Noches de Ritz

"Good Omens, es propiedad de Terry Pratchett y Neil Gaiman"

"Los candelabros siempre le daban un toque sofisticado a todo" pensó al ver la decoración del restaurant, las enormes lámparas en forma de arañas de un bello cristal, las sillas estilo Luis XVI eran características de aquel lugar en donde por casi diez años se habían vuelto clientes elite, la comida humana no le provocaba nada en lo absoluto, pero la satisfacción de ver aquel ángel devorar con avidez los platillos gourmet de la carta del Hotel Ritz le daba un cosquilleo en la barriga, aunque él siempre culpaba a comer demasiado, en vez de a los torpes "sentimientos" que se desarrollaban en su interior.

No era un romántico, pero sólo por ver esa sonrisa iluminarse, pagaría la obscena cantidad de aquella cena mil veces, las paredes con decorados dorados, evidentemente de la época isabelina, eran testigos de aquella velada en que un ángel y un demonio por fin podían celebrar la paz entre sus reinos, de los cuales ambos eran enemigos.

— Supongo que con esto, decidiste quedarte conmigo — susurro Crowley, llevándose una copa de Château Cos d'Estournel del 1985 a su boca, su lengua siseo al sentir la acidez de aquel añejado vino, Aziraphale sintió la crépe suzette que acaba de engullir atorarse en su garganta, lo cual era una pena, un platillo como aquel termino siendo escupido en la servilleta de tela, ante la mirada de reproche del demonio que, aunque portaba aquellos lentes, no por eso dejaba de reflejar su dolor en su expresivo rostro.

— Crowley, no te ofendas, es solo que...

— Ángel, si mencionas el "vas mui rapidi pari mi" te juro que te dejó con la cuenta — soltó acido como sólo un demonio podría ser cuando estaba indignado, volvió a darle un trago a su copa, engullendo el liquido de golpe, los meseros los observaban, ya reconocían a la singular pareja de hombres mayores que siempre peleaban en la mesa.

Aziraphale sonrío al ver el mohín que Crowley tenía en el rostro, por 6,000 años habia aprendido a identificar sus gestos, y le daba gracia saber que el demonio aun seguía recordando aquel desafortunado evento de 1862 donde discutieron cuando el demonio solicito que le diera agua bendita. Aquel liquido podría acabar a los de su especie, y el ángel no le revelo que si no entrego aquella arma, fue simplemente por que le paso por la mente que el demonio la usara para si mismo.

Pocos años después, en 1941, en la iglesia de en el centro de Londres, cuando el demonio piso suelo santo para salvarlo presa de su ingenuidad, fue cuando el ángel supo que debía de confiar en él, no podía culparse, después de todo, durante su vida, le habia enseñado a no confiar en los de la especie de Crowley, pero aquel levísimo acto de bondad, despertó aquel sentimiento que perduraba hasta el día de hoy.

— Me vas a seguir recordando aquel incidente de 1967, ¡oh querido! — se rio Aziraphale, el demonio le dio la espalda indignado, claro que le recordaría ese evento, como olvidar cuando se puso ebrio después de aquellas duras palabras de su ángel, estaba extasiado por que este le hubiera llevado agua bendita en aquel ridículo termo, la cual fue su salvación en el Armagedón, pero no por eso no dejó que el dolor lo consumiera, en aquel bar de mala muerte de Soho.

— Eres un cretino, uno muy interesante, pero no por eso dejas de serlo — le reclamó el demonio, Azira sonrió, con aquella mueca tan suya que ocasionaba que los circuitos del demonio dejaran de funcionar, odiaba admitir que en el Edén, aquella luz tan única que emanaba el ángel era lo que lo llevó hablar con él, lo había observado en su forma angelical, nunca le confesaría que los sentimientos por él, tan prohibidos, fueron lo que llevaron su descenso del cielo.

Como un reptil se seguía arrastrando hacía él, después de todo en el nombre llevaba la penitencia, pero fingiría desdén al menos por unos minutos más, tal vez con eso conseguiría algo.