Seamos Magnolias

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Era verano, el color vivo de los árboles relucía bajo el resplandor de aquel coqueto sol

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Era verano, el color vivo de los árboles relucía bajo el resplandor de aquel coqueto sol. Las pequeñas gotas a causa del amanecer, impregnadas en los follajes de los altos árboles del bosque verde, brillaban en un gran desfile de colores que traspasaban en un hermoso vaivén. Algún que otro pájaro entonaba su bello cantar y otros animales más grandes, huían furtivamente de los arcos de los elfos jóvenes del reino de Mirkwood.

El sol estaba en el medio del firmamento, unas pequeñas y abultadas nubes corrían cerca de su propio eje. La tarde dentro del bosque parecía ser una de las mejores y más calurosas, perfecta para el entrenamiento de esos pequeños bribones que la mayor parte del tiempo se la pasan haciendo travesuras. Thranduil había ordenado a Nur y Solden entrenar a los jóvenes eldar con la intención de pronto agregarlos a las filas o algo similar, pero, sacarles provecho era lo primordial. Todo avanzaba con normalidad allá por las afueras del recinto, los dos elfos mayores podían controlar a unos veinte jóvenes, más toda enseñanza impartida o consejos, eran olvidados por las preguntas o comentarios que hacían los respectivos.

—¡Entonces! —dijo un elfo interrumpiendo a Nur—. ¿Sí han matado orcos? Siempre están con el señor Thranduil o con el Rey Oropher, supongo que hacen más que cuidar a su heredero.

Frente a este tipo de preguntas, Nur y Solden solían rodar las miradas con un notable fastidio en su semblante. Obviamente ambos habían matado ya un centenar de orcos porque eran grandes y habilidadosos guerreros del rey. Generalmente estos dos elfos no se llevan muy bien, pero debían estar unidos, lo comprendían, para no dejarse derrotar por una ráfaga de juventud inexperta y totalmente curiosa.

—¡No hables de esa forma sobre Legolas! No veo qué pueden ganar o aprender con ese tipo de preguntas —Nur, elda de piel morena, ojos y cabello castaño oscuro, respondió llevándose las manos a sus caderas. Un par de elfas jóvenes suspiraron encantadas más no prestaron demasiada atención a su respuesta—. Lamento no poder hablar de esto con ustedes, pero...

Solden, viendo la ternura con la que Nur se les refería, bufó y con un agarre en su pecho, lo hizo retroceder. Más valía acabar con eso rápido, antes de comenzar una pelea.

A decir verdad, tenía cosas qué hacer más importantes que soportar a un grupo de molestos elfos.

—Lo que este hombre quiere decir, en pocas y sinceras palabras es —interrumpió Solden; elfo de aparente misma estatura que Nur, un poco más delgado, pero igual de fuerte y de cabellos y ojos castaños claros. Con él, el público femenino sí que quedó embelesado—. No están aquí para perder el tiempo como siempre lo hacen. Ahora —escrutó con severidad los rostros de los aprendices—. O escalan árboles y aprenden a usar los arcos sin hablar boberías, o podemos dejarlos atados a un árbol pero no exactamente de este bosque.

Una sombra de miedo atravesó por los rostros de algunos, ya que todos conocían los rumores sobre Solden y sabían que bien podía cumplir su palabra. Eran dos hermanos, Solden el mayor y Solan el menor, pero ambos infundían el mismo temor.

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