Little Nightmare

10 1 0
                                    

Toquidos incesantes llamaban a mi puerta haciéndome despertar de golpe y levantarme como perro atropellado, mientras sentía como el mundo me daba vueltas...

—Hijo, despierta o vamos a llegar tarde —la voz de mi madre venia de detrás de la puerta.

—Sí, sí, ya voy ya estoy listo —mis palabras arrastradas dejaban claro que me acababa de levantar.

Sin dignarme a prender la luz entre al baño y fue cuando me di cuenta que me había dormido con la ropa puesta al sentir como la billetera se me encajaba en la pierna; encendiendo la luz me insulte a mi mismo, la blanca claridad me había segado y causado que me dolieran los ojos en una forma que solo puedo describir como punzante. Sin perder tiempo cepillé mis dientes, arreglé mi cabello y la cara de imbécil de siempre la disimulé con algo de agua.

Saliendo de mi nido me encontré con mi padre en el pasillo, vistiendo un traje inmaculado de color negro, una camisa blanca y una resaltante corbata roja.

—Buenos días —estaba peculiarmente tranquilo y digo peculiar porque siempre se estresa cuando va a llegar tarde a alguna reunión.

Respondí el saludo y bajé raudo a desayunar, todos estaban esperando por mi lo cual no era usual, ya deberían haberse ido, de todas formas, yo no voy al mismo lugar que ellos.

En cuanto me senté mi hermano comenzó a jugar con su celular y mi madre a fregar los trastes que usó para cocinar.

—Te amo hijo —mi padre estaba detrás de mi y me abrazo besando mi cabeza—. Espero vuelvas temprano hoy, tengo muchas cosas que hablar contigo.

Seguidamente se fue hasta la puerta de entrada, se dio la vuelta, sonrió y se despidió agitando su mano muy suavemente; al abrir la puerta luz blanca y segadora no dejaba ver qué había más allá del marco de ésta.

—Cuídate mucho —siguió mi madre, besándome en la mejilla—, no olvides comer tu almuerzo —camino hasta estar junto a mi padre y volteo a verme con una cálida sonrisa.

—Te quiero hermano —solo faltaba mi hermanito por despedirse y me abrazo tan fuerte que creí me iba a romper—. Cuídalos hermano, cuídalos a todos.

Todos estaban junto a la puerta menos yo, no podía moverme, mi cuerpo no me respondía... quería gritarles que no se fueran, que me esperaran, que iba justo detrás de ellos... pero salieron cerrando la puerta, dejándome atrás.

Las paredes, el suelo y el techo comenzaban a pudrirse, mancharse de sangre y llenarse del hedor a cadáveres descompuestos, mientras que las ventanas se cubrían con cientos de pálidos y demacrados rostros que tapaban los pocos rayos del sol y estirando sus manos buscaban atravesar puertas y ventanas, gruñendo incesantemente por devorar mis carnes.

Y entonces... desperté.

INFECTADOSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora