Capítulo III

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—¿Qué tanto sabes acerca de tu padre? —comenzó a preguntar Nyx enfocándose en lo verdaderamente importante, Ópalo se removió un poco en el acolchonado asiento, aunque a la mayor le pareció más bien que acomodaba su postura, girándose un poco hacia el lugar en el que Nyx se encontraba, la joven la miró insegura, pero la morena le volvió a sonreír, y aunque el gesto era firme en el rostro de mirada imponente, este no dejó de reconfortarla.

«Dijo que nadie iba a hacerme daño...», pensó, pero, aunque no estaba del todo segura de que confiar en ella fuera la decisión más sabia luego de lo que poco menos de una hora atrás había sucedido, y lo que la había visto hacer, Ópalo trató de ser optimista, apretando sus manos, ocultando su ligero temblor ante las presencias tan intimidantes que la rodeaban, buscó su respuesta.

—No mucho, desafortunadamente —comenzó, tomando valor, tratando de subir el volumen de su voz y hacer que esta no temblara—, sólo lo que mi madre me ha contado... Su nombre era Íker, era un individuo poderoso y... Que murió a manos del gobierno —Ópalo apretó la tela del hermoso vestido que la cubría, aunque no hubiera conocido a su progenitor, el recuerdo del rostro lleno de tristeza de su madre era más que suficiente para hacerla sentir pena.

—¿Individuo? ¿No te dijeron qué y quién era Íker? —preguntó una mujer, de corto cabello lacio y blanco, pero no era una anciana ni mucho menos, Ópalo la observó por unos segundos, contemplando el rostro grácil pero maduro, las pestañas del mismo tono que su cabello y la piel increíblemente lechosa que era salpicada por rojizas pecas, los labios rosa palo estaban separados ligeramente en una expresión de total incredulidad.

—¿Qué quiere decir con eso? —su corazón se detuvo un segundo—, ¿Qué? ¿Quién? —el pánico comenzó a hacerse presente de nuevo—, ¿Por qué estoy aquí en primer lugar? Yo no hice nada malo, ¿Verdad? Yo sólo... Oh, Dios, yo sólo buscaba... —sintió su voz temblar, de un momento a otro, Nyx se encontraba a su lado, y aunque no le habló directamente, sintió una de sus manos acariciarle el hombro.

—No has hecho nada malo, Ópalo, puedes estar tranquila —le dijo, la joven asintió—. Tu padre era uno de los nuestros, es por eso por lo que estás aquí, o al menos eso es lo que Rick dijo —Nyx sintió la furia y el asco crepitando en su interior, alborotando su magia, ante el pensamiento de lo que el bastardo le habría podido haber hecho a Ópalo si ella no hubiera estado allí, y con el paralizante circulando por su cuerpo...

Se tomó un momento para apartar el pensamiento de su cabeza.
Pensando en todas las cosas que la madre de la joven a su lado, la ninfa, fuera quien fuera, le había ocultado acerca de su progenitor, pero si lo pensaba un poco más, Nyx se daba cuenta de la decisión inteligente que había tomado. Sólo estaba protegiendo a su hija de la crueldad del mundo, de lo corrompido que se encontraba el mundo en el que vivían. Había sido muy lista al mantener a su hija en la ignorancia, contándole sólo lo indispensable para que comprendiera su propia naturaleza.

Pero todo aquello de lo que había tratado de protegerla la había terminado alcanzando.
Nyx se preguntó cómo se mantenía oculta a la hija de un personaje tan histórico como Íker, quien se había convertido casi en un Dios y en una leyenda origen de un casi irracional fanatismo que envolvía a la sociedad Volsheny, durante tantos años.
Por más que su rostro y cuerpo fueran la de una joven que aparentaba no más de veinte años, si lo que Rick había dicho era verdad, y la verdad es que no dudaba que lo fuera, la edad de Ópalo era una fantasía para los humanos, pero aún era una cría joven para los de su especie, y para los propios Volsheny.

Nyx se preguntó qué tanto de su padre habría heredado la joven pelirroja, era otra de las cosas por descubrir que añadir a la agenda.
—¿Quién es Rick? —preguntó ella con esa suave voz que Nyx ya comenzaba a identificar como suya.

—El soldado que te atacó —le respondió—. No era uno cualquiera, nos ha dado una docena de problemas graves, ha herido a varios de los nuestros y gracias a él un par han sido capturados, era un comandante del gobierno humano —le explicó.

—¿De los suyos?

—Volshenies —aclaró—. Tu padre, Íker, era un Volsheny —le dijo.
—No uno cualquiera —el jefe de inteligencia se inclinó sobre la mesa, Nyx se preparó para escucharlo vomitar sus alabanzas y fanatismo hacia el padre de la joven—. Fue el más grande que ha existido, el más poderoso y legendario —exclamó, excitado, Nyx vio el deseo brillar en los ojos del hombre—, responsable de proezas increíbles que nadie más...
—Es suficiente —lo interrumpió, hastiada de esa constante actitud cada que el nombre de Íker era nombrado, Nyx suspiró, sentándose en la silla vacía al lado de la joven, quien levantó su curiosa mirada hacia ella.
Eso estaba bien, la curiosidad era mil veces mejor que el temor, y dotaba a sus ojos castaños de una extraña cristalinidad que la hacía lucir mucho más viva y alegre.

—Pero tu padre fue una pieza clave en los inicios de la defensa de los Volsheny, tienes que saber eso, y Alexander tiene razón en la parte de que tu padre era poderoso, mucho más que cualquier Volsheny de Sol o Luna conocido; al ser capturado, los Volshenies perdieron su camino y a su mayor líder, su muerte fue una enorme pérdida para ellos —Nyx se inclinó hacia Ópalo, titubeó un segundo antes de poner una de sus manos sobre las de la joven—. Puedo percibir su esencia en ti —Ópalo la miró con asombro—, ¿Lo has notado? ¿Su poder en ti? —preguntó.

—Yo...

—Si es realmente la hija de Íker —tomó la palabra de nuevo el médico en jefe, entrecerrando sus ojos grises—, ¿Saben lo que eso significa?
Nyx la miró de reojo, sin expresar su desaprobación a lo que sus palabras estaban proponiendo.

—Que tenemos el arma definitiva y podemos contraatacar —dijo otro de los presentes, Nyx notó la tensión de inmediato en el cuerpo de la joven.
—No sabemos si realmente tiene el poder de Íker, su madre definitivamente es una Ninfa, pueden parir a los hijos de Dioses, pero eso no significa que estos hereden los poderes de sus padres —intervino—. ¿Has experimentado tal poder, Ópalo? —le preguntó.

Un apretón en sus manos fue suficiente para que la chica supiera qué responder:

—No.

Nyx le sonrió, asintiendo, fingiendo su papel, comprensiva.
—Esto no se puede tratar ahora mismo, tenemos que hacerle pruebas para saber qué tan compatible es a las características de los Volsheny, o si debemos devolverla al bosque con su madre —dijo duramente, estremeciendo a la chica, plantando la confusión en ella.
No importaba en ese momento, Nyx no iba a entregarla tan fácilmente a la jauría de lobos que la rodeaban, aun cuando ella misma fuera uno de esos lobos, para ella resultaba obvio que Ópalo no tenía idea alguna de lo que implicaba ser hija de quien lo era.
Sabía que una cantidad de años vividos significaban una mierda, la joven pelirroja frente a ella no era más que una niña, pura y cristalina como el agua del río cerca del que paseaba cuando la había encontrado.
Y a Nyx esa pureza la desconcertaba más de lo que nunca admitiría.

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