebral superior, únicamente para ser guiado por sus más primarios instintos. Pese a no ser algo que fuese capaz de controlar o evitar, no era aceptable ni legal dentro de los márgenes del negocio.

Sacó la llave de la habitación de su bolsillo y la introdujo en la cerradura, rogándole a los cielos que JiSung se hubiera quedado dormido. Tal vez si era lo suficientemente silencioso, no se despertaría, y no tendrían que hablar del tema, al menos hasta el día siguiente. Para ese entonces ya tendría una excusa creíble.

Cuando abrió la puerta, una almohada aterrizó en su rostro.

—¡Me debes tres favores más! ¡No! ¡Cien! ¡Cien favores por ser un desgraciado violador de bocas!

—JiSung...—Otra almohada.

—¿Qué te hace pensar que tienes el derecho de besarme así como así? ¿Y si me contagias mononucleosis? ¿Sabes cuántas enfermedades hay en el mundo?—le recriminó, sentado como indio en la cama y cruzándose de brazos. El surco entre sus cejas se acentuaba con cada palabra que salía de su boca.

A MinHo todo lo que se le ocurrió hacer, fue improvisar y regresarle la almohada, la cual chocó contra el rostro de JiSung de la misma manera que lo había hecho contra él.

Inhaló hondo.—¡No fue mi culpa haberte besado!

—¿No?—exclamó JiSung con ironía. Parecía echar humo por las orejas—. ¿Entonces por qué fue? ¡Ilumíname! ¿Acaso Johnny estaba cerca y yo no lo vi?

Bueno, su mejor excusa acababa de irse por el desagüe.—No, no es eso... Es... Eh...

Dios, para ser el mejor de su clase por tres años consecutivos, a veces realmente era un idiota.

—Por WooJin—soltó. Eso podía funcionar—. WooJin sospechaba de nosotros así que, te besé, para eliminar cualquier sospecha.

—¿WooJin?—preguntó. Recordándolo, el castaño sí había estado presente cuando el beso había ocurrido—. ¿Y por qué dudó de nosotros? ¿Habremos hecho algo mal? ¡Espera, no! ¡Eso aún no te da derecho de besarme! ¡Usurpador!

—¿Pues qué vas a hacer? ¿Ah? ¿Demandarme?—lo desafió, bastante consciente de que no estaba en el lugar de quejarse, mas no sabía a qué otra táctica recurrir.

Estaba tan confundido que quería desaparecer. Amaba a Chan. Él siempre había estado ahí, desde que tenía memoria. Nunca había amado a otra persona que no fuera él y nunca había querido besar a alguien más. Las personas que había besado en su pasado, no despertaron en él otra cosa que no fuera simple atracción. La situación se daba, era casi inevitable y la gran razón de por qué no llegaba a formalizar con nadie, era porque aquellos besos no provocaban emociones en él.

¿Entonces qué había de JiSung? Él... era como estar en un limbo.

Era atractivo, objetivamente hablando. Sus facciones eran delgadas, sus dientes estaban derechos, su tono de piel era acorde al color de sus ojos... Vaya. Era aterrador lo mucho que se había fijado en su rostro. En la secundaria, ni siquiera se molestó en prestarle atención a su físico. Durante esos años, solamente era capaz de ver a Christopher.

¿Y ahora qué? Las cosas habían cambiado un poco. Aunque, siendo honesto, seguía prefiriendo admirar a Christopher por sobre los demás. No era que no disfrutara ver a JiSung, pero... besarlo era definitivamente mucho más placentero.

—¡Te voy a castrar!—gritó el peliazul. MinHo se acercó a la cama con lentitud, procurando no hacer movimientos bruscos que pudiesen causar un ataque inesperado hacia su persona—. Es la segunda vez que rompes las reglas. ¿Sabes qué ocurre cuando alguien rompe las reglas? Va a prisión.

—No exageres, ton... JiSung—se corrigió, al percatarse de la mirada aniquiladora que amplió los ojos del contrario—. Si no te besaba, nuestra fachada se habría visto comprometida y nuestros esfuerzos habrían sido en vano. Fue por el bien de la comunidad.

Mintió, como un mentiroso sin escrúpulos que se aprovechaba de la inocencia de un joven para su propio beneficio. ¿Comunidad? ¿Qué comunidad? ¿Su déficit de autocontrol?

—Eres realmente un patán—dijo JiSung haciendo un mohín. MinHo fue capaz de reconocer sus intentos de lucir intimidante. En cambio, descubrió que sus expresiones le hacían ver un tanto tierno—. Cuando esto termine, no quiero volver a verte en la vida ¿entendiste?

—¿Siempre eres así de gruñón con tus clientes?

—No, no. Sólo con los que me besan sin consentimiento e infringen las normas de su contrato—soltó de golpe, su entonación pasiva-agresiva dandole a entender a MinHo que su muerte estaba a la vuelta de la esquina. El pelimorado se aclaró la garganta con dificultad antes de volver a hablar, esta vez en un tono arrepentido.

—Yo no... No lo volveré a hacer.

Esa ni tú te la crees.

—Joder—masculló JiSung, sujetando el puente de su nariz, abrumado—. Tal vez sólo debería renunciar.

—¿Por qué?—preguntó MinHo con desconcierto. No pensó que el peliazul considerara aquello como una posibilidad; era precisamente su miedo por ser despedido el motivo por el cual continuaba en esta farsa—. ¿No te agrada tu trabajo?

JiSung rió con ironía, sacudiendo levemente la cabeza antes de inhalar hondo y espetar:

—¡No me agradas tú, MinHo!

El pelimorado parpadeó, procesando tardíamente las palabras del contrario y sintiendo una sutil opresión en su pecho.

Oh... Bueno, eso era comprensible.

Rent A Boyfriend ❧『MinSung』Donde viven las historias. Descúbrelo ahora