Pasó más de una semana y sigo secándome las lágrimas, intento pensar en otra cosa pero me resulta imposible. Estoy tirada en la cama con una sensación de vacío que no recuerdo haber experimentado anteriormente ¿Pasará este dolor? No lo sé, supongo que sí... O por lo menos uno aprende a vivir con ello. Mientras tanto me pongo a reflexionar e intentar hacer una autopsia de lo que nos pasó, sin llegar a grandes resultados decido empezar a escribir delante de la computadora un resumen sobre el último día que te vi, por miedo a olvidarme en un futuro el momento en que por última vez fuimos uno. Me enojo conmigo misma por olvidarme de ciertos detalles, detalles que no les presté la suficiente atención como para retenerlos. Quizás porque yo no sabía que iba a ser la última vez. Lo entiendo y sigo.
Estaba cursando en la facultad cuando recibí la invitación tuya para ir a cenar, sin grandes preguntas acepté, feliz, y seguí mi jornada sin mucha inquietud. Fui a mi casa, me arreglé y elegí un conjunto rojo de encaje para estrenar a la noche que había comprado hace unos días, por supuesto que el maquillaje y los zapatos haciendo juego con aquella lencería, lista para pasar un rato de pasión con quién me hacía desear como nadie.
Mientras terminaba recibí un nuevo mensaje que me preguntaba si había merendado, y que me planteaba un cambio de planes, actitud por demás extraña en el. Automáticamente apareció un nudo en la garganta que parecía asfixiarme lentamente, casi como anticipando el terremoto que iba a destruir cada una de mis estructuras e ilusiones. Acordamos un punto de encuentro. Recuerdo caminar cada vez más lento pensando que podía evitar el desenlace ¿Tonto, no?. Lo veo de lejos, era imposible no reconocer su forma de caminar, sus rulos desprolijos –ciertamente bastante más desprolijos que de costumbre- y su mirada perdida hacia el piso, cruzamos miradas y al momento de chocarnos me da un beso tierno que me hace bajar la guardia ¿Quién pensaría que va a dejarte si te saludan de la misma manera que lo viene haciendo hace ya un año? –Grave error.
Llegamos a un Starbucks de la mano charlando sobre nuestro día, el se pidió un café Colombiano y yo mi viejo confiable Latte Macchiato. Lo noto sumamente nervioso, comienza a preguntarme sobre como me estaba yendo en las cursadas y demás preguntas cuyas respuestas, para el, eran obvias. Lo interrumpo y le pido que me diga que está pasando, toma aire y sin titubeos me dice que ya no me quería más. Que estaba mejor solo.
Por primera vez en mi vida me enojé, no con él, sino por lo injusto que puede llegar a ser el amor ¿Cómo es posible que dejen de amarte mientras uno parece tener cada vez más amor con cada día que pasa? ¿En qué momento las almas que parecían ser una se separan de forma tan desigual? ¿Por qué uno puede superar y el otro sentirte cada vez más hundido? Son las preguntas que hasta el día de hoy intento explicar y que dudo llegar a una respuesta lógica -no hay algo más ilógico que el amor-.
En el momento solo atiné a patalear y decirle "Ojalá te rompan el corazón de la misma manera que vos lo estás haciendo", cuando no podía estar más alejado de lo que realmente quería para mi gran amor; me levanté con los ojos hinchados a punto de expulsar océanos de lágrimas rumbo a mi cama, con la frágil esperanza de despertarme y darme cuenta que tan solo fue una pesadilla...
Pero acá estoy: Borro y vuelvo a escribir, capaz así logro resolver lo que no puedo entender... Cómo y cuando exactamente me dejaste en libertad.
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des(amor)
RomanceCapitulos cortos, sin orden cronologico, cuyo fin es relatar un des(amor).